DE VOLEA
Además de las variantes que hizo en el equipo, el nuevo entrenador Celeste le devolvió a los futbolistas la motivación que no encontraban del lado de afuera.
Uruguay encara su semana clave, esa que decidirá si estará o no en el Mundial de Catar. Las posibilidades de clasificar son altas, diría que hasta muy altas y mucho tuvo que ver la llegada de Diego Alonso. Primero lo primero: el cambio de entrenador debió haber llegado antes, pero lo pasado, pisado.
El Tornado hizo algunas variantes en el equipo, como la inclusión de Ronald Araújo y Mathías Olivera en los laterales y ni que hablar de su gran sorpresa: Facundo Pellistri. Sin embargo, el cambio más importante que generó el técnico fue el de la actitud.
Que no se malentienda: nunca les faltó entrega a los futbolistas, pero lo que ellos hacían en la cancha no lo veían reflejado por su líder, que era el maestro Tabárez. Lamentablemente la enfermedad del entrenador, a quien se le estará eternamente agradecido por un ciclo que (más allá de resultados) ha sido exitoso, le impedía transmitirle al equipo lo que éste requería en momentos bajos. Alonso camina, corre, silba, se acerca a la línea, vive el partido como los futbolistas y hasta festeja los goles con ellos. Ese es el principal cambio. Calidad todavía hay, al menos para un Mundial más.