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Trabaja la cerámica desde cero para el diseño de accesorios y cuadritos, además de dictar talleres para adultos y niños. Sus piezas se encuentran en tiendas de distintas partes del país.
"Yo siempre digo que la cerámica es como mi gran maestra”, dice María José Tato (47 años), quien en 2002 decidió entrar a ese mundo y no salió más. Siempre le habían interesado las actividades manuales y habían sido parte de sus ratos libres.
Si bien cuando terminó el liceo la idea de estudiar cerámica pasó por su cabeza, pensó que no era una salida laboral a futuro, por lo que prefirió ir por el lado del magisterio, que también le gustaba. Pero al recibirse de maestra la idea volvió. “Ahora quiero desarrollar mi veta más artística”, se dijo y empezó a formarse como tallerista de expresión plástica.
Fue a un taller con el ceramista Carlos Barrientos y luego entró en la Escuela de Artes y Artesanías Dr. Pedro Figari, donde se recibió de ceramista.
“Cuando estaba en mi último año empecé a hacer lo que llamaba pequeños murales. Eran prendedores que tenían que ver un poco con todo a nivel del arte, de pintores o escultores, o lo que fuese que me iba impactando, interesando o gustando. Hacía como pequeños cuadritos que vos podías llevar contigo en la ropa. Así fue cómo surgió todo”, cuenta.
De prendedores amplió a collares y caravanas y comenzó a investigar y probar nuevas técnicas decorativas o de construcción. También empezó a salir al mercado y en 2006 entró a Manos del Uruguay.
En ese momento a su entonces pareja le surgió la posibilidad de ir a hacer una maestría a los Estados Unidos y María José marchó con él pensando en aprovechar la experiencia para sí. Iban nada menos que a Nueva York, “la cuna del arte, así que tenía que enriquecerme bastante”, pensó.
Fueron apenas unos meses, pero les sacó jugo. Ya había hecho unos cursos en la Escuela Condorhuasi de Argentina y en Estados Unidos aprovechó para formarse en escultura en barro y en metal. “Me sirvió porque se trabajaba mucho con modelos vivos. Yo estaba acostumbrada a trabajar cosas muy chiquitas, así que fue todo un desafío pasar al gran formato”, destaca.
También trabajó como voluntaria en escuelas y en las ferias universitarias colocaba una mesita y vendía sus accesorios. De regreso aprendió chapa y pintura en la Escuela MAPA y retomó lo aprendido en soldadura en Nueva York. Pero se embarazó y la artista debió quedar de lado una vez más.
“No era viable soldar con un embarazo en camino. Entonces me aboqué al magisterio y a la maternidad”, recuerda la madre de Jerónimo (11) y Malena (8).
Fue por eso que sus primeros años como artista fueron lentos. Aunque nunca quiso dejar la cerámica, tuvo que ponerla en un segundo plano.
De lleno a la cerámica.
En 2014, cuando su hija menor tenía dos años y tuvo más tiempo para el desarrollo personal y empresarial, entró al programa C-Emprendedor “con la idea de ver si la cerámica era un hobby o algo que pudiera ser, sino el principal, cierto sustento de vida”, señala.
Cumplió con todo el programa y se dio cuenta de que si le dedicaba más tiempo al arte podía ir creciendo. Entonces decidió dejar magisterio. Se cerraban así 14 años de trabajo en la educación pública.
“La idea fue siempre acercarme un poco más al público, dar a conocer todo este trabajo. A mí me encanta estar metida en el taller, en mi mundo, pero también uno tiene que salir y mostrar lo que hace, sino es imposible llegar al otro”, apunta.
Fue así que contrató a una fotógrafa y armaron juntas toda una serie de fotos y un video sobre el proceso de producción en el taller. Hasta ese entonces se daba a conocer con la marca Arte para Usar, que dejó atrás para pasar a ser María José Tato. “Ya no era más un hobby, era una empresa”, confirma.
El siguiente paso fue participar mucho más de ferias locales de diseño, como el Festival Música de la Tierra o la feria Ideas + (entró en 2016), y buscar tiendas donde pudiera delegar la parte de ventas y ella dedicarse por entero a producir.
Muestras y distinciones
Ha realizado muestras como El barro y yo (Museo del Azulejo) y siempre trata de participar en el Premio Nacional de Artesanía; obutvo una mención.
Trabaja el material de cero.
María José tiene su taller en La Blanqueada, en la casa donde se crió en su infancia. En un mismo predio había varias casas y hoy ella ocupa lo que era el galpón donde su abuelo arreglaba varias cosas. Lo que era la casa propiamente dicha de sus abuelos alberga los talleres de cerámica que dicta desde el año pasado a niños y adultos.
En cuanto a su trabajo con la cerámica destaca que lo realiza de cero, es decir que compra los materiales, elabora la pasta y la trabaja hasta transformarla en la pieza que llega a manos del comprador.
Hoy se dedica por entero al mundo de la cerámica. “Sigo desarrollando accesorios, tratando siempre de innovar y de buscar. Si bien no sigo la moda, veo las tendencias, lo que pueda gustar, y cuido mucho los detalles de terminación y de seguridad de las piezas”, recalca.
En el camino de ampliar su público, el año pasado con su amigo joyero y ceramista Álvaro Martino sacó una línea de anillos de cerámica engarzada en plata 950. “En esta línea incluí la parte más de metal que le da otra terminación y otro acompañamiento a la pieza”, explica.
Además cuenta con una línea de cuadros que fue surgiendo a partir de pequeñas piezas. “De repente eran mosaicos que iban quedando ahí, que no me servían para un prendedor o que no me terminaban de convencer, a los que sumo mosaicos que hago expresamente para esto. Son pequeñas composiciones que van en un bastidor y se transforman en un objeto más decorativo de arte, en un cuadro”, detalla.
También realiza trabajos puntuales a pedido. “Me gusta el desafío de pensar una pieza nueva, dialogar con la persona interesada, ver cuál es su idea y cómo la puedo ver yo. Vos le ponés tu impronta, pero también el cliente participa en ese proceso”, describe.
En febrero de este año perfeccionó su trabajo con el metal tomando un curso de herrería de forja con Julio Olivares, compañero de Ideas+.
“Julio dicta cursos una vez al mes y a mí me interesa tomarlos como para ir desarrollando más herramientas para ir explorando otros caminos”, comenta.
Para esta artista la cerámica sigue siendo lo principal, pero busca siempre agregarle otros elementos que la complementen, la enriquezcan y la acerquen más a la gente. Ese es su sueño tanto como artista como maestra, las dos pasiones que la definen.
Está presente en tiendas, redes y una comunidad
Las piezas de María José Tato están en: Museo Gurvich, La Escondida (Plaza Zabala), Óptica Lamaison, Galería Los Caracoles (José Ignacio), una tienda de La Paloma y otra de Colonia, entre otros lugares. También realiza venta directa por sus redes (Instagram y Facebook), en las que postea consejos e investigaciones. Además, forma parte de la comunidad Sellin, plataforma de venta online que reúne a microproductores y artesanos de todo el Uruguay.