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Al tiempo de incertidumbre y de pausa global, No Te Va Gustar —la banda, si todavía hace falta presentación, más internacional del país— le hizo frente con Luz, un disco entre lo casero y la producción más elevada posible, hecho en una estancia de lujo en José Ignacio y expandido en un documental que está en YouTube.

En vivo, el estreno del álbum fue un doble fecha en el Estadio Centenario, la confirmación definitiva del estatus del proyecto encabezado por Emiliano Brancciari. Luego se inauguró una gira internacional que convocó a una multitud en La Plata y siguió, desde fines de 2021 hasta ahora, por decenas de ciudades argentinas, México, Chile, Paraguay, España y Alemania. Quedan, para este año, las presentaciones en Ecuador, Colombia y de vuelta en el vecino país, con doble fecha agotada en el Hipódromo de Palermo.

Pero antes, No Te Va Gustar llevará a Luz por el interior uruguayo. El tour comienza hoy en el Teatro de Verano de Fray Bentos. Seguirá mañana en el Parque Harriague de Salto, el domingo en la Laguna de las Lavanderas de Tacuarembó; el 9 en el Teatro de Verano de San Carlos, el 10 en el Parque de la Hispanidad de Durazno, y el 11 en Melo. Para todos quedan entradas a la venta en Tickantel.

El cierre será el 4 y 5 de noviembre en el Teatro de Verano de Montevideo, con tickets prácticamente agotados.

Antes del tour, Emiliano Brancciari, Denis Ramos y Martín Gil charlaron con El País. Esta es parte de la conversación.

—¿Cómo ha sido volver a la ruta tras tantos meses de encierro y de pausa?

Emiliano Brancciari:

Está siendo todo mejor de lo que imaginamos, la verdad. Los shows explotados, la gente está realmente prendida fuego, yo imagino que debe ser con todos los artistas porque fue demasiado tiempo sin conciertos, pero realmente superó las expectativas en todo sentido. Con más gente de la que esperábamos, también estamos disfrutando un montón de pasar tiempo juntos; no sé, nos pasa que estamos un tiempito sin vernos y cuando nos juntamos de vuelta para hacer otra cosa, como que nos extrañamos. No sé qué pasó. Nos volvimos a enamorar.

Denis Ramos: Y está la euforia en lugares donde no ocurría. Una euforia generalizada en cada concierto, extra. Fue notorio, medio fuerte, chocante para bien cada salida al show.

Martín Gil: Y nosotros sabíamos que teníamos ganas de tocar, pero no sabíamos que teníamos tantas ganas. Unas ganas infinitas. Realmente fue un parate bastante largo, mucho más de lo esperado, pero sin duda fue suficiente para renovar la energía.

—Están presentando finalmente Luz, este disco que fue un desafío, un punto de quiebre, un cambio. ¿Cómo está cambiando en el vivo?

E. B.:

Está buenísimo lo que pasa con las canciones nuevas y la gente, hasta canciones como la que cierra el álbum (“Yendo”), que entró un poco por la ventana pero era más bien para el disco, la tocamos en vivo con un placer, y la gente se mete en ese canal… Tocamos gran parte del disco, la mitad o más, y realmente es un show superhomogéneo, entre los clásicos y los nuevos. Y ahora estamos en el momento de disfrutarlo realmente. Ya estamos reaceitados.

D. R.: Ya pasaron la prueba los temas nuevos, con la gente.

—Ahora van a empezar el tramo por Uruguay. La última gira local grande que hicieron era con un espectáculo muy diferente, Otras canciones, y esto es volver al origen, eléctrico, en casa.

E. B.:

Es como que nos lleva a aquellos momentos de felicidad, de salir al interior con otra juventud, donde íbamos a tocar al medio del baile, en los boliches a las tres de la mañana. Se cortaba el baile y tocábamos nosotros, que era un desafío también. Estuvo buenísima toda esa etapa y un poco te lleva, más allá de que son shows completamente distintos, circunstancias totalmente distintas. Te lleva a esos lugares donde fuiste feliz.

—¿Cuál es el primer show que recuerdan en el interior?

Todos:

Tala (por el boliche Jaque Mate).

E.B.: (Se ríe) Íbamos mucho. Fue el primero de Denis, se nos fue a la zanja el bondi…

M. G.: Fríos, muchos fríos. Muchos panchos...

D.R.: El camarín helado.

E.B.: Era calentar a base de whisky barato (se ríe).

D.R.: Tengo el escenario marcado ahí. Mi primer show fue el 21 de octubre del 2000. A ellos los conocí dos semanas antes, y en esas dos semanas fue como un conocimiento extremo, por cómo uno es. Arranqué muy serio y pasaron millones de cosas.

M.G. ¡Imaginate lo que le duró la seriedad!

D.R.: Y el show fue increíble. Si bien no todo el boliche estaba pendiente de nuestro show, los que estaban ahí conocíamos las canciones. Y por ahí atrás sonaba la otra pista; en los silencios entre tema y tema escuchabas a L’Autentika, Los Fatales…

—¿Qué creen que les dejó curtirse en boliches de cumbia, competir con otro sonido y hacer un esfuerzo real por ganarse la atención de la gente?

E.B.:

Nos dio un montón de experiencia, de roce con la profesión, con el oficio.

D.R.: De sacrifico.

E.B.: Todo se multiplicaba en base al boca a boca. Si dabas el mejor show posible, esa persona le iba a decir a sus amigos que la próxima vez no se lo pierda, y asi fue todo nuestro crecimiento de los primeros años. Ensayo y error; no tenías a quien mirar para ver cómo se hacía, y todos fuimos aprendiendo. Y cuando aprendimos todo, lo fuimos a hacer a Europa de cero: sin técnicos, empezar de vuelta. Y es súpervalioso para la banda que somos hoy, que hayamos vivido todo eso.