FUERA DE SERIE
El goleador sueco mantiene su vigencia y es el puntal del Milan, primero en el fútbol italiano
La última de Zlatan Ibrahimovic: esta semana se grabó corriendo en la nieve, vestido con pantalón y remerita livianas, en su afán de volver a jugar lo antes posible por el Milan tras su lesión moscular. La intención es clara: mostrar que no se rinde ni siquiera a los 39 años, cuando la mayoría de las estrellas del fútbol ya están retirados y disfrutando los millones ganados durante su carrera. “Intenten detenerme”, advirtió al difundir el video en sus redes sociales.
Después de defender a Los Ángeles Galaxy, lo que parecía anticipar su jubilación, Ibra firmó por el Milan, un grande de Europa que en los últimos años pareció un club chico por sus escasos resultados. Y después de superar el coronavirus, lo colocó en la punta del campeonato italiano. No solo lleva convertidos 10 goles en seis partidos, sino que es el eje de un equipo joven.
Uno de sus compañeros, el español Brahim Díaz, comentó que el sueco era como su padre porque tiene la edad de su padre. En vez de enojarse, como seguramente hubiera hecho en otros tiempos, Ibrahimovic se proclamó el Benjamin Button del fútbol, ese personaje que nace anciano y a medida que pasan los años se va volviendo joven. También difundió una foto suya retocada para mostrarlo viejo y anunció: “Podría jugar en este nivel a los 50 años”.
Ibrahimovic nunca fue un tipo modesto. Su ego lo llevó a chocar con compañeros, técnicos, dirigentes y periodistas a lo largo de su carrera. Por ejemplo:
-Cuando pasó al PSG declaró: “No conozco ningún jugador de la Liga Francesa, pero todos ellos saben quién soy yo”.
-“Puedo jugar en las once posiciones del campo porque soy mejor que la mayoría en cualquier puesto”, declaró otra vez.
-Un diario sueco hizo la lista de los mejores deportistas de la historia del país y colocó primero al tenista Bjorn Borg (ganador de once torneos del Gran Slam) y segundo a Ibra. No le gustó nada: “En esa lista tenía que haber sido el número uno, el dos, el tres, el cuatro y el cinco, con el debido respeto a los demás”, declaró.
-Sobre el Mundial de Brasil 2014, al cual Suecia no se clasificó: “No vale la pena mirar un mundial donde no juegue Ibrahimovic” (acostumbra a hablar de sí mismo en tercera persona, como el César).
-Le preguntaron qué le había regalado a su esposa en su cumpleaños y respondió: “Nada, ella ya tiene a Zlatan”.
-Al marcharse del PSG, afirmó: “Llegué como un rey, me voy como una leyenda”.
-“Si hubiera llegado hace 10 años, sería el presidente de Estados Unidos”, aseguró sobre su éxito en los Galaxy.
-Consultado sobre el nivel competitivo de la liga estadounidense, dijo: “Aquí soy como un Ferrari entre Fiats”.
-Su despedida a los hinchas de Los Angeles: “Ahora vuelvan a ver béisbol”.
A veces es difícil saber cuándo lo dice en serio y cuándo en broma, simplemente para provocar. Por ejemplo, tras la pregunta sobre qué tendría que hacer el PSG para retenerlo, él dijo: “Sacar la torre Eiffel y poner mi estatua”, pero enseguida largó la carcajada.
Muchos clubes lo aceptaron tal cual es, y él respondió con goles. En Barcelona resultó diferente: discutió con Pep Guardiola porque este le daba preferencia a Messi. Se tuvo que ir, claro. Hoy, cuando se refiere al entrenador catalán lo llama con ironía “el filósofo”.
En recientes declaraciones, dio algunas pistas sobre su personalidad: “Pongo mucha presión, es cierto, pido mucho y no ando dando besos a todo el mundo. Vi The Last Dance y no es que sea Michael Jordan, pero la mentalidad es esa. Gané lo que gané y sigo aquí, hay una razón. No muchos son capaces de entender las presiones que existen en estos niveles en el que o comes o te comen. Y elegí comer”.
Sin embargo, no siempre se sintió el centro del mundo. Nació en 1981 en Rosengard, un suburbio de la ciudad sueca de Malmö. Su madre, croata, y su padre, bosnio, se separaron cuando él era niño. Empezó a jugar en un equipo de barrio, el Balkan, de arquero. Pero algún día feliz lo pusieron adelante y empezó a convertir goles. Como los entrenamientos le quedaban lejos, robaba bicicletas para llegar a tiempo.
Además, en su juventud practicó taekwondo, lo que según dijo después le sirvió para hacer goles con cabriolas “imposibles”. En realidad, casi todos sus movimientos en la cancha son difíciles de ver en un futbolista de un metro noventa y cinco, como él.
A pesar de todo, sus progresos fueron lentos al comienzo, lo cual lo llevó a pensar en dejar el fútbol e irse a trabajar al puerto de Malmö. Sus entrenadores lo convencieron para seguir. Y acertaron plenamente. Debutó en la primera del Malmö en 1999 y un año después el Ajax de Holanda, siempre atento a los jóvenes talentos, se lo llevó por 9 millones de euros. Pudo ser del Arsenal, pero rechazó hacerse una prueba.
Más tarde pasó por varios de los clubes más importantes del mundo: Juventus, Inter de Milán, Barcelona, Milan, PSG, Manchester United y LA Galaxy y de nuevo Milan. Es el único jugador que disputó la Champions League con siete equipos diferentes. Hasta ahora suma 11 títulos de liga y 17 trofeos de copas nacionales. Ganó una Europa League con el Manchester y una Supercopa europea con Barcelona, pero ninguna Champions. Es lo que le falta, junto a algún trofeo con la selección de Sueca, pese a ser su goleador histórico con 62 tantos.
Sus historias dan para llenar varios libros. En realidad, a los 30 años ya publicó su autobiografía, titulada Soy Zlatan Ibrahimovic, con infinidad de anécdotas tal vez infladas por su arrogancia. Pero muchas son creíbles: contó que con su primer sueldo del Ajax se compró un Mercedes Benz al contado, pero no podía manejarlo porque no tenía libreta. Y se quedó sin plata para el día a día, por lo que tuvo que pedirle a su compañero Maxwell que lo hospedara en su casa hasta el próximo pago.
Se retiró con todos los anuncios y todos los honores de la selección de Suecia en la Eurocopa 2016. Después, los suecos se clasificaron al Mundial 2018. Y él anunció que estaba disponible para jugar. El técnico declaró que solo jugarían quienes lograron la clasificaron. Entonces se enojó mucho y le echó la culpa de su ausencia a los medios suecos.
Pese a todo, él sabe reconocer sus límites. En 2018 se fue del Manchester United porque una lesión afectaba su rendimiento. “Sentí no estaba preparado y que no quería ser una decepción, así que me fui”, argumentó.
Por esa misma razón eligió jugar en Estados Unidos. Y al sentirse fuerte de nuevo, volvió a Europa para jugar por el Milan, buscando reconquistar el primer plano. Y ahora da la explicación para su gran momento, pese a ser el futbolista más veterano de la Serie A: “Nunca perdí la pasión por lo que hago”.
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