El fieltro húmedo le demostró que nunca es tarde para emprender nuevos desafíos

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Graciela Borreani

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Graciela Borreani fue seleccionada para la iniciativa "Uruguay Teje" y eso le marcó un antes y un después. Desde entonces su emprendimiento creció mucho y eso le dio confianza para seguir.

Un día como muchos, Graciela Borreani (58 años) se encontraba consultando su Facebook cuando dio con la publicación de una colega dedicada al fieltro que comentaba que había sido seleccionada para la iniciativa Uruguay Teje.

“¡Ah, hoy daban los resultados!”, recuerda que dijo ya que ella se había anotado. “Me metí en mi correo y... ¡me encontré con que yo también había sido seleccionada!”, cuenta en charla con El País.

Graciela Borreani

A Graciela le costó bastante decidirse a inscribirse, todavía no se sentía muy segura sobre la actividad que decidió emprender de lleno allá por 2019. Pero ya se había demostrado más de una vez que los años no determinan sus desafíos.

De escribana, por ejemplo, se recibió con 39 años, cuando ya tenía dos hijos de 8 y 9 años y su tercera hija nació mientras ella estudiaba. Alcanzó el objetivo y ejerció durante 10 años, hasta que nuevas reglamentaciones que le exigían lidiar con tema impuestos y demás la saturaron.

Graciela Borreani

“Dejé porque era mucho estrés, así que dije ‘mejor tomo por otro lado’”, acota.

Ese otro lado no llegó enseguida, antes le dedicó unos años a sus cinco nietos.

Finalmente en 2019 se resolvió a satisfacer un gusto por el fieltro que tenía desde hacía mucho tiempo y por el que con frecuencia miraba videos en YouTube.

“Siempre me gustó el tema de los sombreros, entonces hice un taller presencial, de una tarde, en el que por primera vez pude tocar un vellón de lana y comprobar todo lo que había estado mirando”, dice.

Graciela Borreani

Cosas de la vida por los tiempos en que vivimos, casualmente fueron las rusas y las ucranianas las que más la inspiraron porque en esos países este material lo aprenden a trabajar en la escuela.

“Lo que tiene el fieltro es que es ideal para esas zonas que son muy frías porque bien trabajado es impermeable. Entonces los usan en muchas cosas: ropa, botas, carpas, monturas”, explica sobre una técnica que todavía no es muy conocida en Uruguay.

El primer año lo dedicó a los sombreros, las chalinas… después comenzó a experimentar con otras cosas. Por ejemplo, comenzó a hacer títeres pensando en sus nietos, además de objetos para el hogar.

“Fue haciendo experimentos que estoy donde estoy”, comenta orgullosa.

Conjunto de chauchas en fieltro húmedo

“La pieza que realicé para Uruguay Teje trata de parte de la renovación de la naturaleza”. Así describe Graciela Borreani la pieza textil elegida por Texturable.

Graciela Borreani

Trayecto.

De niña, a los 7 años, aprendió con su abuela a bordar y a tejer con dos agujas. Retomó esa actividad cuando tuvo a sus hijos, tejiendo ropa para ellos, y también hizo cursos de alta costura. Llegó a tener un taller en Pocitos unos siete años hasta que comenzó a estudiar notariado.

El fieltro la hizo volver a lo artesanal cuando se dio cuenta de que acceder al vellón no era tan imposiblemente costoso como ella pensaba.

Graciela Borreani

“Si bien es un producto que terminado es caro, porque lleva un tiempo considerable hacer cada pieza, tampoco es inaccesible”, explica.

De todas formas el antes y el después para Graciela lo marcó Uruguay Teje, una iniciativa de Texturable –empresa de la diseñadora Claudia Rosillo– por la que se convocó a diseñadores y artesanos a presentar ideas de productos textiles para el hogar, se los ayudó a crearlos y se los impulsó desde sus plataformas.

Graciela estuvo entre las seleccionadas aunque no se tenía confianza. “No me sentía segura de que lo que yo hacía fuera tan lindo o tan bueno. Además, justo caímos en la pandemia y no tuve tanto contacto con la gente para que viera presencialmente mi trabajo y a mí me parece que es importante poder tocar el fieltro”, señala al diario El País.

Impulsada por mucha gente resolvió anotarse cuando ya vencía el plazo y no se equivocó.

“Haber sido seleccionada me dio seguridad en lo que estaba haciendo. Si bien trato de superar mi trabajo siempre y sigo con ensayo y error y haciendo un montón de cosas para ir probando, ya me siento diferente; es otra cosa”, destaca.

Graciela Borreani

La artesana fue elegida gracias a una pieza basada en un collar que tenía hecho. “Es un conjunto de chauchas hechas en fieltro, unas con sus semillas y otras ya sin ellas; semillas que darán nueva vida”, describe en su Instagram (@g.fieltro).

Lo más clásico para los fieltristas es hacer cuencos o tapices, que fue precisamente lo que Graciela plateó para Uruguay Teje, pero ya había otra artesana que iba por ese lado. Le propusieron cambiar y, otra vez, salir de su zona de confort le trajo muchas satisfacciones.

Hoy todo lo que ha aprendido y sigue aprendiendo lo vuelca en dictar talleres que, por la pandemia, debieron ser por Zoom. Este año quiere hacerlos presencial porque considera que son más interesantes y productivos.

Lo curioso es que hasta ahora sus alumnas han sido extranjeras. Le enseñó a una chica de Suecia, que llegó a ella porque su hija vive en ese país, y a unas chicas de México que le pidieron un taller de títeres de mano.

Graciela Borreani

Esos mismos títeres son los que hoy tiene a la venta en el Castillo Pittamiglio de Montevideo, además de móviles. Para el Castillo Pittamiglio de Piriápolis le han pedido contenedores de fieltro con agarraderas, piezas de cerámica y collares.

También sigue vendiendo a través de su Instagram o el boca a boca. Todo eso mientras termina de organizar su nuevo espacio ya que en enero de este año se mudó a San Luis y su casa está en plena obra.

“Ahora mismo estoy pudiendo elaborar poco, pero tengo mil proyectos para hacer”, cuenta entusiasmada porque para Graciela el tiempo de hacer y aprender nunca se termina.

Entramar, humedecer y amasar la lana peinada

Graciela cuenta que la técnica del fieltro húmedo surgió siglos antes de Cristo en toda la zona fría de Asia, como Siberia o el Tíbet, pero que ha resurgido con fuerza desde hace al menos un par de años.

“En Uruguay todavía no es muy conocido, no se saben todas las características buenas que tiene”, apunta la artesana.

Está la técnica del fieltro agujado, que es hacer fieltro en seco con una aguja especial, pero Graciela prefiere el fieltro húmedo. Para ello compra el vellón peinado (lana peinada) y debe acomodarlo de forma que se entrecruce la trama porque “si bien es un tejido, no tiene trama ni urdimbre”, explica.

Después eso se humedece con agua y jabón y se empieza a amasar muy despacio. “El jabón comienza a mezclarse y la hebra tiene unas escamitas que se abren con el agua, ahí es que se traman y cuando se traman forman la tela. Podés darle más intensidad al movimiento a medida que ves que va tomando cuerpo y lo amasás hasta llegar a tener la consistencia querida”, detalla.

Se puede usar tanto en plano como en forma tridimensional, lo que permite hacer desde indumentaria a todo tipo de objetos.

El tiempo que lleva cada objeto depende de la pieza. La que Graciela presentó a Uruguay Teje le insumió unas 72 horas de trabajo distribuidas en una semana. Un sombrero o una cartera pueden llevar unas ocho horas.

Graciela Borreani

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