ENTREVISTA
Su esposa sigue en contacto con las parejas de sus excompañeros aurinegros y así se entera de ellos, se quedó con ganas de reencontrarse con su amigo Bola Lima y volvió a Uruguay luego de 18 años.

El 4 de diciembre de 2003, Daniel Jiménez se consagró campeón del Uruguayo con Peñarol en un plantel que tenía a jugadores como Pablo Javier Bengoechea, Gabriel Cedrés o José Luis Chilavert. Pocas horas más tarde, Miliki emprendió el regreso a Argentina quizás sin saber que no iba a volver a nuestro país en los siguientes 18 años.
Fue Instituto de Córdoba, el cuadro en el que es ídolo, el que lo hizo cruzar la orilla nuevamente ya que hoy en día trabaja en la institución. Miliki, en diálogo con Ovación, explicó que su labor en el club es ser un nexo entre los juveniles y el plantel principal, pero ante el hecho de que no pudo viajar el ayudante técnico de Lucas Bovaglio, él asumió el rol ya que es entrenador recibido.
Para Miliki volver a Uruguay fue extraño, principalmente porque encontró a Montevideo muy cambiada. “Hablaba con mi señora que está en Argentina y le decía lo grande y cambiada que está. Un montón de cosas que hace 18 años no había, pero toda la zona está muy linda y cambió mucho. Por momentos cuando nos movemos les digo, ‘estoy perdido porque acá no había nada’ y es impresionante cómo creció todo”, confiesa quien durante su pasaje en Peñarol vivía en el barrio Pocitos, más precisamente en Avenida Brasil y Bulevar Artigas, cruce que recuerda hasta el mínimo detalle, casí como si no hubieran pasado casi dos décadas.

“El recuerdo que tengo de Uruguay es maravilloso. He jugado en un par de países más, pero Uruguay es un país especial porque somos como hermanos. Yo soy del interior de Argentina, siempre decía, el uruguayo es muy parecido al entrerriano y yo soy de Santa Fe, pegado a Entre Ríos y tenemos ese vínculo especial de que somos todos muy amables y las personas siempre me hicieron sentir así y me recibieron de esa manera”, agrega el exdelantero.
Y ese sentir tan especial lo vivió desde finales de 2001 cuando su nombre comenzó a sonar en nuestro país. Miliki había quedado libre de Instituto de Córdoba y había un equipo muy grande tras sus pasos: Boca Juniors.
“Yo ya había arreglado de palabra con el vicepresidente Pedro Pompilio e iba a firmar un contrato a dos años con Boca, pero lo que no sabía era que Gregorio Pérez venía hablando con mi esposa”, sostiene el argentino.
“Consiguió el número de mi casa en Rafaela, no sé cómo, y hablaba con ella. Mi señora me convenció de venir a Uruguay porque además en Argentina la situación era complicada desde lo económico y había muchos secuestros, nos vinimos y no le erré. Me encontré con gente muy buena y no solo en Peñarol”, admite.
Miliki, fanático de la pesca, recuerda que un día estaba disfrutando de una de sus pasiones cuando le avisan que al único teléfono que había en la vuelta lo estaban buscando: “Era un amigo, atiendo y me dice ‘dale que nos vamos para Peñarol mañana’ y así fue”.

De todas maneras, para el delantero no era la primera vez que vestía la camiseta de Peñarol, pero sí una que fuera amarilla y negra y es que en su Rafaela natal también defendió a Peñarol desde los cinco años, pasando por las inferiores y hasta debutar en Primera División previo a su pasaje a Huracán de Parque Patricios. La diferencia es que en el club donde nació los colores no eran amarillo y negro y además la camiseta no era a rayas, tenía un modelo similar a la de Vélez.
La relación con Peñarol ya venía desde antes, pero la que tuvo en el Peñarol uruguayo fue especial desde el primer día y sin ir más lejos el propio Oscar “Vasco” Aguirregaray lo fue a buscar al Aeropuerto de Carrasco para ir a Los Aromos. “Me acuerdo que el Vasco me fue a buscar, llevó a mi señora y a mi hijo a un hotel y de ahí me fui con él a Los Aromos, tengo un gran recuerdo de él y también de Gregorio que me estaba esperando con termo y mate y muy contento”, sostiene. Y agrega entre risas: “Y cómo no iba a estarlo después de todo el trabajo que había hecho con mi esposa”.
“Es un hombre que tiene paz y paciencia hasta para hablar me decía mi señora”, confiesa Jiménez sobre el entrenador al que le hizo llegar su saludo por intermedio de Pablo Bengoechea mientras pasa un delicado momento de salud.
Precisamente con Bengoechea, así como también con Gabriel Cedrés, Nicolás Rotundo y Marcelo de Souza estuvo el pasado lunes cuando visitó por primera vez el Estadio Campeón del Siglo y el presidente Ignacio Ruglio le obsequió una camiseta de la institución. Miliki admitió que fue “una alegría muy linda” reencontrarse con ellos, pero que se quedó con ganas de reencontrarse con su amigo Robert “Bola” Lima, fallecido en junio del año pasado. “Cuando me enteré, me quería morir. Con el Bola hacía cuatro o cinco días que habíamos hablado”, confiesa Miliki un tanto emocionado.

