FUERA DE SERIE
El padre las preparó desde la cuna: ellas llegaron a ser la número uno y la número dos del tenis al mismo tiempo.
Cuando Venus y Serena Williams alcanzaron el número 1 y el número 2 del tenis femenino, una periodista comentó que era una circunstancia tan excepcional como que el segundo mejor golfista del mundo fuera el hermano menor de Tiger Woods. Esa improbabilidad estadística fue superada por el estrecho vínculo que mantienen las hermanas Williams, que comenzaron juntas su carrera, dejaron atrás juntas los obstáculos que fueron encontrando y al final se dieron el gusto de dominar entre ambas su deporte.
Serena, la menor (nació en 1981) terminó superando a Venus (1980). Si bien esta llegó primero a la cumbre y fue la primera afroamericana en llevar el N°1, su reinado absoluto duró 11 semanas, en tanto el de Serena llegó a 319 semanas.
La chica suma 23 títulos del Grand Slam y la grande siete. Pero entre ambas, en dobles, ganaron otros 14 Grand Slam, más cuatro medallas de oro olímpicas. Está claro que las Williams recorrieron el mismo camino. Y siempre de la mano, muy firme, de su padre, Richard Williams.
La leyenda asegura que mientras hacía zapping ante el televisor, allá por 1978, Richard llegó por casualidad a un canal que emitía una final de tenis femenino. Y se sorprendió al ver que el premio para la ganadora era de 40.000 dólares. Esa noche soñó algo extraño: con su esposa Oracene tendrían dos hijas, que se convertirían en campeonas de tenis. Él ya tenía tres varones y tres mujeres de un matrimonio anterior y ella tres de otro matrimonio.
Por supuesto, la historia la contó él. Y en su relato abundan la anécdotas, como que preparó cenas románticas para convencer a su esposa de la oportunidad de procrear otras dos niñas. O que si bien no tenía idea de tenis, preparó un plan de 78 páginas que aplicó estrictamente cuando por fin llegaron al mundo Venus y Serena. “Aunque suene arrogante, si crees en ti mismo puede suceder. No se trataba de pensar que podían tener éxito, era saber que lo tendrían”, aseguró Williams una vez.
Mientras las chicas crecían, él leyó todo lo que encontró sobre tenis, miró videos y hasta tomó algunas clases. Y cuando la menor cumplió cuatro años, las llevó a aprender a jugar.
Una decisión singular fue mudarse a Compton, una localidad de Los Angeles notoria por la violencia que las pandillas exhibían en las calles. Su intención era que se endurecieran cada vez que iban a jugar en las canchas públicas del barrio. Para eso él incluso animaba a algunos jóvenes para que las insultaran. Sin dudas eso templó el carácter de las jugadoras, pero le costó la vida a su hermana mayor, Yutende, muerta cuando la alcanzó una bala perdida de un tiroteo en la calle.
Sus métodos de entrenamiento fueron muy innovadores, por no decir extraños. Les enseñó a las chicas a sacar fuerte y pegar duro desde cualquier lugar de la cancha también. Les ordenaba ejercicios de fútbol americano y básquet para mejorar sus físicos. Además, al contrario que casi cualquier otro jugador, les hizo evitar los torneos juveniles para que no se les pegara el estilo de las aprendices. Sin embargo, el adiestramiento no fue solo obra del padre: las jóvenes perfeccionaron su juego en la clínica del exprofesional Ric Micci.
Venus debutó como profesional a los 14 años casi sin haber participado en competencias juniors. Ganó su primer partido y en el segundo le dio mucho trabajo a la entonces número dos, la española Arantxa Sánchez-Vicario. Ya mostraba su pasta...
Richard se mantuvo como su entrenador también en la actividad profesional hasta 2012, y según los resultados, no lo hizo mal.
El estrecho vínculo entre padre e hijas despertó prejuicios. Hubo quienes lo acusaron de ser ambicioso al punto de tramar el destino de ellas. Otros lo llamaron manipulador y arrogante. Cuando Venus y Serena se enfrentaron en la final del US Open de 2001, dos periodistas preguntaron al aire si Richard Williams había resuelto de antemano quién ganaría. Era sugerir algo muy grave, incluso porque una estaba patrocinada por Nike y la otra por Reebok. Pero los hechos terminarían desmintiendo esa sospecha, porque se enfrentaron muchas veces. La primera había sido en la segunda ronda del Abierto de Australia de 1998 y ganó Venus. Recién en el cuarto duelo entre ambas venció Serena. Con el paso del tiempo Serena, la mejor de las dos, terminó imponiéndose. En torneos del Grand Slam, por ejemplo, se midieron 16 veces (nueve en finales) y la más chica ganó once (siete en finales).
Tampoco a lo largo de su carrera hubo quejas de ellas hacia el padre, en un ambiente como el del tenis femenino donde no son raros los casos de padres que llegan a explotar a sus hijas. “A pesar de todas sus imperfecciones, Richard Williams puede reclamar un legado notable y sin precedentes. Venía de las circunstancias más inverosímiles y difíciles para criar a dos hijas que no solo dominaban el juego sino que lo reinventaban”, escribió el periodista Allen St. John en la revista Forbes.
Los prejuicios, muchas veces vinculados con el racismo, fueron frecuentes. Una vez, el presidente de la Federación Rusa de Tenis, Shamil Tarpishev, comentó que ellas eran “hermanos”, poniendo en duda su género. Luego dijo que era una broma, pero la WTA lo multó con 25.000 dólares.
Ambas se apoyaron recíprocamente para superar lesiones y malos momentos. Por ejemplo, cuando Venus fue diagnosticada con síndrome de Sjögren, una enfermedad autoinmune que produce fatiga muscular y dolor en las articulaciones. O cuando Serena, luego de dar a luz a su hija Olympia por cesárea, sufrió una embolia pulmonar y una hemorragia interna que pusieron en peligro su vida. Hace poco se supo que Serena padeció ataques de migraña durante buena parte de su carrera, pero aprendió a superarlos. En todos los casos, se pararon juntas ante la adversidad.
Tampoco son clones. Serena es más baja pero de complexión más fuerte. Y aseguran que su temperamento se parece al de su madre. Venus, más alta y delgada, es una copia de su padre.
Otra exigencia de su padre fue que no abandonaran sus estudios pese a los tempranos éxitos en el tenis. Al final, las dos se graduaron en el Art Institute of Florida, en Fort Lauderdale. Serena diseña ropa y y tiene su propia línea, Aneres (Serena al revés).
Y si bien Venus terminó de alguna manera eclipsada en los resultados por Serena, los analistas del tenis consideran que su papel fue esencial, al enfrentar primero los escollos del ambiente, sobre todo el racismo. Además, tuvo un lugar central en la lucha por la igualdad de premios en metálico entre mujeres y hombres.
Al día de hoy (ambas siguen compitiendo), Venus acumula ganancias oficiales por casi 42 millones de dólares y Serena por 93 millones. Don Richard tuvo suerte cuando el control remoto lo puso ante ese torneo femenino...