Marcelo Bielsa, maniático y exigente pero adorado por jugadores e hinchas

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Marcelo Bielsa
OLI SCARFF

FUERA DE SERIE

Se ganó el apodo de Loco por sus excentricidades pero también por su obsesión por el trabajo

0bsesivo, perfeccionista, bastante maniático, austero, firme en sus principios y exigente con todos, pero adorado por sus jugadores y los hinchas, Marcelo Bielsa es uno de los entrenadores más originales del mundo del fútbol. Es admirado por sus colegas más cotizados, pese a que hace tiempo que no dirige a un equipo de auténtica primera línea.

Al frente del Leeds United, que de su mano regresó a primera luego de muchos años, tiene ahora la posibilidad de trabajar en la Premier inglesa, el mayor escaparate del profesionalismo. Sin las estrellas de sus rivales, pero con la convicción de sus hombres en su labor.

Hace pocos días, en el inicio de la Premier, Leeds le hizo un gran partido al Liverpool, el actual campeón. La notoriedad de Bielsa quedó en claro incluso después del pitazo final: la televisión inglesa lo mostró más tiempo que a los futbolistas de ambos equipos e incluso que su colega de los Reds, el también mediático Jürgen Klopp.

Sucede que Bielsa es noticia muy frecuentemente, tanto por sus conocimientos profesionales como por su fanatismo por el trabajo y sus extravagancias . En Uruguay, por ejemplo, hace poco Ovación reveló que cuando Peñarol planteó en 2016 su interés por contratarlo, una gestión casi imposible, el técnico argentino además de agradecer y señalar que no era el momento, se mandó un largo análisis sobre los últimos partidos del club y sobre los juveniles promovidos. Un poco más atrás en el tiempo, sorprendió a todos en el local de Océano FM al entrar de apuro preguntando por el baño cuando nadie siquiera sabía que andaba por Montevideo.

Las dos facetas forman parte de su personalidad y por eso lo llaman Loco: loco por sus salidas, pero también por sus obsesiones vinculadas con el fútbol. Y también genera locuras, como que en Leeds hayan designado una calle con su nombre o que el estadio de Newell’s Old Boys de Rosario se llame “Marcelo Bielsa”. En ambos casos, inusuales homenajes en vida.

Algunas “señales” de su locura son estas:

-Es fanático de los videos como fuente de información. Se dijo que se llevó 7.000 casetes al Mundial de Corea-Japón cuando dirigió a Argentina. Llegó a instalar un reproductor en su auto, para ir mirando partidos mientras regresaba a su casa de los entrenamientos (manejaba un ayudante, claro).

-Su ansiedad durante los partidos le impide sentarse en el banco de suplentes. Por eso comenzó a hacerlo sobre una heladerita portátil junto a la cancha. No era un sitio muy natural, al punto que una vez un asistente dejó allí un vasito de café. Bielsa se sentó sobre él y saltó sorprendido, todo lo cual se difundió enseguida en los medios y las redes. Luego empezó a sentarse sobre un balde, aunque con un almohadón. Es tan famoso su asiento que Leeds le encontró sponsor.

-Después del Mundial 2002 se encerró en un convento para leer y pensar, sin teléfono ni televisión, sin hablar con nadie. Cuando ya llevaba tres meses se dio cuenta que hablaba solo y resolvió regresar al mundo.

-Cuando estaba en Newell´s mantuvo una charla con uno de sus jugadores, subrayando la importancia del triunfo. Y le dijo que si le aseguraban que con eso lograba ganar, estaba dispuesto a cortarse un dedo.

Nacido en 1955 en el seno de una familia rosarina de buen pasar, Bielsa pudo haber sido político, ya que su hermano Rafael fue canciller de Néstor Kirchner y su hermana María Eugenia es la actual ministra de Desarrollo Territorial de Alberto Fernández. O tal vez abogado, como su padre o su abuelo. Pero salió futbolista. Lo suficientemente bueno como para llegar a la primera de Newell’s, pero no tanto como para lograr destaque. Se retiró joven y comenzó a colaborar con la captación y el desarrollo de futbolistas jóvenes para el club “leproso”. En esa función ya demostró aptitudes y perseverancia. Resultó natural que luego fuera llamado a dirigir el plantel principal.

Con un equipo muy joven, Bielsa ganó el título 1990-1991 tras finales contra el Boca del Maestro Tabárez. Y con el mismo plantel perdió la final de la Libertadores 1992 ante San Pablo.

Después emigró a México, donde su campaña en Atlas y América resultó irregular. Volvió a Argentina para dirigir a Vélez y obtuvo otro título, en 1998.

De allí saltó a Europa para conducir al Espanyol de Barcelona. Su proyecto duró poco porque le ofrecieron la selección argentina, seguramente la mayor aspiración de cualquier entrenador argentino, y por supuesto aceptó. La campaña en las eliminatorias para Corea-Japón 2002 fue arrolladora.

En un fútbol argentino mucho tiempo empantanado en la antinomia Menotti-Bilardo, Bielsa irrumpió como una suerte de tercera vía: tan cultor del fútbol ofensivo como el Flaco, tan obsesivo por los detalles como el Doctor. Y con un discurso propio, tan lejos de las cuestiones filosóficas de Menotti como de las justificaciones de Bilardo, Bielsa prefiere no otorgar entrevistas individuales y en cambio ofrece conferencias colectivas tan extensas como sea necesario hasta que su pensamiento quede claro. Esta costumbre se convirtió incluso en una de sus señales distintivas, pues como no termina de aprender inglés tiene que recurrir a un traductor, algo que también le ocurrió con el francés.

En el Mundial 2002 la campaña no fue buena y Argentina quedó afuera en la primera ronda, lo cual aumentó las polémicas en su país. Igual se mantuvo en el puesto dos años más, en los cuales obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas y perdió la final de la Copa América por penales contra Brasil. Ese sí fue el final.

Pasó a dirigir la selección de Chile. Allí no obtuvo títulos, pero nadie puede discutir que el gran momento que vivió después la Roja se debe en gran medida a la confianza en sus propias fuerzas que Bielsa impulsó en sus jugadores.

El siguiente paso fue Athletic Bilbao, con el cual hizo muy buena campaña. La siguiente etapa, Francia (Marsella y Lille) provocó más expectativas que resultados.

Finalmente, a mediados de 2018 firmó por Leeds, un equipo tradicional en Inglaterra pero con una historia reciente de frustraciones.

“El fútbol, aunque parezca que trabajamos solo por dinero, es una búsqueda constante de emociones fuertes, que es lo que finalmente recordamos. Es mucho más redituable recordar emociones que contar dinero”, afirmó una vez. Las campañas con Leeds, el ascenso a la Premier y el amor apasionado de sus hinchas se suman a esa cuenta de grandes emociones.

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