De todas maneras, confiesa que él “habla poco”. “El otro día le dije al Gaby ’yo sé de vos por mi señora porque ella tiene contacto con la tuya, yo no te voy a mandar un mensaje porque soy así, no es de malo’ y el Gaby me dijo ‘yo soy igual’. Estoy al tanto de lo que pasa porque mi señora sigue hablando con la esposa del Nico Rotundo, de (Adrián) Berbia, de (Leonel) Pilipauskas”, cuenta.
Y fue con muchos de esos jugadores que Miliki Jiménez dejó una huella en Peñarol y también en el hincha. “Más allá de que no se nos dio el campeonato y perdimos la Copa Libertadores en cuartos de final, se peleó el Uruguayo que hubiera sido una alegría muy grande para Gregorio, pero en lo personal tuve un muy buen año”, asegura quien marcó 23 goles entre el Campeonato Uruguayo y la Copa Libertadores en 2002, durante su primera temporada en el club.
Lo insólito es que para 2003 ocurrió todo lo contrario: Peñarol ganó el título, pero Jiménez no tuvo la participación esperada pese a que fue clave en la consagración. “Llega Diego Aguirre, pero no me tiene en cuenta. No discuto, cada técnico tiene su forma de jugar y sus gustos, pero quedé relegado después de hacer 23 goles. Ahora, si no me querés poner dejame ir. Casi me voy a México y no me dejaron y un día me agarré una calentura y le dije al contador (José Pedro Damiani), a quien lo tengo bien arriba porque conmigo se portó excelente, ‘me voy no puedo estar así, cobrando una plata por no jugar, me voy a mis pagos’. Me fui, me casé, y estuve un mes hasta que un día me llamó: ‘Venga que hablamos con el técnico y vemos si le da la oportunidad de pelearla’. Al final terminé haciendo el gol del campeonato. Eso es el destino”, asegura Jiménez que anotó el 1-0 ante River Plate que valió la consagración del Clausura y el hecho de avanzar a la final del Uruguayo que Peñarol luego iba a ganar.

“Yo soy así. Soy original. Me gusta dejar todo adentro de la cancha, todo por el club. Sé lo que los hinchas nos alientan y por respeto a ellos hay que dejar todo. La gente de Peñarol veía que me mataba por los colores y a veces tenía aciertos y a veces errores pero lo que no se negociaba era la actitud”, sostiene Jiménez que con los 26 goles que terminó anotando a nivel del Uruguayo quedó entre los 10 máximos anotadores de Peñarol durante el siglo XXI: “No tenía el dato y la verdad que es muy lindo quedar un poquito en la historia de Peñarol, al menos por unos años”.
Hablar de Peñarol con Miliki Jiménez es como hablar de su casa, se nota y así lo siente: “Peñarol, junto a Instituto, son lo más lindo del mundo”. Eso sí, más allá de haber sido goleador e incluso campeón con la camiseta del aurinegro hay un hecho que todavía lo tiene pendiente y que confiesa que le gustaría y mucho: “Yo le decía al Nico (Rotundo) el otro día ‘ojalá algún día pueda venir para acá y dirigir a Peñarol. Ojalá algún día se me pueda dar”.
Auténtico. Original, como él mismo se definió. Así es Daniel “Miliki” Jiménez el hombre que dejó de lado Boca para venir a Peñarol donde, según él, guarda “lindos recuerdos que van a quedar toda la vida”.