El partido que no fue, a 50 años del accidente en los Andes

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Luis Lacalle Pou junto a los sobrevivientes de los Andes. Foto: Juan Manuel Ramos.

"SOCIEDAD DE LA NIEVE"

Sobrevivientes de los Andes jugaron contra chilenos y entre el público estuvo el presidente.

Luis Lacalle Pou junto a los sobrevivientes de los Andes. Foto: Juan Manuel Ramos.

De un lado, la tragedia. Del otro, el milagro. Como toda historia, la de los Andestiene varias caras: la de los 16 sobrevivientes, la de las 29 víctimas y también las de sus familiares. Ayer, a 50 años de que el avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrellara contra la cordillera y diera lugar a la leyenda, el Old Christians Club las homenajeó a todas ellas en su sede, ubicada en el Camino Gonchi Rodríguez del departamento de Canelones.

Fue una ceremonia de color azul, el que identifica a este equipo de rugby. Familias enteras se congregaron en el campo deportivo para ver el partido entre el club uruguayo y el Old Grangorian de Chile, vestido de blanco, en homenaje a aquel encuentro que en 1972 no pudieron disputar por el accidente aéreo.

Como todos los años, entre risas, los exdeportistas compitieron por la Copa de la Amistad, alentados por el público.

Más que por la rivalidad, el partido estuvo marcado por los chistes sobre el actual estado físico de los jugadores, que años atrás permitió a algunos tolerar el frío, el hambre y la desesperación de estar atrapados en la cordillera. “¡Del partido, olvidate!”, comentó a la prensa Carlos Páez Rodríguez.

El evento contó con la presencia del presidente Luis Lacalle Pou, que llegó sobre las 12 horas del mediodía. El mandatario atravesó el campo deportivo a marcha lenta, deteniéndose con cada pedido de foto de las personas que se acercaron a saludarlo.

“¿Qué hacés, campeón?”, le preguntó el sobreviviente Roy Harley, y uno de los exjugadores chilenos le comentó más adelante: “Es un honor, presidente”.

Mientras Lacalle Pou sostenía el balón de rugby, también se le acercaron personas que lo conocieron en su infancia o adolescencia, cuando el jefe de Estado vestía la remera del histórico rival, Old Boys.

“Yo soy el presidente de todos los uruguayos, inclusive los del Old Christians”, dijo el mandatario ante las bromas de que se pusiera la casaca azul que le acababan de regalar, un pedido con el que cumplió por algunos segundos. Además, la institución deportiva le obsequió una placa conmemorativa del cincuentenario.

“Para mí era muy importante desde el punto de vista institucional y también personal estar presente”, subrayó el mandatario en un breve discurso que dio junto a los sobrevivientes, antes del partido.

“Sobre este episodio hay muchas interpretaciones y formas de aproximación. Algunos lo llaman milagro, otros suerte y voluntad humana. A algunos nos genera profunda admiración por los que pudieron volver y el respeto y el silencio por los que se quedaron”, acotó.

Asimismo, recordó la célebre frase de Páez, que sostiene que cada persona tiene “su propia cordillera”.

“Hoy, Uruguay y la humanidad, se debe inclinar por el respeto a la vida. A algunos jóvenes se les arrancó antes de tiempo. (...) Por eso cuando me dijeron para hablar tenía sentimientos encontrados: las ganas de manifestar mi admiración y las ganas del silencio”, dijo.

Junto a Lacalle Pou estaba Bill Beaumont, el presidente de la organización World Rugby, que visitó por primera vez Uruguay para este evento, al que fue invitado con meses de anticipación, según contó.

Inspirado por su estadía en el país, Beaumont destacó que nunca debe subestimarse “la importancia social del deporte”. Y valoró: “El juego comunitario no es el juego de élite, los beneficios superan con creces los riesgos”.

Homenaje

La historia de los Andes marcó a una generación y a una comunidad. El sentido de unidad de esa “sociedad de la nieve”, como le llaman, ha inspirado decenas de películas, libros y publicaciones con distintos enfoques sobre lo que aconteció. Al margen de la cancha se encontraba Guillermo Scott, un documentalista chileno que está trabajando en un nuevo enfoque sobre el tema y que aprovechó a pedirle una entrevista al presidente.

En la sede del club también estaba el escultor norteamericano Jeffrey Breslow, amigo personal de Fernando Parrado, que inauguró una obra inspirada en el accidente. Según explicaron en la antesala del partido, está compuesta por 45 piedras que representan a los sobrevivientes y a los fallecidos.

