CAMBIO DE MANDO
El fútbol superprofesional de hoy exige una organización global de los seleccionados: el maestro lo interpretó antes que nadie en este país.
La Selección uruguaya contó a lo largo de su historia con excelentes profesionales en la dirección técnica. Muchos de ellos lograron resonantes victorias, aunque el primero en advertir la necesidad de dotar al equipo de una organización amplia fue Óscar Washington Tabárez.
Seguramente algunos de sus colegas lo entendieron también, pero sus inquietudes quedaron postergadas por las urgencias de cada momento. No hay que olvidar que la superprofesionalización del fútbol llegó simultánea a un declive del fútbol uruguayo, en especial de la Selección. Así, el de director técnico celeste se convirtió durante mucho tiempo en uno de los oficios más duros y estresantes de este país, condenado por la historia y la exigencia del ambiente a ganar siempre aunque no dispusiera de los medios adecuados.
Cuando Tabárez asumió en 2006, tuvo la ventaja de contar con más de un año de partidos amistosos para ir armando su equipo y avanzar reconociendo el terreno. Además sumó otro elemento a su favor: ya había ocupado el cargo nada menos que en una Copa del Mundo, con lo cual conocía los problemas que le esperaban.
Por ejemplo, antes de Sudáfrica 2010 prefirió quedarse con su equipo en el Complejo Celeste en vez de realizar las desgastantes giras que se acostumbraban antes de cada Mundial.
Para un fútbol que se ha vuelto generador y exportador de talentos ante las debilidades económicas del sistema, la articulación de los diferentes seleccionados juveniles como formador de jugadores, tal como lo planificó Tabárez, resulta esencial. Por supuesto, desde los tiempos del Juvenil de Plata 1979 e incluso antes los planteles de jóvenes lanzaron a los futuros celestes “mayores”, pero hoy ese proceso está estructurado como un escalafón donde el futbolista va ascendiendo por méritos deportivos y también por todo lo demás que va construyendo un futbolista de elite: la personalidad, la profesionalidad, la capacidad de actuar en grupo.
En ese sentido, debe recordarse que muchos seleccionados uruguayos, integrados por cracks, no alcanzaron a funcionar como verdaderos equipos por razones que no estaban al alcance de la vista del hincha sino de sus conductores.
Ya pasaron 15 años de aquellos primeros partidos de la segunda era Tabárez. En ese lapso hubo tres clasificaciones consecutivas a la Copa del Mundo, dos actuaciones mundialistas como protagonistas, un título en la Copa América, a lo que se puede sumar en el marco general de su actuación en la AUF una clasificación olímpica, una medalla de oro panamericana y un título sudamericano sub 20, además de un logro más conceptual: el reconocimiento internacional a la labor realizada.
Por supuesto, los resultados siempre mandan y decide la pelota. Si en el repechaje de 2009 Costa Rica hubiera hecho otro gol, el ciclo de Tabárez se hubiera cerrado allí sin gloria. En estos 15 años hubo algunas crisis de resultados superadas, hasta que llegó esta última en la actual Eliminatoria que fue infranqueable.
Si bien la pelota puede picar en falso y terminar en un gol casual, lo más común es que el gol llegue luego de una buena jugada, realizada por un buen jugador, apoyado por un eficiente juego colectivo y en el marco de una organización general adecuada. Todo eso tuvieron atrás los goles de Diego Forlán en Sudáfrica, los de Luis Suárez en la Copa América 2011, el cabezazo de Diego Godín a Italia en Brasil 2014, los goles de Edinson Cavani a Portugal en Rusia 2018.