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Daniela Martínez (45 años) tomó una decisión clave. Hacía 12 años que trabajaba en la dirección administrativa del Instituto Uruguayo Brasileño, un trabajo que le consumía muchas horas del día y la estresaba bastante. Sentía que esa tarea, que le había costado muchos años conseguir, le estaba afectando la salud y haciendo perderse el crecimiento de sus hijos Sofía y Santiago, que entonces tenían 12 y 8 años respectivamente.

“En comunión con mi esposo decidimos que lo mejor era renunciar y dedicarme a la familia”, recuerda.

Pero al haber trabajado toda su vida, desde los 18 años, la rutina de la casa le costó un poco. Sentía que necesitaba algo más.

Entonces aparecieron las plantas, una actividad que siempre le había gustado y que ahora se le presentaba como una forma de relajar la mente y desenchufarse.

“Viví toda la vida en casa y siempre fui muy del jardín. Mi mamá también es muy de las plantas. Yo siempre estoy viendo qué plantas comprar”, cuenta desde su casa de Lagomar.

Buscando información en Internet sobre las suculentas y los cactus, su esposo descubrió la historia de David Latimer, el ingeniero jubilado que desde hace 53 años cuida una tradescantia que conserva dentro de una gran damajuana y a la que solo ha regado dos veces en su vida.

Entonces Daniela tomó un bollón grande que tenía para velas y junto con su marido y sus hijos colocaron pedregullo, un poco de arena y tierra. “Yo tenía esa misma planta y plantamos unos gajitos. La cerramos con un nylon y dura hasta el día de hoy”, relata sobre lo que pasó una tarde de noviembre de 2018.

Fue la curiosidad de ver que pasaban los meses y la planta seguía viva lo que impulsó a Daniela a repetir el experimento para decorar distintos rincones de su casa. Bollón lindo que veía, bollón que compraba. Pero llegó un momento que ya no tuvo dónde ubicarlos.

“Mamá, te quedan hermosos, tendrías que hacer para vender”, fue el comentario que le hizo su hija y que la empujó a dar el siguiente paso. Como no tenía experiencia en ventas comenzó a investigar en Internet y se topó con que hay muchos países que hacen este tipo de jardines autosustentables.

“Tienen acceso a envases de vidrio espectaculares y hacen unos jardines divinos”, apunta.

No fue un obstáculo. Su esposo Fernando se apareció un día con un montón de frascos, al estilo carameleras, y le dijo ‘vamos a arrancar a hacerlos’.

Fue así que en junio de este año nacía oficialmente Tinny Gardens, nombre que también lleva la página que le abrió su hija en Instagram y a través de la cual venden los jardines.

Las primeras ventas fueron a amigos y familiares… hasta que apareció Malos Pensamientos. El programa radial que conduce el Licenciado Petinatti cuenta con El empujón, un espacio semanal en el que ayuda a los pequeños emprendimientos haciendo que aumenten sus seguidores en Instagram.

Fernando lo escuchaba y le sugirió a Daniela comunicarse. Ella dudó tres viernes seguidos, hasta que su marido insistió tanto que al cuarto viernes mandó un mensaje.

“¡A la media hora me estaban llamando! Y ahí explotó el Instagram, pasé a más de dos mil seguidores”, recuerda emocionada.

Ese mismo día concretó las dos primeras ventas a “desconocidos”. Cuenta que uno de ellos hasta fue a buscar el jardín a su casa.

Gracias a Malos Pensamientos también conoció a Cecilia Mato, la artesana de Contar conmigoque realiza ovejitas en lana. “Le compré sus ovejitas, empezamos a charlar, me contó de las expo y me pasó datos de diferentes ferias de emprendedores”, señala Daniela.

Así fue como comenzó a participar de las ferias. La primera que hizo fue la Expo de los Artesanos en San Jacinto. Otra que recuerda especialmente fue Atlántida Jardín, feria que se hace una vez al año, todo un fin de semana. “Fue impresionante, todo un éxito”, acota.

Sus clientes son personas de todas las edades. “Desde jóvenes-jóvenes hasta niños que dicen ‘¡ay qué linda plantita para mi cuarto!’, además de gente grande. Se da mucho la compra para envíos para regalo porque es algo que dura”, comenta la emprendedora.

Daniela intenta imprimirles un toque que diferencie a sus jardines de lo que pueda encontrarse en Internet. “Con el tiempo fui adquiriendo experiencia y me quedan más lindos”, afirma.

Además se encarga de hacer el envío y personalizar la tarjeta. Fernando, en tanto, la ayuda a armar los puestos en las ferias y Sofía se ocupa de los logos e Instagram.

“No están tanto como al principio porque cada uno tiene sus actividades y sus estudios, pero me siguen ayudando y apoyando”, destaca Daniela sobre esta nueva actividad con la que se encontró casi sin querer y que hoy disfruta como la mejor de las terapias.