ADIÓS
Con "Great Balls of Fire" y “Whole Lotta Shakin’ Goin’ On” revolucionó la música en la década de 1950; una vida llena de infortunios y malas decisiones marcaron su carrera
Esta vez sí, con Jerry Lee Lewis, fallecido a los 87 años, se va el último de los pioneros de la música que dominó la cultura juvenil hasta hace no tanto: el rock and roll. Lewis fue el primero en enseñarle al mundo su poder diabólico.
Llegó al mundo de la música cuando se andaba precisando alguien como él. Se presentó en Sun Records; el estudio se había desprendido de Elvis Presley y mostró que con un repertorio country acelerado y un piano cerca, esa música podía sublevar a los jóvenes. Su controversial vida personal arruinó su carrera, y aumentó su fama de díscolo.
Lewis, que hacía tiempo pasaba una sucesión de achaques de salud, murió en su casa del condado de DeSoto, Mississippi, al sur de Memphis, Tennessee. No se dio ninguna causa de su fallecimiento.
Había nacido el 29 de septiembre de 1935 en Ferriday, Luisiana, y rápidamente se convirtió en una suerte de prodigio con agenda completa en bailes y clubes locales. Sus padres, pobrísimos, habían hipotecado su casa para comprarle su primer piano. Lo echaron de la Iglesia por hacer una versión boogie-woogie de un himno del misal.
Menos de un año después de presentarse en los estudios Sun de Memphis, Lewis ya había mostrado su arsenal más poderoso. En 1957, lanzó éxitos como “Crazy Arms” y principalmente “Whole Lotta Shakin’ Goin’ On” y “Great Balls of Fire”, dos rocanroles incendiarios con Lewis aporreando el piano con un inusitado fervor de poseído.
Por entonces, además, integró uno de los supergrupos más legendarios de la historia de la música popular: el 4 de diciembre de 1956, grabó con Presley, Johnny Cash y Carl Perkins la sesión que sería conocida como la del Million Dollar Quartet.
Con ventas que lo llevaron a ser uno de los números más exitosos de los orígenes del rock and roll, en algún momento se temió que le robara el cetro a Elvis. Lewis era lascivia pura comparado con los movimientos pélvicos de Presley que tanto espantaron entonces. Había algo prostibulario en ese country blues acelerado al que Lewis encaraba con un rulo rubio tapándole la cara.
Se lo conocía como “The Killer” (“el asesino”) y se lo tenía merecido.
Pero como muchos de aquellos primeros rockeros, así como subió, Lewis cayó estrepitosamente. Tan rápido como había crecido.
En 1958, cuando comenzaba una gira británica que se presumía consagratoria, los diarios señalaron que una muchacha que viajaba con él, Myra Gale Brown, era su prima y su esposa, y tenía 13 años. Lewis, además, aún estaba casado con su segunda esposa.
Consultado por la situación, el músico contestó con una frase infausta cuando le indicaron si Brown no era un poco joven de más: “Para nada. La edad no importa en mi país. Podés casarte a los 10 si encuentras un marido”. Lewis era un cristiano fervoroso y practicante como su primo, el predicador Jimmy Swaggart.
Así fue el primer cancelado de la era moderna. Cuando volvió a Estados Unidos, su carrera como estrella de rock and roll estaba básicamente terminada. Las radios no pasaban su música, los conciertos se suspendían y Sun no le renovó el contrato.
Hallaría una segunda oportunidad en la música country, uno de los géneros que estaba en la base de su arte. En la década de 1960 y 1970 tuvo un éxito en las listas de música country hasta que a mediados de la década de 1970 atravesó otra mala racha. El combustible, esta vez, fueron los excesos de drogas y alcohol y hasta cruces con el fisco y la policía.
En 1973, Jerry Jr., su hijo, murió en un accidente automovilístico; en setiembre de 1976 le disparó al pecho de su bajista, Norman Owens. Sobrevivió pero lo demandó y le sumó al músico otra contrariedad. Ese mismo año fue arrestado frente a la mansión de Elvis, borracho y enarbolando un arma.
Esa sucesión de eventos desafortunados incluyen a dos esposas fallecidas (una de sobredosis, otra ahogada); en total se casó siete veces.
A fines de la década de 1980 y poniéndole algo de voluntad, Lewis empezó a limpiar su acto. Ayudó mucho Bolas de fuego, la biopic de su vida con Denis Quaid en el protagónico y dirigida por Jim McBride.
La película, que no estaba nada mal, acercó aquellas primeras canciones a nuevas generaciones que entendieron las razones por las que Lewis fue una inspiración de unos británicos peludos que atendían como los Beatles y los Rolling Stones.
Fue de los primeros en ingresar al Salón de la Fama del Rock and Roll y este año ingresó al de la música country.
Grabó unos 40 álbumes de estudio; el último fue Rock & Roll Time en 2014. Mean Old Man, editado en 2010 y su último éxito (llegó al Top 30 estadounidense) estaba integrado por duetos con estrellas como Mick Jagger, Sheryl Crow, Willie Nelson y Eric Clapton.
“Hay una diferencia entre un estilista y un fenómeno”, le dijo en 1981 a la revista Goldmine, según recordaba ayer en su obituario The New York Times. “Yo soy un estilista. Elvis fue el fenómeno, nunca te olvides de eso”.
Lewis fue uno de los elegidos por el dios (o el diablo) del rock and roll. Su estilo en el piano (esa mano derecha salvaje), su biografía y sus canciones definieron un género que alguna vez representó la rebeldía. Pero eso pasó hace mucho y cada vez quedan menos que puedan recordarlo.