ENTREVISTA
Héctor Ulises Passarella, que tocó en la banda de sonido de "Il Postino", se presenta el viernes con el Conjunto de Cámara del Sodre, y estrena una pieza nueva.
Radicado en Italia desde hace décadas (lo que se nota en su acento), Héctor Ulises Passarella es uno de los grandes bandoneonistas en el escenario mundial. Aunque su fama se expandió con su participación en la banda sonora de Il Postino, que le dio un Oscar a su compositor, Luis Bacalov.
El viernes se presenta en el Auditorio Adela Reta junto al Conjunto de Cámara del Sodre donde, además, estrenará una obra.
—Perdón por empezar por algo tan general y la vez quizás difícil de contestar. ¿Cómo definiría su música?
—Es una música de cámara, pero que por debajo tiene el tango. Y eso es inevitable porque yo nací y crecí dentro del tango. Mi padre era un gran tanguero: tocaba un poco el bandoneón de oído y la guitarra, componía y así crecí amando los textos del tango que tienen que ser estudiados en el liceo porque los chicos tienen que saber cómo pensaban nuestros padres, nuestros abuelos para que tengan buenas referencias.
—El viernes se va a escuchar su “Concierto para bandoneón y conjunto de cámara” en la Adela Reta...
—Es una pieza que mira a una forma más ambiciosa que es el tango. Mira, por ejemplo, a la sonata, que es una forma musical que pertenecía al 1700 1800. Hay que hacerle entender a los muchachos que el tango ya es música. Hay música para todo y está es para reflexionar. Eso es lo que quiero hacer con el tango: lo mío es música para reflexionar. Por ese camino, tal vez Uruguay o Argentina lleguen a tener su “gran música” que, como decía Jaurés Lamarque Pons, sería lindo que se llamara “música del Río de la Plata”. Quizás no se llame tango pero hay que mirar hacia nuevas formas.
—¿Qué piensa de la difusión que tiene el tango en el mundo?
—No amo mucho todo esto que se está vendiendo en el mundo como cultura tanguera. A mí me encanta el baile del tango —mis padres, lo bailaban y tengo amigos familiares, que bailan estupendamente—, pero vender este tipo de cultura que no tiene nada que ver con nosotros, no se justifica. Traer ahora algo de 100 años atrás en nombre del dinero, no lo puedo soportar.
—Limitar el tango al baile era un concepto que ya era viejo cuando usted empezó a tocar.
—Empecé a tocar a los 11 años y había un tango que se bailaba, pero era la familia la que lo bailaba en los clubes. No hubo sábado que no tocara en una orquesta de mi ciudad, la Orquesta Típica de Oscar Raúl Pacheco. Era un tango que ya había progresado y había llegado a las familias que se divertían bailándolo.
—¿Florida era una ciudad tanguera?
—Sí, claro. Después de Montevideo es la ciudad más tanguera del Uruguay.
—¿Y cómo se vivía el tango allá?
—Comencé a vivir el tango a los ocho años más o menos. Mi padre me llevaba con sus amigos a tocar el tango en un bar frente a la capilla de San Cono. Después trabajé en el Tango Bar de Florida y ahí comencé a estudiar la psicología del floridense y del uruguayo. Esto me llevó también a entender una psicología, digamos callejera y entendí también que de ahí entra el tango. Mi tristeza era que a los jóvenes de mi edad no les interesara. No había caso y no tenía la posibilidad de transmitirle a ellos, lo que yo sentía con el tango.
—Que el tango llegue a los jóvenes es un tema que le sigue preocupando...
—Sí y que les llegué por el camino no comercial. No me gusta hacer entender eso que el tango es una cosa nuestra. No. El tango es lindo y se puede actualizar. No puedo escribir textos que que hablan todavía del farol de la esquina o de la de la casita de mis viejos.
—¿Y cómo se llega a los jóvenes?
—Hablar de lo que fue el tango, ir mostrando después la música de Piazzolla (que tampoco es música nueva) y después llegar a otras búsquedas.
—¿Cuál es el mayor bandoneonista uruguayo?
—Hay un gran bandoneonista muy olvidado aquí en Uruguay y a mí eso me da a veces hasta tristeza. Es René Marino Rivero quien fue, para mí, junto a su maestro Alejandro Barletta, el más grande músico que ha tenido la historia del bandoneón. En 1971 cuando yo tocaba en esta orquesta de Oscar Raúl Pacheco escuché un día en la radio de Florida que había un concierto de bandoneón por la noche la Casa de la Cultura. No sabía quién era. Fui y me encontré con otro planeta. No imaginaba que el fuelle pudiera ser dominado como lo dominaba Marino Rivero y eso le permitía sacar un sonido que para mí era completamente nuevo. Salí como enloquecido me puse a dar vueltas en bicicleta por Florida y hasta me tomé un whisky. Tenía 15 años y esperé al día siguiente para conversarlo con Pacheco, mi primer maestro en bandoneón, y él me dijo: “Marino Rivero y su maestro Alejandro Barletta conocen el bandoneón. Nosotros solo conocemos la mitad.
—¿Cómo ha evolucionado el instrumento?
—Pienso que después de Piazzolla ha habido poca evolución y mucho de lo que hoy se dice nuevo es más viejo que andar a pie.
—Su maestro en Florida le dijo que solo conocían la mitad del bandoneón. ¿Ya lo conoce todo?
—No. Sería un acto de presunción de parte mía juzgar lo que yo hago. Y además prefiero quedar siempre alumno.