Es el pibe dinamita: Agustín Álvarez Martínez volvió a explotar su poder goleador

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Agustín Álvarez Martínez celebra el gol en el Peñarol-Prgoreso. Foto: Marcelo Bonjour.

PEÑAROL 1 - PROGRESO 0

El partido se perfilaba mejor para Peñarol cuando entraron Agustín Canobbio y Pablo Ceppelini, pero el que abrochó el triunfo, otra vez, fue el "Canario".

Canobbio y Ceppelini ya le habían cambiado el perfil al partido. Peñarol había dejado de ser un equipo fácil de controlar para Progreso. Había más desborde, mejor utilización de la pelota. Al “Gaucho” le costaba pelear el cotejo con alguna ventaja, como se le dio al comienzo. Y en lugar de arrimarse más el visitante, el que amenazaba más era el carbonero.

Pero, con todo, por más que se había dado un paso hacia adelante, faltaba el detalle más importante: un jugador que de verdad hostigara a los zagueros y le pusiera los pelos de punta al arquero Rodrigo Formento.

Entonces, Mauricio Larriera, que había tomado la decisión de armar una oncena totalmente nueva, con siete cambios en el equipo titular, se dio cuenta que la solución para ganar los tres puntos, que entre otras cosas mete mucha presión a Plaza Colonia y a Nacional, era mandar a la cancha a Agustín Álvarez Martínez. Y la historia cambió.

De raíz. Fue otro partido. Obviamente que la modificó el “Canario” con otra aparición explosiva de gol. Con otro grito ganador de este delantero que es pura dinamita y que volvió a darle a Peñarol tres puntos.

Por eso, atrás quedaron aquellos 45 minutos de juego sin peso ofensivo, con escasos desbordes de Giovanni González, con alguna aparición de Ariel Nahuelpán peleando en el área para pivotear una pelota que nunca pudo ser bien rematada. O con algún pequeño intento de crear juego de Jesús Trindade.

El “Canario” solucionó los problemas. Le borró la neutralidad al partido. Y aunque pueden sospechar muchos que se demoró bastante para mandar la pelota a la red, porque entró a los 60 y su gol llegó a los 81 minutos, la verdad es que se metió de lleno en el partido y coqueteó con el gol en dos ocasiones anteriores a la de su remate definitorio.

En la primera con un disparo cruzado y fuerte que obligó a Formento a volar hacia la derecha para mandar la pelota al corner. Y en la segunda con un giro y un cabezazo a colocar que salió pegadito al caño derecho del arquero de Progreso.

O sea, en poco tiempo, se transformó en el mejor hombre de la cancha y en el único delantero incontrolable para los rivales.

Así, entonces, por más que se regaló un tiempo con el equipo de alternativa que se utilizó para cuidar futbolistas, por más recién se pisó con mejores posibilidades el área adversaria en el arranque del segundo tiempo, lo mejor de la noche para Peñarol fue cuando el goleador entró en acción para volver a explotar toda su potencia.

Con este pibe dinamita, Peñarol consiquió lo que necesitaba y quedó agazapado.

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