A 20 AÑOS DEL FERIADO BANCARIO
Dos representante de los ahorristas que perdieron sus depósitos en los bancos de los Peirano cuentan aquí su dura historia, dos décadas más tarde.
“Entrar a un banco era entrar a un templo”, dice María del Huerto Breccia para describir la confianza ciega que tenía en el sistema financiero, aun cuando el caos estalló en Argentina. “Creíamos que el Banco Central hacía los controles adecuados pero no era así, por eso pasó lo que pasó y después cambiaron las autoridades y todo el funcionamiento”, señala.
“Yo tenía mis ahorros en el Banco Montevideo porque lo respaldaba una buena reputación. Había adquirido al Banco Caja Obrera, ¿cómo iba a pensar que el Estado iba a permitir esa compra si no eran de fiar?”, dice hoy. Pero en junio de 2002 empezaron los rumores: algo andaba mal en los bancos de los hermanos Peirano. “Llamé a mi ejecutiva de cuentas y me dijo que no me preocupara, que todo iba bien. Pero no me convenció. La mayoría de los empleados estaban adoctrinados para decirte que nada estaba pasando”.
El 21 de junio los bancos Montevideo y Caja Obrera fueron intervenidos debido a sus problemas de liquidez. Giraban fondos a otras instituciones del Grupo Velox (empresas propiedad de los Peirano). Según el relato de Breccia, la dinámica del negocio era así: “Los hermanos Peirano tenían una forma de financiarse por una empresa offshore. Retiraban el dinero de los depositantes y financiaban sus negocios, la mayoría de los cuales estaban en Argentina. Esto lo hacían con un interés bajísimo, porque era un interés de depósito no de préstamo”.
El 24 de junio, cuando la noticia de la intervención se hizo pública, los ahorristas fueron citados por la institución. “Ahí nos enteramos que habían desviado los fondos, y que habría dos categorías de clientes, algunos iban a cobrar y otros no”, dice Breccia. Otra ahorrista recuerda la imagen dantesca que había en la sede central: “Personas desmayadas, gritando, dándose la cabeza contra la pared. Al día siguiente, empezaron los suicidios”. Desde ese momento, de forma espontánea se armó un grupo de unos 1.500 ahorristas, liderado por Alicia Barbani y Breccia.
“Yo llegué a llamar a Dante (Peirano) a su casa, hablé con la esposa, me dijo que no sabía nada, él me aseguró que todo se iba a arreglar. Llamé al padre también, Jorge. Me atendió el mayordomo y me dijo que estaba descansando. ‘Qué suerte que tiene, que se levante y me atienda’, le dije. Me contestó que se iba a solucionar, pero nada. Luego, cuando Juan se fugó, fue una aventura: la gente nos daba pistas de dónde lo veían, era increíble. Pero logramos meterlos presos. También íbamos a la cárcel, a reclamar. Una vez me dijeron que había que tener fe en Dios, que había cosas peores en la vida”.
Algo más de 300 ahorristas que no han podido cobrar todavía, continúan —20 años después— sosteniendo que el Estado no consideró “los vicios del consentimiento” al sumir que conocían el riesgo de la operativa. Reclaman que estudien a fondo cada caso y que su dinero les sea devuelto. Con el apoyo de la OEA consiguieron que por tercera vez se constituya una comisión que analizará sus expedientes. La respuesta llegará en 2024.