Jaime Roos: "A veces las cosas están tan armoniosas que asustan"

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Jaime Roos. Foto: Marcos Mezzottoni

ENTREVISTA

Antes del show que dará el 17 de diciembre en el Estadio Centenario, el músico conversó con El País sobre las reprogramaciones, su obra y el presente

En los últimos seis años, Jaime Roos debe haber contestado cada mail que le mandó un periodista, siempre amable y siempre firme: alejado de la actividad musical se había alejado, también, de las instancias de entrevistas, y hacer una excepción sería generarse un problema.

Por eso, cuando volvió a dar una nota fue independiente y con Andrés Torrón, que de un tiempo a esta parte, con los textos que hizo para el proyecto Obra completa y con la publicación del libro Mediocampo, se convirtió en su confidente. Fue una larga charla a mediados de 2020, pensada para explicar el porqué de la primera reprogramación de su regreso, pura y exclusivamente a causa de una pandemia.

Desde entonces, mucha agua pasó bajo el puente y lo que se había pensado como una serie de noches en el Auditorio del Sodre, terminará en una única velada el 17 de diciembre en el Estadio Centenario. En el horizonte hay más shows, pero esa es otra historia.

CRONOLOGÍA DE UN REGRESO

“Nos salimos de la vaina por subirnos al escenario”

A fines de 2019, Jaime Roos anunció que en agosto de 2020 volvería a tocar, para celebrar los 50 años de carrera (de ahí Mediosiglo), y el final de su proyecto discográfico Obra completa.

Los conciertos sufrieron cuatro reprogramaciones a causa de la pandemia que implicaron, además, cambios de locaciones. Primero se pasó al Teatro de Verano y de ahí al Estadio Centenario. Una vez anunciado ese escenario —cuyo acceso que será exclusivo para público vacunado contra el coronavirus—, hubo dos reprogramaciones más, la primera por el calendario de la Copa Libertadores y la segunda por el de la competencia futbolística local.

Al final, Mediosiglo será el viernes 17 de diciembre a las 21.00 para 21.000 personas, ya que el Ministerio de Salud Pública habilitó el 100 por ciento del aforo, en este caso de la Tribuna Olímpica. Las entradas están a la venta en AccesoYa, de 1.200 a 4.200 pesos. Y las indicaciones para un eventual canje de tickets adquiridos para el Sodre se detalla en www.ShowJaimeRoos.com, donde también se podrá gestionar el reembolso de dinero de quienes no puedan asistir a la fecha del 17, entre el 1 y el 15 de diciembre.

“Lo que le quiero decir al público es que estamos que nos salimos de la vaina por subirnos al escenario y el único deseo es que sonemos bien”, dice Roos a El País. “Si nosotros tocamos bien, la gente va a estar muy contenta”.

En la previa de Mediosiglo, Jaime volvió a atender a los medios en una jornada que tampoco se salvó de reprogramaciones. Al final sucedió el viernes, justo cuando se informaba que Óscar Tabárez dejaría de ser el técnico de la selección uruguaya.

En una sala del hotel Hyatt, en una suerte de mundo paralelo, mientras se desarmaba ese proceso deportivo del que fue testigo de primera mano —y así lo registró junto a su hijo Yamandú en la película 3 millones, sobre el Mundial de Sudáfrica—, uno de los artistas más influyentes de la música popular uruguaya hablaba con El País de su propio proceso.

Esa tarde, Roos dijo estar “fundido” ya que el agotamiento le había “pasado factura”: había suspendido el ensayo del día y deseaba que llegara el fin de semana para recuperar energía y retomar las preparación de cara al Estadio. Avisó, eso sí, que Mediosiglo ya está listo para salir a rodar.

—¿Y cuál es la sensación que tenés respecto a la banda?

—De enorme alegría. Es alegría en estado puro, te diría casi inocente. Hay tanta inspiración. Se admiran entre todos, y cuando interpretamos las canciones nos metemos en la burbuja de la canción, que es volver a vivirla. Entonces en medio de tanta zozobra y tantos hechos, algunos desagradables, estas tardes junto a la banda completa son un bálsamo y son la justificación de todo.

