MI OPINIÓN
Uno de los acontecimientos que más me conmovió fue el retorno de Marc Márquez al MotoGP, luego de la rotura de su brazo a comienzos del año pasado, y que lo mantuviera alejado de esta célebre competencia durante nueve meses.
Su “vuelta al ruedo” estuvo enmarcada por la emoción hasta las lágrimas, al culminar su primer GP del 2021 en la séptima posición, y darse cuenta de que su carrera de piloto aún no estaba acabada. Para muchos aficionados al Campeonato del Mundo de Motociclismo, Márquez era “súper humano”, pero ciertamente no lo piensan ahora, y tampoco él.
Los pilotos de MotoGP no son “aliens” o “súper hombres”, sino simples mortales dotados de un coraje extraordinario, astucia, y con una determinación y preparación para enfrentar cualquier sacrificio y desafío, con el fin de alcanzar sus metas.
Estas son las características que convierten a estos temerarios motociclistas en “seres especiales”. Pero de vez en cuando, y ellos son plenamente conscientes, deben enfrentarse a esos “llamados de atención” como son los accidentes, que les hacen ver que la pasión que los motiva, puede dejarles secuelas físicas e incluso acabar con sus vidas.