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Renée y Silvia Llopart encontraron la técnica que buscaban para llevar adelante un emprendimiento textil en el que también disfrutan del dictado de talleres.
Renée Llopart regresó de Australia, donde había vivido por un tiempo, con ganas de volver a trabajar con su hermana Silvia. Ya habían tenido una experiencia exitosa como socias al frente de Jugarte, un emprendimiento que realiza juegos de mesa didácticos en madera y con el que Silvia siguió adelante con una nueva socia.
“Empezamos por las telas, a intervenir ropa ya hecha; queríamos darle una vuelta y personalizarla. Las dos fuimos siempre de la idea ‘no quiero vestirme como todo el mundo’”, contó Renée. Fue así que un día Silvia le comentó sobre una técnica nueva que le llamó la atención y que podría ser el camino a tomar. Se pusieron a investigar en internet, pero no encontraron mucha información.
Ese verano de 2015, Renée se fue de vacaciones a Florianópolis. El destino la llevó a toparse con Nara Guichon, una artista brasileña textil que había estado en Alemania y había importado a Brasil el ecoprint, precisamente la técnica que las hermanas estaban buscando desarrollar juntas. “En el medio de un morro, con un corazón gigante me enseñó la técnica, me dio los primeros pasos”, recordó.
Fue la única enseñanza directa que tuvieron y que las dejó en contacto continuo con esta artista que, cada septiembre, viene a Uruguay a hacer experiencia, mientras que las hermanas Llopart le devuelven la visita en Semana Santa.
“Es un ida y vuelta para enriquecernos”, dijo Renée a El País.
El primer año fue de mucho estudiar, estudiar y estudiar; experimentar, buscar telas. “Ver por dónde iba el ecoprint para nosotras, qué queríamos. Ahí nos dimos cuenta de que iba mucho por el reciclaje y la búsqueda de esa identidad”, explicó en la entrevista.
Estaba definido, se iban a dedicar a convertir sábanas antiguas y manteles en prendas de vestir únicas gracias al uso de esta técnica. Había nacido Donya Dominga.
Pasos.
“Nuestra idea es darle una segunda vida a esos bordados que no se sabe bien quién los hizo y que llevaron horas. Hacemos faldas, vestidos, de repente un bolso… estamos siempre buscando que esté la huella de lo antiguo. De repente tenés una blusa que tiene como bolsillo un bordado”, describió Renée sobre lo que logran con sábanas donadas por abuelas, gente que está “desarmando” la casa de sus padres o que consiguen en la Feria de Tristán Narvaja. El trabajo con las hojas hace el resto porque el ecoprint es muy amplio. “Hay muchos caminos para hacerlo y muchísimas formas de verlo. Con la misma técnica y las mismas hojas podemos lograr resultados totalmente distintos”, detalló Renée.
Este año la pandemia de la COVID-19 les hizo descubrir que con lo que uno tiene en casa se puede hacer ecoprint.
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Basta tener una lata vacía de, por ejemplo, duraznos en almíbar; un poco de vinagre de cocina; hojas que tiñan, como de eucalipto o rosal; una tela de origen natural, sea algodón, lino, seda o lana, y una bolsa de nylon para poder usar las ollas del hogar sin contaminar.
“Con eso te enseñamos a hacer ecoprint”, dijo Renée sobre lo que comenzó con dos talleres online gratuitos.
La respuesta de la gente hizo que la experiencia continuara y que las contactaran interesados de otros países, como México, Brasil o Argentina.
Se sumó la gente del interior del país, que ha hecho que decidieran dejar al menos un taller online en funcionamiento para quienes no pueden venir a Montevideo a las clases presenciales. Incluso, para los alumnos preparan un kit de trabajo para mandarles por encomienda.
Dónde encontrar a las hermanas Llopart
Están presentes en las redes en Facebook e Instagram, tienen sitio web -donyadominga.com- y desde hace cuatro años se presentan en la Feria Ideas+.
Dos frentes.
Por un lado, Donya Dominga se dedica a la confección de prendas y bolsos, sea diseñados por Renée y Silvia, sea a pedido de clientes, como una chica que se les acercó en la Feria Ideas+ solicitándoles consejo para usar en su vestido las hojas del árbol de su casa de toda la vida. “Son pedidos especiales que nos encantan y nos llevan a personalizar un poquito más”, destacó Renée.
Silvia estudió en la Facultad de Bellas Artes y Renée, en la de Arquitectura, o sea que tienen formación en diseño aunque no textil. “Vamos diseñando, tirando líneas, cosiendo, probando, haciendo moldes. De ahí sacamos una colección”, señala Renée a El País.
La segunda línea de trabajo de Donya Dominga es el dictado de talleres, que pueden ser en su propio espacio del barrio Atahualpa, que no es otro que la casa de Silvia adaptada con el consentimiento familiar (tienen dos hijos cada una), o yendo ellas a dar clases en otros lugares, varios en el interior del país.
Los talleres pueden ir desde tres horas (básico) hasta siete de corrido. También los comparten con otros emprendedores, como es el caso del taller que dictan en Minas con una artesana que trabaja el fieltro.
“Nos encanta que nos inviten del interior del país a dar talleres. Cargamos la olla, el quemador, hojas y todo lo que precisamos adentro de un auto y vamos”, contó. Con ellas han tomado clases artesanos como Jacarandá Encuadernación Artesanal, Jimena Damiano o Una Costumbre Oriental (UCO).
“Estamos muy enfocadas en transmitir la técnica a todo el que quiera y es divino”, relató con entusiasmo Renée sobre esos talleres que logran convocar desde niñas de 12 años, interesadas en la aplicación de la técnica en papel; pasando por mujeres de entre 20 y 35 años que buscan aprender una técnica para aplicar en su emprendimiento (futuro o en rodaje), hasta las mujeres que se están por jubilar y quieren hacer algo con su tiempo libre o artistas con ganas de incursionar en algo nuevo. “Nos pasó con la artista plástica Rosa Barragán, que se maravilló con el ecoprint y siempre que puede está en el taller”, comentó la artesana. Acotó que en tres años de talleres solamente tuvieron tres alumnos hombres.
“Nuestro objetivo es llegar a la mayor cantidad de personas con el ecoprint para que logren ver el contacto con la naturaleza. El sueño es tener una escuela, dar más cursos y tener espacios de experimentación donde las personas puedan participar”, destacó Renée sobre este emprendimiento con el que las hermanas Llopart están cumpliendo un anhelo tanto familiar como vocacional.
Entre la "ñ" que no existe y lo femenino
Dominga era la abuela paterna de Renée y Silvia. Le heredó su máquina de coser a pedal a Renée por ser la que tenía más contacto con las telas, máquina que tienen en el taller. Bautizar Doña Dominga al emprendimiento era el homenaje perfecto, pero estaba el problema de que la “ñ” es una letra que solo se usa en idioma español. Cambiaron a Donya y se dieron cuenta de que así se dice “doña” en catalán, del que tienen origen. “Todo cerró al saber que Donya, en lengua árabe, es ‘mundo en femenino’”, cuenta Renée. Ellas dicen Doña Dominga, “pero pila de gente le dice Donya (como suena), lo aceptamos y queremos un montón”, acotó.