MUJERES
El 3 de julio de 1927 las mujeres votaron en el plebiscito que decidiría a qué departamento pertenecería la localidad de Cerro Chato. Rita Ribera, una brasileña de 90 años fue la primera en votar.
El próximo domingo se cumplirán 95 años desde que las mujeres votaron por primera vez en Sudamérica y Uruguay fue palco de este hito histórico. El 3 de julio de 1927 una mujer ingresó al inmueble ubicado en la esquina de las calles Julio Alberto Goday y Soubiron Calo, en Cerro Chato. Rita Ribera, una brasileña, afrodescendiente, de 90 años fue la primera mujer en sufragar e hizo historia al votar en el plebiscito que decidiría a qué departamento pertenecería Cerro Chato: Florida, Durazno o Treinta y Tres.
Ribera, Bernardina Muñoz (de Treinta y Tres), y Modesta Fuentes de Soubirón (Durazno) —junto a otras mujeres— hicieron campaña para poder sufragar antes de que el voto femenino fuera aprobado en lo nacional, lo que ocurrió en 1932.
La movilización logró un hecho excepcional y resultó en un decreto de la Corte Electoral que autorizó la realización del plebiscito y habilitó a sufragar a todas las personas “sin distinción de nacionalidad y sexo” que se inscribieran para participar en el acto electoral.
Según el Centro de Estudios Históricos de Cerro Chato, el 94% de las personas habilitadas (un 75% de la población del momento) concurrió a votar. Ganó el sector que quería anexar la localidad a Durazno, aunque las autoridades de la época no concretaron el resultado del plebiscito.
“Las mujeres de la pequeña localidad se movilizaron y fueron reconocidas por la Corte Electoral. Sin embargo, el plebiscito de Cerro Chato tiene esa calidad paradojal: la decisión se tomó, pero no le dieron corte. Por un lado movió los resortes institucionales, por otro se invisibilizó nuevamente a la mujer, ya que no se registró esa decisión”, afirmó la historiadora Graciela Sapriza.
Recorrido histórico
Antes de ese plebiscito, las mujeres ya venían organizándose y exigiendo el derecho a sufragar. El primer proyecto de Ley de sufragio femenino data de 1914, y planteaba en su primer artículo que las mujeres fueran reconocidas con “los mismos derechos políticos que los hombres”. El tema era visto con desconfianza y temor, casi como una amenaza, y los debates recorrían las más variadas explicaciones.
“Leemos argumentos masculinos hasta la mitad del siglo XX de que la mujer era psicológicamente incapaz de la misma elevación racional que el hombre, que su naturaleza era emotiva y su vocación era ética. Así, sus funciones sociales se tenían que ajustar a esas cualidades. Podía y aún debía ser moralizadora de las costumbres, formadora de ciudadanos, forjadora de valores, consejera de hombres sabios, inspiradora de patriotas, pero no política y menos sufragista”, escribió la historiadora María Laura Osta en su libro “El sufragio, una conquista femenina”.
Una de las figuras más emblemáticas de la época fue Paulina Luisi, primera mujer en graduarse con un título universitario en Uruguay. Luisi fue la creadora del Consejo Nacional de Mujeres en 1916 y de la Alianza Uruguaya para el Sufragio Femenino en 1919, también fue la primera delegada gubernamental de América Latina en la Sociedad de las Naciones.
Junto a otras mujeres creó revistas, juntó firmas, publicó artículos y fundó su propio partido. Pese a la oposición, el movimiento de mujeres sufragistas logró que en diciembre de 1932 ese derecho fuera reconocido. No obstante, el golpe de estado de Gabriel Terra dejó la decisión sin efecto hasta 1938.
Luchas de ayer y hoy
Aunque aquel plebiscito fue excepcional, se trató de un episodio lleno de simbolismos. En un país centralista, ocurrió en un pueblo alejado de la capital; ese acontecimiento inédito dio paso al sufragio femenino y además la primera mujer en votar fue una mujer migrante y afrodescendiente. En las palabras de Sapriza, ese derecho “no benefició sólo a las mujeres, sino que profundizó el sentido democrático de la república”.
Pasados 95 años del primer voto femenino y 90 años de la promulgación de la Ley de Derechos Cívicos de la Mujer, la presencia de la mujer en cargos representativos y esferas de poder, aún es campo de disputas. En Uruguay la tasa de representación femenina parlamentaria está por debajo del promedio mundial (18,4) y muy por debajo del promedio alcanzado por los países latinoamericanos, según un informe de ONU Mujeres.
Para Sapriza, los obstáculos actuales para que las mujeres ocupen los espacios políticos se asemejan a los de otro tiempo: “En la constitución puesta en vigencia en 1919 se admitía el voto municipal, eso pasó en muchos países, se empieza por los derechos civiles y se admite el voto municipal como si fueran pruebas, escalones o exámenes que teníamos que dar, ir ascendiendo a las responsabilidades mayores de la ciudadanía. Hoy pasa lo mismo. Si miramos la pirámide de cómo está distribuido el poder en la representación política, en la base hay muchas mujeres participando, muchas alcaldesas, concejalas, edilas, y en la medida que se sube en la pirámide del poder, encontrás muy pocas mujeres”, analizó.