—¿Cuando hablás de hechos desagradables, hablás de lo global o lo individual?

—Mirá, el atropello que sufrí desde el punto de vista profesional de parte de CAFO (la Comisión Administradora del Estadio), es el más grande de mi vida. Entonces en este momento, como dijo Spike Lee, haz lo correcto. Y lo correcto es no quedarse con la mirada en el parabrisas embarrado sino mirar más lejos. Nosotros tenemos que tocar, porque la gente nos está esperando hace dos años. Es una demostración de paciencia, de apoyo y de afecto muy grande, entonces en este momento, si estuviera en una situación normal, le hubiera pedido a la productora que cancelara mis conciertos. Pero no, porque después de haber llegado a una sexta reprogramación, tenemos que tocar como sea. Por nosotros mismos también. Ahora, después de que pase esto, veré lo que hago, puesto que el atropello ha sido demasiado grande para dejarlo pasar. Pero eso es para después. No podemos darnos el lujo de perder un minuto más en semejante mediocridad.

"El atropello que sufrí desde el punto de vista profesional de parte de CAFO es el más grande de mi vida"

Jaime Roos

—En una de tus últimas entrevistas, hace seis años, le dijiste a Jaime Clara que tu carrera había sido como un flechazo, un tiro en una dirección coherente. ¿Costó entender que ser coherente también era parar de hacer discos y más adelante, de hacer recitales?

—Yo no concibo hacer polución sonora. Le tengo demasiado respeto a mi obra como para, en cierta forma, ensuciarla con sonidos correctos pero finalmente mediocres. Entonces si no tengo algo que me motive a mí para publicar, pues prefiero el silencio. El silencio es parte de la coherencia.

—¿No tocar ha sido, de algún modo, una decisión artística?

—El no tocar tuvo que ver más con mi momento emocional, espiritual, por una determinada curva que tomé que me hizo tomar distancia del escenario. Y porque creí que Obra completa, el proyecto discográfico, lo iba a hacer en un año y medio y terminó en cuatro años y medio. Entonces de hecho, nunca paré, pero sí dediqué ese tiempo a la recuperación arqueológica de una obra que se fue haciendo a lo largo de 30 años de grabaciones. Y mirándolo en retrospectiva, fue una de las decisiones más sabias que tomé en mi vida. Me siento en paz. ¿Ahora? Ahora sí. Si aparecen canciones inspiradas, ¿por qué no grabarlas? De hecho han aparecido y apareció una productora independiente interesada en hacer un disco mío. Pero cualquier cosa que diga, promesa o comentario, es sarasa. Hay algo que es concreto y es que tengo ganas de entrar a estudio a grabar canciones nuevas (NdR: el último disco de estudio de Jaime Roos es "Fuera de ambiente", de 2006).

—Sin promesas, sí te hace ilusión reconectar con esa parte.

—Eso. Siempre dije que los discos los hago para mí, con la esperanza de que le gusten a los demás. Frase de Piazzolla que vengo repitiendo hace 30 años. El artista —sea bueno, malo, mediocre— tiene que crear para sí mismo, para sentir placer, con una sinceridad total. A los artistas que dicen que no les importa si lo que hacen les gusta a los demás, no les creo. Todo el mundo, cuando hace una tarta, quiere dársela de probar a los demás y que le digan: “Qué rico”.

—Imagino que para el Estadio no hay que esperar a ninguna de esas canciones inspiradas...

—¡La gente me mataría! ¿Vos te crees que quieren escuchar una canción nueva en el Estadio?

—Yo creo que varias personas las queremos.

—¿Y ustedes qué porcentaje del público son?

—Capaz que ínfimo.

