SALUD
En los últimos años la practica se ha popularizado por la creencia de que previene la depresión postparto y promueve micronutrientes como el hierro. Sin embargo, experta afirma es poco recomendable.
En los últimos años se popularizó la práctica de que las madres recién paridas se coman la placenta. La llamada placentofagia cree que así se previene la depresión postparto o puede proveer de micronutrientes como el hierro.
Sin embargo, Jen Gunter, ginecóloga y obstetra estadounidense, detalló en una columna en el diario internacional ‘The New York Times’ que no sólo es poco recomendable ingerir la placenta, sino que puede implicar riesgos de salud, tanto para la madre como el bebé recién nacido.
¿Cómo se prepara la placenta para ser ingerida?
Existen tres formas en las que las personas usualmente ingieren la placenta: se hierve y come tras cocinarla, se hierve y se prepara para cápsulas como suplemento vitamínico o se ingiere completamente cruda.
De acuerdo a lo que detalló la Gunter, transformar una placenta a cápsula puede costar entre US$ 400 y US$ 600. Este método de ingesta o placentofagia es el más popular en el mundo. “Apuesto a que se debe a que es la que más han buscado comercializar por los altos precios a los que se puede vender el servicio”, escribió.
Los riesgos de la placentofagia
Aunque la placenta es el saco en el que puede crecer una nueva vida humana, no significa que deba ser ingerida. De acuerdo a Gunter, estas están repletas de colonias de bacterias e incluso señala que pueden ser patógenas. Es decir: pueden transmitir enfermedades si hay contacto entre los seres humanos y ellas después del parto.
Uno de los primeros registros de está práctica fue en 1973, de acuerdo a lo que relató Gunter, por lo que el argumento de que se trata de una tradición ancestral no se sostiene en la realidad.
De hecho, la Clínica Mayo registró un caso en el que una madre se infectó a ella y a su bebé con una cepa de estreptococo, porque al comerse la placenta esta tenía trazos de dicha bacteria. Terminó enfermando a su hijo al amamantarlo puesto que su leche materna resultó contaminada.
El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades en EE.UU. registró otro caso en Oregon en 2016 en el que un bebé recién nacido debió ser llevado a urgencias porque tenía dificultades respiratorias y descubrieron que tenía un tipo de estreptococo infantil agudo.
La madre confirmó que había ingerido cápsulas de placenta, que al ser analizadas por el laboratorio del hospital se comprobó también contenían el mismo tipo de estreptococo que aquejaba al bebé.
Otras enfermedades que se han registrado y que pueden ser transmitidas por la ingesta de placenta son: síndrome de inmunodeficiencia, hepatitis, herpes, clamidia, sífilis y la enfermedad de Lyme.
Incluso si se hierve, cocina y encapsula, no se matan las bacterias que se alojan en los tejidos carnosos de la placenta, según los CDC. Además, debido a que se trata de una práctica medicinal alternativa no existen normas de calidad e higiene adecuadas para la elaboración con las cápsulas, lo que hace que se vuelvan un riesgo para identificar enfermedades infecciosas.
Beneficios mínimos
Gunter aseguró que si bien las placentas poseen hierro, la cantidad no es suficiente ni siquiera para tratar la anemia. Pero tienen altos niveles de estrógeno —la hormona reproductiva— y puede conllevar efectos secundarios adversos para la madre y el bebé. “Dosis farmacológicas de estrógeno pueden afectar la leche materna e incrementar el riesgo de coágulos sanguíneos”, puntualizó.
La recomendación de los profesionales es pedir una atención postparto que incluya elaborar una dieta rica en nutrientes, con los suplementos necesarios para evitar descompensaciones en la madre y el hijo.