EL FÚTBOL Y YO
La leyenda del rugby uruguayo e integrante del Salón de la Fama del rugby mundial le ganó el duelo a su esposa y sus hijos son todos del Bolso.
Diego Ormaechea, una leyenda viviente del rugby uruguayo e integrante del Salón de la Fama del rugby mundial, tiene el ADN del futbolero incorporado a su cuerpo. No oculta su amor por Nacional y transmitió ese sentimiento a sus hijos, aunque su esposa tira para el otro lado.
-¿Cómo nace el hincha de Nacional?
-Me hace hincha mi viejo. Mi padre era de Nacional, mi madre de Peñarol, pero el viejo sin ser muy fanático me transmitió el amor por el club porque me llevaba al estadio con él. Ojo, también me llevaba a ver otros partidos y en los que no jugaba Nacional porque le divertía mucho las canchas chicas. Disfruté muchísimo de ello porque a mi viejo le gustaba mucho el deporte, fue un gran atleta, compitió por Uruguay en atletismo, fue campeón Nacional de 400 metros con vallas. Disfrutaba el fútbol y en una época recorríamos todas las canchas, mirá que íbamos a ver cualquier partido porque en aquellos tiempos los grandes no salían del Centenario y al viejo le divertía el entorno y el folklore del fútbol que se vivía en las canchas chicas.
-¿El fútbol gracias a esas vivencias te unió más a tu padre?
-Y sí. Somos cinco hermanos, cuatro mujeres y yo, así que el que acompañaba al viejo era yo. También me llevaba a las domas, desde muy chico me llevó al Hipódromo. Con el viejo fui al Olímpico, al Tróccoli, al Viera, a Capurro. Y después, cuando crecí, con el sello de hincha de Nacional, iba al fútbol con compañeros del barrio porque todos éramos muy futboleros.
-¿Una barra tricolor?
-No, había muchos hinchas de Peñarol, pero íbamos juntos y disfrutábamos del espectáculo.
-¿A qué tribuna ibas?
-Con el viejo íbamos a la Olímpica y alguna vez a la América. De adolescente íbamos a la Ámsterdam porque había un sector para Nacional y otro para Peñarol. Normalmente no asistíamos a los clásicos porque le escapaba un poco a las aglomeraciones, me divertía otro marco. También íbamos a los partidos nocturnos que se jugaban en el verano, cuando venían equipos muy buenos a jugar esas copas.
-¿Hay algún recuerdo especial de esas idas al estadio sin tu padre?
-Yo vivía en un barrio que era muy tranquilo y cuando íbamos a las canchas chicas era como un poquito de baño de realidad y era encontrarse con fanáticos que se sacaban, puteaban y a mí un poco eso no me gustaba. También era sacarte de la burbuja en la que estabas. Pero el recuerdo especial que tengo es con el Mundialito, cuando hicimos una barra en la tribuna. Con un abono veías la doble jornada y nosotros habíamos sacado abono en la Ámsterdam con unos amigos y eran jornadas largas y con un calor bárbaro. Todos los que estaban a nuestro alrededor también tenían sus abonos, entonces se creó una comunidad que compartíamos empanadas, bebidas y con gente que solamente veíamos en el Centenario. Recuerdo que un día mirando un partido pasaban una empanada para acá, otra para allá, hacía un calor de morirse, te diría que unos 40 grados, y mi amigo Yamandú quería compartir los bombones que había llevado. Se armó un enchastre. Agarraban los bombones con los de al lado, partían la mitad porque no había para todos, chocolate derretido por todos lados (risas). Fue muy divertido. Salimos campeones, nos metimos a la cancha, pasamos la fosa y me quedó muy marcado todo ese torneo. El gol de (Waldemar) Victorino que se tuvo que agachar para hacerlo, la verdad que me marcó mucho ese campeonato. Estuvo muy bueno.
"Nacional en 1971 tenía un equipo bárbaro con (Luis) Cubilla, (Juan Martín) Mugica, (Luis) Artime, Manga. Tenía un cuadrazo, Nacional"
-De esas idas de ir a ver fútbol, ¿qué jugadores te quedaron más marcados en la memoria?
-Era una época gloriosa. Nacional en 1971 tenía un equipo bárbaro con (Luis) Cubilla, (Juan Martín) Mugica, (Luis) Artime, Manga. Tenía un cuadrazo, Nacional. Es que en esa época los grandes se daban el gusto de traer a los mejores: Manga arquero de Brasil, Artime el goleador de Argentina, hoy es impensable. Es como si viniera (Lionel) Messi. Peñarol también traía lo mejor (Elías) Figueroa, (Ermindo) Onega. Competían entre ellos para ver qué cuadros se armaban y como no pasaban los partidos por la tele había que ir a la cancha o escuchar los encuentros por radio cuando jugaban en el exterior.
-¿El fútbol dominó tu infancia y adolescencia?
-En gran medida, porque en el barrio jugábamos mucho. En verano íbamos a la playa a jugar y eran picados de 100 contra 100. Jugábamos toda la tarde y todos los días. Es más, había un par de terrenos baldíos en el barrio que se convertían en campos de fútbol. O le dábamos también al famoso cordón.
-¿Ahí te identificabas con algún futbolista?
