Soledad Silveyra con El País, íntima a los 70 años: "Me cansé de ser la Solita eterna"

Compartir esta noticia
Soledad Silveyra en "Dos locas de remate". Foto: Difusión

ENTREVISTA

La actriz argentina hace "Dos locas de remate" en el Teatro Metro, y antes habla de su amor por Uruguay, de la popularidad, la juventud y la militancia por la eutanasia.

Son las 11 de la mañana y todo en la habitación de Soledad Silveyra indica que acaba de llegar. Hay algo de maquillaje desparramado en la mesa ratona, un paquete de frutos secos apenas empezado, una cartera abierta en el piso y, en el aire, el estrés de una valija que se traspapeló en el viaje. Hay hasta un puñado de extensiones rubias a la vista, y una taza vacía, que Solita mira mientras, al teléfono, pide un café más, esta vez más intenso.

Son las 11 de la mañana y sentada en el sillón de la suite de un hotel montevideano, Soledad Silveyra conversa con la gracia y la fluidez de algunos pocos. Alguien escribió que es la entrevistada ideal; no estaba
para nada equivocada.

En charla con El País recuerda aquella vez que Julio María Sanguinetti fue a verla al Teatro Solís, con el monólogo Nada del amor me produce envidia de Santiago Loza. Pregunta por la relación de la masonería y la política, por la Comedia Nacional, por la discusión sobre la eutanasia que se lleva a cabo en el país. Escucha atenta sobre el teatro de Sergio Blanco, despacha rápido una llamada, o bien dice que está cansada de la televisión y convencida de que va a morir sin haber hecho un clásico en el teatro.

El teatro es el que la trajo de vuelta a Uruguay, ahora con Verónica Llinás y la comedia Dos locas de remate, que dirige Manuel González Gil. Tendrá cinco funciones entre hoy, mañana y el domingo en el Teatro Metro; últimas entradas en Tickantel. Por eso, esta charla.

—¿En Uruguay, a esta altura, te sentís como en casa?

—Como en casa. Amo profundamente al Uruguay, amo a la política uruguaya, amo a mis amigos, tengo a una sobrina política viviendo en Rocha, tengo veranos eternos acá. Es un país que quiero y respeto profundamente. Que la Iglesia esté separada del Estado o, no me gusta hablar de mi país fuera de mi país, pero el abrazo de Sanguinetti y de Pepe (Mujica) es una cosa que tengo guardada en el corazón como clase de lección política, que desgraciadamente en mi país no ocurre. Es lo único que puedo decir.

—¿Consideraste ser una de las argentinas que decidió instalarse, al menos parcialmente, de este lado del río en los últimos años?

—No, no. Tengo a mis nietos allá, a mi familia. No creo tener la guita tampoco para poder hacerlo. Este es un país muy caro para nosotros, pero no podría hacerlo económicamente; no quisiera alquilar, tendría que comprar... No, ni se me pasó por la cabeza. Adoraría estar acá, pero no puedo hacerlo (se ríe).

—Estás, ahora, en Montevideo para hacer Dos locas de remate junto a Verónica Llinás. ¿Qué te interesó de esta comedia?

—Cuando leí la comedia no me gustó. Dije: “Esto es un grotesco, yo no sé hacerlo, no”. Pero cuando me dijeron que iba a estar Verónica, que viene del under, que tiene un lenguaje corporal y una formación totalmente diferentes a las mías, dije: “Capaz que aprendés algo, Silveyra”. Acepté la obra porque estaba Vero, y la verdad es que fue un enorme aprendizaje. Muy duro al principio, realmente muy difícil. Creía que esta vikinga me iba a pasar por arriba en dos segundos, que me iba a destruir, pero fue una hermosa construcción y hoy le tengo un profundo afecto. Tenemos que estar muy orgullosas de lo que hicimos. Te diría que hasta hicimos algunas sesiones de terapia, porque a veces salíamos, nos peleábamos, éramos dos nenas; los egos... Pero yo decía: “No podemos ser esta grieta argentina, ¡por favor! ¡Somos mujeres! ¡Tenemos esta responsabilidad!”.

Soledad Silveyra y Verónica Llinás en "Dos locas de remate". Foto: Difusión.
Soledad Silveyra y Verónica Llinás en "Dos locas de remate". Foto: Difusión.

—¿El seguir aprendiendo es la motivación que te sostiene?

—Sí, es fundamental. Imaginate: acabo de cumplir 70 años, hice de todo, y de lo único que tengo ganas es de seguir aprendiendo. Ahora me quiero ir a España a hacer un curso con (Juan Carlos) Corazza, como si tuviera 17. Quiero aprenderme un texto de Chéjov, no sé; estos 10 años los quiero disfrutar en aprendizaje. Me han ofrecido hacer Emily; la Zorrilla desde arriba me mira y me hace con el dedito: “Mmmm, no estoy segura”. La tengo en la mesa de luz a China, y cuando sienta la señal tal vez lo haga.

