Isabelino Gradín, el crack que rompió los esquemas del deporte uruguayo

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Isabelino Gradín

FUERA DE SERIE

Fue ídolo del fútbol y campeón de atletismo, pero el ocaso llego abrupto y silenciosamente

Primer gran ídolo negro del deporte uruguayo, con sus piques incontenibles por las canchas de fútbol y las pistas de atletismo, Isabelino Gradín incluso recibió homenajes artísticos en vida, pero esa carrera espectacular terminó en forma abrupta y prácticamente en silencio.

Fue el primer goleador de la Copa América y campeón sudamericano de 200 y 400 metros. Los titulares y el asombro sin embargo duraron poco más de seis años.

“Ágil, fino, alado, eléctrico, repentino, delicado, fulminante, yo te vi en la tarde olímpica jugar”, así decía el poeta peruano Juan Parra del Riego en su Polirritmo dinámico a Gradín, jugador de football.

La historia había comenzado hace ahora más de cien años en la calle Miní, así llamada por el nombre que se le daba en el siglo XVIII a la laguna Merín, un retazo casi escondido del Barrio Sur, con menos de cien metros de extensión. Era el pequeño mundo de Isabelino; desde allí se iba a jugar al fútbol a los campitos cercanos al Dique Mauá, cuando la rambla no existía y un murallón separaba al barrio del mar.

Había nacido en 1894, de un padre presuntamente brasileño que lo abandonó y de una madre lavandera, que entre otras familias trabajaba para la de José Batlle y Ordóñez.

El destino del niño parecía ser el trabajo aun antes de completar la escuela. De hecho llegó solo hasta tercero. Pero su camino fue diferente: se destacó como un joven futbolista de grandes condiciones. Luego de defender a los cuadritos del barrio y en especial al Agraciada de la Extra, se incorporó a Peñarol hacia 1914 junto a dos amigos del barrio: Roberto Chery y Antonio Campolo. Debutó en primera en 1915 y enseguida causó sensación con un estilo que hoy sería presentado como “explosivo”: era veloz y potente, y en sus carreras llevaba la pelota pegada al pie. Si bien era zurdo, sabía pegarle con las dos piernas. Se entendió enseguida con José Piendibene, el “Maestro” del juego más cerebral, parsimonioso. Era entreala izquierdo en tiempos que el ataque lo formaban cinco, pero podía jugar en diferentes puestos.

Peñarol 1918
En un equipo de Peñarol de 1918 aparece abajo a la derecha junto a sus amigos del Barrio Sur Roberto Chery, el malogrado arquero, y Antonio Campolo (puntero izquierdo)

Cuando Argentina invitó en 1916 al primer Campeonato Sudamericano, allí estuvieron Gradín y Piendibene. El 2 de julio estrenaron la historia con dos goles cada uno en el 4-0 a Chile. A veces se afirma que los chilenos protestaron ese partido por la presencia en el equipo celeste de dos “profesionales africanos”, en referencia a Isabelino y a Juan Delgado. En realidad fue una versión lanzada por la prensa de ese país. El delegado trasandino Héctor Arancibia se presentó en el diario La Nación para aclarar que ignoraba el origen de esa acusación y que no tenían nada que reclamar.

Isabelino volvió a convertir ante Brasil, en el segundo partido (Uruguay venció 2-1). El empate ante Argentina consagró a Uruguay como primer campeón sudamericano. Y Gradín, con esas tres conquistas, fue el primer goleador en la trayectoria del torneo.

Isabelino Gradín y familia
Ya retirado del fútbol, Gradín con su familia

La anécdota de la “protesta” chilena sirve para recordar el papel temprano de los afrodescendientes en el crecimiento del fútbol uruguayo, integrados en lo que ya era la principal pasión deportiva de esta tierra. En la NBA, por ejemplo, los primeros jugadores negros fueron admitidos recién en 1950...

Sin embargo, no todo era tan perfecto en la comarca. El diario El Día de la Tarde denunció en 1921 que un club social de Florida no dejó entrar a Gradín por ser negro a un festejo por un triunfo de Peñarol que él mismo había ayudado a conseguir. En todo caso se puede decir que el fútbol abrió puertas antes que muchos en la sociedad uruguaya.

Una gran actuación suya en un clásico de 1918, jugado en el Parque Pereira, motivó a Parra del Riego -que estaba esa tarde en la tribuna- a escribirle su Polirritmo, aunque está fechado en 1922. Su pluma describió el estilo de Gradín mucho antes que los relatores inventaran su propio género para cantar las hazañas de los futbolistas.

La increíble velocidad de Isabelino le permitió destacarse también en atletismo, corriendo por el club Olimpia. En 1918 ganó los 400 metros en un certamen realizado en Buenos Aires. Un año después se realizó en Montevideo el primer Sudamericano de este deporte: se impuso en 200 y 400 metros, estableciendo los primeros récords continentales, que él mismo fue mejorando en sucesivas oportunidades.

De aquella fabulosa historia quedan retazos, fotos que lo muestran con los brazos en alto cruzando la meta o con su mirada serena antes de algún partido. Muchos episodios permanecen en la penumbra. En su libro de 2000 Isabelino Gradín. Testimonio de una vida, Carina Blixen intentó rescatar otros aspectos de la vida del moreno que fue ídolo.

El mayor misterio es por qué un jugador de trayectoria tan impactante, de tanta importancia para su club, de un día para el otro desapareció del gran escenario. Se sabe que tuvo “diferencias” con los dirigentes de Peñarol, en especial con su presidente Julio María Sosa, un personaje también polifacético y contradictorio. Todo hace pensar que hubo roces por la pretensión de Gradín de lograr una mejor retribución. Eran tiempos del amateurismo, pero ya muy teñido de marrón, por lo cual los jugadores recibían dinero en forma semiclandestina. Es de suponerse que también Gradín era remunerado. Quizás pidió más. Blixen no pudo encontrar casi ninguna noticia en la prensa sobre ese conflicto. Tampoco Luciano Álvarez, cuando preparaba su Historia de Peñarol. El periodismo de entonces solía esquivar esos temas. Nadie buscó la explicación del jugador.

Lo comprobable es que Gradín dejó de jugar en Peñarol en 1921, con 27 años. Siguió compitendo como atleta y en 1922 volvió a ser campeón sudamericano de 200 y 400 metros en Río de Janeiro. Ese año participó en la fundación del Olimpia de fútbol (que diez años más tarde contribuiría al nacimiento del Club Atlético River Plate).

En 1924 recibió un especial homenaje, acaso único para un futbolista en este país: la actriz argentina Berta Singerman declamó en su presencia el Polirritmo en el Teatro Solís.

Lejos del fútbol pasó a ganarse la vida con un empleo en la Aduana. Pero en la década de 1930 su salud comenzó a flaquear. En 1939 se disputó un clásico a su beneficio, una idea del legendario dirigente tricolor Atilio Narancio. Con el dinero recaudado se le compró una casa en Sayago.

Cuando Peñarol festejó su cincuentenario fue elegido para encabezar el desfile en los festejos, señal de que se buscaba cerrar aquella herida. Pese a todo, seguía siendo ídolo. Falleció en diciembre de 1944 en el hospital Pasteur. Tenía solo 50 años.

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