-Hubo muchos jugadores que me gustaban, pero no tomé a uno en particular como referente. Mirá, en esos tiempos el Hotel Bristol era el que servía de alojamiento para los equipos argentinos que venían a jugar en verano y los futbolistas iban todos a la playa. Yo era uno de los gurises que los iba a ver y estaba en contacto con ellos. Era estar en contacto con futbolistas que no tenían lo mediático de hoy, por más que había algunas revistas de fútbol. Y en esa época de adolescente me identifiqué o me enganchaba con el fútbol argentino que recuerdo que pasaban a las diez de la noche. Ese fútbol siempre me apasionó por la intensidad, sobre todo jugado entre ellos, veía y admiraba a jugadores como los que tenía el Huracán de (César Luis) Menotti, (Carlos) Babington, (Miguel) Brindisi, (René) Houseman y el uruguayo Nelson Chabay o el Independiente de (Ricardo) Bochini, el River del Beto Alonso.
"Creamos un cuadro en el que llegó a jugar el Pepe (José) Cruz que fue puntero derecho de Peñarol y con el que armábamos desafíos".
-¿Te gusta el fútbol técnico?
-Sí. En esa época también pasaban el fútbol alemán y me resultaba muy difícil de ver. Era imposible. Lo quería ver, pero no aguantaba. Después empecé a jugar al rugby y las tardes de fútbol se cortaron, pero tuve mucho fútbol callejero y de playa. Si creamos un cuadro en el que llegó a jugar el Pepe (José) Cruz que fue puntero derecho de Peñarol y con el que armábamos desafíos.
-¿Con tus hijos cómo fuiste? ¿Son de Nacional?
-Todos son de Nacional. Cumplí con el mismo rito de mi viejo de llevarlos a ver a Nacional y el más fanático es el más chico. Iñaqui tiene unos amigos con los que va al Parque Central. Ese me acompañó bastante para ir a ver a Bolso, fuimos muchas veces juntos al Parque Central y la verdad es que se crea un lindo vínculo. Es un mano a mano, toda la tarde, es un lindísimo programa familiar, bueno es así con el deporte en general. Compartir con un hijo una pasión está muy bueno.
-¿Les regalás camisetas de Nacional?
-Iñaqui tiene y recuerdo que cuando yo viajaba traía camisetas de todos los lugares que íba. Les traje del Inter, de Juventus.
-Cuando viajabas con el rugby, ¿te preocupabas por saber cómo le iba a Nacional?
-Sí, claro. Es más, para que veas lo futbolero que soy, en la medida que podía hacerlo buscaba ir a ver algún partido de fútbol. Me gusta mucho la vivencia de los hinchas, mirarlo de afuera. Una vuelta queríamos ir a ver un partido en Italia y era una tranza porque teníamos que ir hasta el centro, hacer cola, mostrar el pasaporte, pero no me importó porque quería ver cómo lo vivía la gente, ser testigo de toda la movida. Me divierte ese tipo de vivencias. He ido a ver a Boca, a River, me gusta todo lo que rodea al partido, a la tribuna.
-De los tiempos más actuales, ¿qué jugador de Nacional te impactó más? ¿Qué gol gritaste más?
-Ni que hablar que Recoba y el gol que le hizo a Migliore en el clásico. Ese tiro libre hacia la Ámsterdam fue imponente. Mirá a Iñaqui justamente lo habían operado en la rodilla, estábamos mirándolo en el sanatorio y lo gritamos como loco. Veníamos sufriendo y ese grito es una foto que queda para siempre. Después hay otros goles que también grité como loco, como el de (Víctor) Espárrago ante Rusia o el de (Daniel) Fonseca en el Mundial de 1990 cuando estábamos casi afuera. Pero el del Chino, viniendo de atrás, fue un golazo. Fue mágico. Increíble.
"Las atajadas de (Jorge) Seré, el gol de Tony Gómez de penal, el gol de (Santiago) Ostolaza para ir al alargue, en la Libertadores el Hugo (De León) en la final, es un equipo que me quedó muy marcado"
-¿El equipo de 1971, el de 1980 o el de 1988, con qué equipo te quedás?
-Al del 71 uno los veía a todos como ídolos, inalcanzables. Pero el de las atajadas de (Jorge) Seré, el gol de Tony Gómez de penal, el gol de (Santiago) Ostolaza para ir al alargue, en la Libertadores el Hugo (De León) en la final, es un equipo que me quedó muy marcado.
-¿Hugo De León es el gran símbolo de Nacional?
-Sí, claro. Es un enorme referente de Nacional, como jugador y como entrenador.
-¿Hay un jugador al que lo identifiques como el Ormaechea del rugby?
-Sabés que pasa, que ese jugador a parte del juego tendría que trascender un poco más en el manejo del grupo, de las situaciones y tenía que haber perdurado mucho tiempo. Yo jugué con muchas generaciones. Jugué desde 1978 al 2000. Hoy los jugadores son más fugaces, tendría que ser alguien que termine jugando en un papel de adulto diferente, está raro. Hoy los jugadores están un rato y se van.
-¿Nacional es...?
-Un vínculo familiar muy grande. Y eso que yo no tengo ningún problema en decir que cuando juegan los equipos uruguayos contra extranjeros soy uruguayo, así sea Peñarol el que compita. En la interna vale, las bromas de la semana, a veces hay que bancar a algún destemplado, pero en el ámbito local quiero que pierda con cualquiera, aunque mi señora es de Peñarol.
-¿Le ganaste la batalla a tu esposa?
-Con mis hijos no tenía chance (risas).