—En tus redes sociales se suelen compartir mensajes que te manda la gente luego de ver Dos locas de remate, y aparece mucho el: "Gracias por la risa". ¿Qué fue lo que más te costó de hacer reír desde este lugar más grotesco?

—(Piensa) Ay, cómo lo digo... Entender que el grotesco tiene un valor enorme. Yo no sé si es exactamente grotesco lo que hace Vero, pero creo que lo que más me costó fue llegar a ese lenguaje, manteniendo la diferencia porque los personajes son tan diferentes como Vero y yo. Yo soy una pobre desgraciada, Vero es una gran triunfadora, entonces tuve que acceder a otro lugar. Y estoy haciendo un lindo payasito.

—¿La escuchás mucho a China todavía? ¿La tenés presente?

—Sí. Yo no hablo en pasado de China. No es que no acepte su muerte ni nada, pero sigue adentro mío permanentemente.

—Reivindicás el hecho de ser una actriz popular, aún cuando se suele mirar a lo popular de costado. Vos te abrazás a eso.

—Yo me abrazo a eso. He hecho Gran Hermano, he hecho Showmatch, he tratado de sumar generaciones, clientela (se ríe). Soy una actriz de teatro, pero esto de ser popular me da tanto afecto, ¡tanto! Siento que en mi país soy una actriz querida y eso me hace mucho bien a mí, a mis nietos, que sienten el respeto y el cariño. Yo nunca dije que era actriz, lo fueron descubriendo de a poco. Además la popularidad ya la gané; ahora hace años que trato de ganar el prestigio. Pero no me saco la popularidad de encima: adoro ser una actriz popular.

—¿Con qué trabajos sentís que alcanzaste el prestigio?

—A los 20 años Sergio Renán me ofreció Sabor a miel, y me rodeó de lo mejor: me puso a (Héctor) Alterio, Elsa Berenguer, Jorge Mayor. Y ahí supe que para ser buena actriz había que tener buenos textos. La del prestigio es una búsqueda que se mantiene, aunque creo que ya lo tengo. Hoy me divierte componer. Me cansé de ser la Solita eterna, por más de que me la pidan. Yo digo: “Me voy a dejar las canas”, y me dicen: “¡No! ¡Vos tenés
que ser Solita!”.

—¿Cómo lidiás con esa presión de la eterna juventud?

—Me cansé. Me cuido, y de alguna manera trato de que esa Solita esté presente porque soy Solita: mi sonrisa es mi sonrisa, mi alegría es mi alegría, soy muy vital. Pero me gusta más componer ahora. Dije que no a una serie donde el personaje se parecía mucho a mí; yo lo quería llevar a una Nacha Guevara, que es más star, pero con la gira no se podía. Yo de estrella no tengo nada, no me considero nada estrella.

—Has ganado mucho lugar en las redes, sobre todo a través de fragmentos o memes de la telenovela Amor en custodia. ¿Qué te genera verte en
ese lugar?

—Ah, me mato de risa. Me causa mucha gracia. Era una novela muy graciosa, la verdad. ¡Yo tenía gemelos, y tenía 55 años! Eso, más todas las formas de hacer el amor de Osvaldo (Laport)... Me divertí muchísimo con él y verlo me causa gracia, nostalgia. Adoro verme de joven y no sufrir, entender que el tiempo pasa.

—En 58 años de carrera, ¿te arrepentís de algo de lo hecho?

—Tal vez de haberles dedicado a mis hijos el tiempo que les dediqué. Me lo han cobrado; ahora ya perdonan. Un día mi hijo me contestó de una manera que me dolió mucho, le pregunté por qué y me dijo: “Bueno, mamá, tampoco es para tanto. Hiciste lo que pudiste”. Me dolió más (sonríe). Pero es verdad. Fui madre a los 19 años, muy jovencita, laburaba como una perra, siempre banqué todo, y eso tiene sus costos. Ahora estoy tratando de recuperar con los nietos lo que no le di a mis hijos. Son mi pasión.

—Me dijiste que te gustaría hacer algo por el patrimonio cultural argentino. ¿Te inquieta tu propio legado?

—No. Yo no guardo nada. Y no, no me preocupa. Ahora, si vos me decís: “Solita, ¿de qué te ocupás?”, es de un escribano para poder hacerme eutanasia, y si no consigo hacerlo en mi país, guardar plata para hacerlo en Suiza, llevar a toda la familia y que después se vayan a esquiar. Y que me despidan con “Brindis”, cantado por Soledad, en todos los parlantes. Tengo esa imagen; quiero ser una militante de la eutanasia. Yo soy medio bruta, pero se lo planteé a mis nietas, que tienen 13 y 14, y les dije: “Chicas, quiero que el día que me muera sea una fiesta”. Con una sonrisa: así me quiero ir de este mundo.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Soledad Silveyra

Te puede interesar