TORNEO APERTURA

Era el partido ideal para reivindicarse y los jugadores de Peñarol no fallaron. Tampoco falló Mauricio Larriera en su planificación y sobre todo, en la toma de decisiones en un clásico que tuvo de todo.

Es que el sistema inicial por el que suele inclinarse el entrenador, el 4-2-3-1, sufrió varias modificaciones a lo largo de los 90’.

El carbonero arrancó como suele comenzar, con dos volantes más adelantados por las bandas —Ignacio Laquintana y Agustín Canobbio— y Pablo Ceppelini por detrás de Agustín Álvarez Martínez.

Con velocidad y buenas combinaciones, el mirasol generó algunas situaciones de gol y en una de las pocas no falló: penal de Almeida sobre Laquintana y gol de Ceppelini a los 31’.

Pero a los 38’ todo cambió. Pablo Ceppelini fue expulsado y había que bancar el resultado en la segunda parte del clásico.

En el complemento, Peñarol se paró con dos líneas de cuatro y Álvarez Martínez como delantero apelando a un 4-4-1, pero Pablo Repetto movió las piezas y al quedar Nacional con doble nueve, Larriera metió mano en el equipo y puso a Edgar Elizalde para reforzar la zaga: el mirasol pasó a jugar 5-3-1.

Pero además de los números y nombres, el rendimiento colectivo fue clave, tanto a la hora de atacar, pero además, a la hora de defender porque por primera vez en el Torneo Apertura el aurinegro completó un partido siendo efectivo en su área: no recibió goles.

Eso se debió a la buena toma de decisiones de Mauricio Larriera en pleno partido, al trabajo de los jugadores en cancha y sobre todo, a la actitud que mostró un Peñarol que fue efectivo y también luchador para quedarse con la victoria en el clásico en su casa.