En el acto se entregaron otros objetos simbólicos, como cajas transparentes con championes de niño, iguales a los que Parrado mostró 50 años atrás cuando logró atravesar la cordillera.

A su vez, paracaidistas sobrevolaron la cancha con las banderas de los clubes, de Uruguay y Chile. Un helicóptero aterrizó en el medio del campo de juego, donde transportaron la copa plateada que tenía la inscripción de quién ganó en cada torneo anual.

Tras el partido, centenas de asistentes compartieron un asado. En la jornada hubo partidos de hockey y de rugby. De noche se realizó una cena y una fiesta de cierre.

Cronología

El 13 de octubre de 1972 se accidentó el avión en el que viajaban los deportistas uruguayos, sus amigos y familiares.

A casi 4.000 metros de altura, sin agua ni comida, con temperaturas por debajo de los -30°C, empezó un periplo que se extendería, por lo menos, hasta el 22 de diciembre.

Los sobrevivientes se organizaron y lograron subsistir en el fuselaje del aeronave. Allí se enteraron, a través de la señal de radio que captaban, que al décimo día habían suspendido las tareas de rescate.

Seis días después, un alud los tapó y provocó la muerte por asfixia de ocho sobrevivientes.

El segundo accidente fue un punto de inflexión para el grupo, que se organizó para regresar con sus seres queridos. E hicieron varios intentos.

Finalmente, Parrado y Roberto Canessa pudieron atravesar a pie la cadena motañosa. Se encontraron con el arriero chileno Sergio Catalán, que los auxilió luego de esta misión que duró 10 días.

Catalán cabalgó por ocho horas para dar con los carabineros, que activaron el protocolo que permitió rescatar a los uruguayos. Así, la tragedia de 72 días para algunos se convirtió en un milagro.

Parte de los sobrevivientes se han dedicado a contar su experiencia y las enseñanzas que les dejó. En el especial de El País por los 50 años del accidente, Canessa recordó qué se le cruzaba por la cabeza mientras caminaba: “Te vas a morir y morir no es nada en la montaña. La montaña hace millones de años que está. Tú fuiste ahí a molestar, a morirte, a transformarte en inorgánico”.

Semana de recuerdos y una carta del Papa

El jueves se celebró en el Colegio Stella Maris una misa multitudinaria por el nuevo aniversario.

Uno de los 16 sobrevivientes, Gustavo Zerbino, invitó al papa Francisco a unirse a la misa conmemorativa y el sumo pontífice les envió una carta el lunes pasado.

“Gracias por la invitación que me realizó a unirme en la eucaristía que celebrarán el próximo 13 de octubre con motivo de la conmemoración de los 50 años del accidente que vivieron en los Andes. Celebrar la eucaristía es la invitación del Señor a hacer memoria, memoria agradecida de su paso en nuestra vida y en nuestra historia”, comienza la misiva.

“Con este espíritu, en primer lugar, me gustaría hacer memoria e invitarlos a rezar especialmente por los chicos y los familiares que no volvieron; recemos por ellos, por sus familiares y dejemos que su recuerdo sea fuente de inspiración como ese que movilizó a esas madres a crear la Biblioteca Nuestros Hijos. Un dolor maternal desgarrador que, vivido en clave pascual, fue capaz de trascenderse y hacerse signo de una vida de servicio por amor. Mi saludo y gratitud por el ejemplo y testimonio”, destacó el sumo pontífice.

“Ustedes tuvieron que enfrentar situaciones extremadamente difíciles, trágicas me animaría a decir, donde la hostilidad y la incertidumbre, la soledad y el abandono, el sinsentido y la privación, entre tantas otras cosas, se apoderaba de vuestras jornadas poniéndolos continuamente a prueba.

En esta situación de despojo y de carestía total pudieron, sin embargo, hacer memoria y apelar a lo aprendido desde niños en vuestras casas y en la educación recibida: se tenían entre ustedes, eran un equipo, y tenían la fuerza y el sostén de la oración”. La carta prosigue: “Se aferraron a lo más valioso que podían tener junto al deseo y a la voluntad de mirar hacia delante y seguir viviendo. Experimentaron, no como un slogan, que nadie se salva solo, que se necesitaban unos a otros y que la oración, como me dice, les daba mucha contención y fortaleza”.

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