El sistema elegido por Alonso, 3-5-2, nunca funcionó en la selección uruguaya

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Sebastián Coates ante Bruno Fernandes en el Uruguay-Portugal. Foto: Nicolás Pereyra.

COPA DEL MUNDO

La actitud conservadora de los celestes ante Portugal lo convirtió en un 5-3-2

Hay que ser claros: Uruguay no perdió por pararse con el 3-5-2 que eligió Diego Alonso, pero hubiera sido muy difícil ganar jugando así. Y menos tras comprobarse que no funcionaba. Cuando llegó el primer gol portugués, como se estaba dando el juego, lo más probable era que alguna pelota terminara en la red de Rochet.

El equipo celeste cerró contra Corea del Sur jugando 3-5-2 y volvió a hacerlo ante Portugal desde el arranque y mientras el partido estuvo cero a cero. Pero hubo una diferencia sustancial: en el debut los carrileros se pararon de la mitad de la cancha hacia adelante y en el encuentro de ayer lo hicieron casi a la altura del área celeste, por lo cual en realidad fue un 5-3-2.

Este sistema con tres zagueros y una media cancha más poblada nació a mediados de la década de 1980. A veces se le atribuye el invento a Carlos Bilardo en el Mundial 1986, pero algunos equipos ya lo habían esbozado en la Eurocopa 1984. ¿Para qué marcar con cuatro hombres en el fondo, si el rival ataca con dos? Se colocaron así dos zagueros para encimar a los dos delanteros rivales y un tercero para mantener superioridad numérica. Los jugadores liberados de la antigua línea de cuatro pasan a los laterales a la altura del centro de la cancha, para defender si es preciso y atacar cada vez que pueden.

Omar Borrás, el técnico de Uruguay en México 86, captó la tendencia pocas semanas antes del Mundial y quiso aplicarla en su equipo, pero no contaba con tiempo ni jugadores como para desarrollarla.

En realidad, en los casi cuarenta años posteriores, el 3-5-2 nunca terminó de entrar en el fútbol uruguayo. Algunos equipos lo aplicaron en la actividad local, pero en las selecciones solo fue esporádico y, en general, como variante en el transcurso de un partido.

Para que el sistema funcione bien, se necesitan tres zagueros más veloces que la media en el fútbol uruguayo, porque necesitan cubrir un área mayor, saliendo a cubrir las espaldas de los carrileros. Pero, sobre todo, es preciso contar con verdaderos carrileros: futbolistas con buena marca y también capacidad ofensiva, lo que exige tanto velocidad como resto físico para sostener ese ir y venir.

Los mediocampistas, además, deben acercarse a los laterales para generar las condiciones de un buen avance de los carrileros.

Frente a Portugal, como está dicho, el sistema se convirtió en un 5-3-2, con la línea final muy cerca del área cada vez que Portugal manejó la pelota. Varela y Olivera fueron marcadores de punta al estilo “tradicional”.

Esta circunstancia también hizo retroceder a los mediocampistas hasta muy cerca de la última línea. Tan cerca, que ni siquiera podían salir jugando tras recuperar la pelota, porque los portugueses los presionaban. Darwin y Cavani quedaban muy aislados del resto de sus compañeros.

Hasta el gol del rival, el equipo celeste no pudo avanzar en bloque ni lanzar a los carrileros al ataque. La “estrategia” ofensiva fue lanzar pelotazos a Núñez, que solamente una vez pudo hacer pesar su velocidad.

Como en el encuentro ante Corea, la prioridad fue mantener resguardado el arco de Rochet y cuando se atacó, se lo hizo con poca gente. No existió el desdoble indispensable para transformar el 5-3-2 en una fórmula de ataque.

Por supuesto, hubo un problema más allá del sistema elegido por Alonso: la imprecisión de los jugadores celestes fue notoria, incluso superior a lo visto ante Corea. La cantidad de pases mal entregados resultó alarmante, incluso en hombres de buen pie como Valverde. Hasta Bentancur falló algunos, aunque su despliegue fue impresionante. Los delanteros rebotaron la pelota más que pasarla.

Los 30 minutos cambiaron el dibujo a un 4-4-2, la actitud del equipo y su posición en el campo, pero tampoco fue suficiente. Ahora la Celeste debe ganar, pero además cambiar desde el minuto cero.

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