—Es el problema de cuando se mezcla el ganado, ¿viste? Cuando presenté Hermano, te estoy hablando, parte de la publicidad era: “En este espectáculo no se van a interpretar ‘Amándote’, ‘Colombina’, ‘Durazno y Convención’”, o sea, vade retro. Tuvo mucho éxito igual (se ríe). Pero el problema, cuando un artista hace obra para un público con determinado nivel de sofisticación del lenguaje o de complejidad, y de repente toca para un público masivo y maneja un lenguaje muy cotidiano, es que es muy difícil, cuando se juntan ambas audiencias, que queden contentas. Para mí como artista, el máximo logro es haber podido salir del gueto de los amantes de la música para cantar para la gente. En este espectáculo hay canciones “escondidas”, que para cierto sector van a ser nuevas. Ahora, tengo una norma que es no estrenar canciones en vivo, si antes no fueron editadas en un disco. Aunque nadie haya escuchado el disco: no importa. Son mis reglas y las mantengo.

"El máximo logro es haber podido salir del gueto de los amantes de la música para cantar para la gente"

Jaime Roos

—Al revisar Obra completa, sorprende cómo en los textos de tu primer disco, Candombe del 31 (1977), aparecía ya una noción muy clara respecto a la identidad montevideana de tu música. Y de ahí hasta ahora hay un permanente control sobre lo que hacés. ¿En qué momento de tu quehacer artístico soltás las riendas?

—Y yo no sé trabajar de otra manera. El momento en que suelto las riendas es cuando compongo una canción. Ahí no es muy entretenido convivir conmigo. Es un perro aullándole a la luna. Hasta que van apareciendo fragmentos de música, las sílabas se van quedando adheridas a las notas, y ese es el momento de soltarse. En los ensayos nos soltamos mucho. Yo tengo un sistema donde únicamente puedo trabajar con músicos que tengan mucho talento y una alta autoestima, porque hay determinada fase en que les pido que toquen lo que quieran, sabiendo que la última palabra la tengo yo. Entonces puede llegar a ser muy difícil, para un talentoso, que yo le diga: “Hiciste cinco frases; la tres y cuatro eliminalas”. Un músico que no tenga la autoestima alta se puede sentir sumamente ofendido por una cosa así. Ahora, ¿se puede trabajar sin control? Sí. Si hacés free jazz, o viajás en el tiempo y caés en el primer concierto de los Sex Pistols. Duraron poco, ¿eh? Pero valió la pena (se ríe).

—El punk siempre está en vos.

—Lo que pasa es que yo era cracker. Yo era okupa en Ámsterdam, y fui cracker durante seis años. Viví en nueve o 10 casas distintas. “Crack” viene de romper, pegarle una patada a la puerta, entrar y tener listo el candado, la cerradura, una cama, una mesa, una silla, un florero y dos o tres libros para cuando venga la cana decir: “Yo vivo acá”. Varios de mis vecinos eran punks de la movida de Ámsterdam que fue el reflejo de lo que pasó en Londres dos años antes. Debajo de mi casa tenía al grupo Suspect que eran muy amigos de Nina Hagen, Herman Brood. Gente muy tranquila. Claro, cuando se suben al escenario es otra cosa.

—En la charla que tuviste con Andrés Torrón hablaron de lo que había implicado estar casi cinco años metido en tu obra, y dijiste: “Nadie sale indemne de vivir en el pasado”. ¿Qué huellas te dejó reconstruir lo hecho?

—(Piensa) A veces no se trata de determinada canción, sino de las sensaciones que se detonan trabajando en ella, en donde reaparecen olores, colores, voces de gente que uno ha dejado de ver para siempre... Entonces para cualquiera, revisitar el pasado es meterse en un pantano amenazante con respecto al dolor. A veces me junto con músicos con los que hice una gira 30 años atrás, y empiezan las anécdotas, los cuentos absurdos, maravillosos, y no nos acordamos de las pálidas que nos comimos algunos de esos mismos días, en situaciones de un estrés tremendo. Uno tiene un mecanismo psicológico de mandar a papelera de reciclaje los malos momentos. Y en esos asados uno tiende a reírse a carcajadas durante horas, porque se acumula lo bueno y cosas profundas que están llenas de amor. Pero nadie sale indemne de la visita a un período tan extenso como este.

