MI OPINIÓN
Continuando con la sección “Pilotos de Culto” que inicié hace un tiempo, hoy es el turno de una leyenda inolvidable del automovilismo, el piloto canadiense Gilles Villeneuve.
Para algunos competidores de Fórmula Uno, enfrentarse a Villenueve no era peligroso; él lo hacía con mucha pasión, sin piedad, pero ejecutando cada vuelta con lealtad y la justa agresión. Solía correr siempre al máximo, pisando a fondo el acelerador, casi al borde del desastre.
El pequeño canadiense personificaba el verdadero espíritu de un piloto de Fórmula Uno: coraje, audacia y confianza plena en sus habilidades. Miles de anécdotas, pero recuerdo una en el circuito del Jarama (1981), donde Villeneuve a bordo de su Ferrari Turbo, debió sufrir la presión de cinco coches que se mantuvieron muy pegados, pero que nunca pudieron rebasarlo. O en Zandvoort, cuando recorrió toda una vuelta, en tres ruedas, destrozando su automóvil.
Quizás haya sido el piloto más rápido de la historia, y si pudiera resucitar ¡qué carreras veríamos contra Hamilton! Enzo Ferrari quien era muy exigente con sus pilotos, sólo tenía una foto enmarcada en su oficina: la de Gilles Villeneuve. Nada más que agregar…