—En esa nota también resaltaba la imagen de tu vida como un living muy desordenado tras una pelea de perros, que había empezado a ordenarse. ¿Hoy el living cómo está?

—Dejando de lado el enorme estrés que tiene que ver con todo este viaje de arena gruesa de las reprogramaciones, y el daño que nos ha hecho la pandemia, el living está realmente muy bonito. Está muy armonioso. Cuando cumplo años, la gente me saluda pero no sabe que en realidad yo cuento los años que dejé de tomar. La última vez que tomé fue en mi cumpleaños de 2013: me regalaron una botella de Chivas Regal y me la tomé en un día. Qué lindo, ¿no? Bueno, acabo de cumplir ocho años. Coincidentemente, conocí al amor de mi vida, Andrea, que ha sido fundamental en absolutamente todo lo que he vivido. No quiero que esto se convierta en una especie de historia idílica, pero a veces las cosas están tan armoniosas que asustan.

—Quiero parafrasearte tu “Tema del hombre solo”, y eso de: “Futuro es muerte, pasado gente, y el presente, ¿qué?”.

—¡Qué buena frase! Es de las que me gustan (sonríe).

—Entonces, ¿el presente, qué?

—(Continúa la letra de la canción) ¡Y el presente es nada más!

—¿Sigue siendo nada más?

—No, no. El hombre solo no está más solo. A pesar de que nos morimos solos, ya lo sabemos eso. Pero yo no sé. Capaz que no me muero solo. El presente goza de buena salud.

ausencia

Una banda enorme sin Hugo Fattoruso

En el Estadio Centenario, a Jaime lo acompañará la banda más grande con la que ha tocado, y eso no incluirá a Hugo Fattoruso, que sí estaba en el plan original. Según dijo Fattoruso en entrevista con La Diaria, la vacunación contra el COVID-19 habría sido clave en la decisión. Al respecto, dice Roos: “Sería imposible que tuviera un problema personal con mi querido amigo Hugo, y tampoco fue un problema musical; bueno fuera. Simplemente no nos pusimos de acuerdo en cuanto a requisitos profesionales para la tercera postergación. Y lamentablemente no pude invitarlo para este concierto. Ojalá que en el futuro podamos seguir grabando y tocando juntos”.

Los que sí estarán en escena serán Martín y Nicolás Ibarburu, Juan Ibarra, Pablo y Manuel Silva, Jorge Gómez, Raúl García, Pablo Iribarne, Gerardo Cánepa, Gerardo Alonso, Poly Rodríguez, Gustavo Montemurro, Pablo Somma, Pitufo Lombardo, Pedro Takorián, Nico Grandal, Maxi Méndez, Edén Iturrioz, Maxi Pérez, Agustín Pittaluga, Fabricio Ramírez y el Zurdo Bessio.

discografía

El cierre del proyecto "Obra completa"

El tiempo que pasó sin grabar nueva música ni dar conciertos, entre 2015 y 2020, Jaime Roos se lo dedicó esencialmente a la restauración y reedición de toda su obra, un trabajo que definió como de “arqueológico”.

De la mano del sello Bizarro Records, el responsable de varios clásicos de la música uruguaya —”Durazno y Convención”, “Adiós juventud”, “Brindis por Pierrot”, “Cuando juega Uruguay”, “Los futuros murguistas” y la lista es larguísima— elaboró Obra completa. Se trata de una colección de discos que abarca todos sus álbumes de estudio y en vivo y algunas recopilaciones de rarezas e inéditos, que incluye el audio remasterizado, una gráfica fiel a la original, reseñas históricas y la correspondiente versión digital que está disponible en plataformas. En formato físico, Obra completa se editó en cinco tandas de cuatro álbumes cada una; son 20 piezas en total. En paralelo, se reeditaron en vinilo los álbumes Fuera de ambienteMujer de sal junto a un hombre vuelto carbón, Siempre son las 4 y Mediocampo, que ya fue reconocido como Disco de Oro en este formato.

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