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Fernando y Na-Deni están al frente de un taller familiar que se especializa en encuadernaciones fuera de lo común y en el diseño de imanes de puertas de casas de Montevideo.
Fernando Ariano estaba por volverse al Uruguay luego de ocho años de vivir en México. Una amiga del lugar en el que estaba dando clases de fotografía le regaló un cuaderno sabiendo que le gustaba mucho escribir.
“Me encantó, entonces le pregunté dónde lo había comprado porque era lindo para llevar de regalo a Uruguay”, recordó el fotógrafo. Su amiga le dijo que los hacía ella, que había aprendido el oficio en el liceo y que lo enseñaba. Fue ahí que Fernando le pidió que le diera clases a él y a su esposa Na-Deni.
“Aprendimos por la curiosidad de aprender y empezamos a perfeccionar la técnica y a introducir variantes dentro del diseño y de la parte creativa. Lo que más nos gusta de la encuadernación es que uno puede ser absolutamente creativo”, destacó sobre esta actividad que encara en forma totalmente artesanal desde que volvió al país, en 2013.
Así nació Melón o Sandía, un taller familiar que la pareja tiene en su casa de La Blanqueada y en el que realizan encuadernaciones que escapan a lo clásico.
“Somos de utilizar muchas combinaciones de telas o telas y papel; de ponerles accesorios como diapositivas, cosas antiguas, fotos de puertas. Llama mucho la atención y nos va muy bien”, destacó el artesano.
El nombre es por una canción infantil de ronda
La canción dice “será melón, será sandía, será la vieja del otro día”. “Llevado a nuestro trabajo es porque no sabés con qué cuaderno quedarte”, explicó Fernando.
Agregó que utilizan herramientas caseras y manuales que han ido perfeccionando; la única máquina que tienen es una prensa. Cuando tienen que imprimir o guillotinar cosas grandes recurren a terceros.
Na-Deni es quien más se ocupa de las encuadernaciones; Fernando la ayuda a cortar, a llevar a la imprenta lo que es necesario imprimir y a controlar esos detalles que son más afines a la fotografía, su principal actividad. “Por ejemplo, cuando hacemos fotolibros, veo la parte de edición y la fotográfica y hago las fotos para las redes sociales”, acotó.
Su producto básico son los cuadernos y por eso los buscan, les compran y vuelven a ellos para llevarse algún otro ejemplar para regalar. También han generado un público relacionado con la encuadernación más profesional, como pueden ser las entregas de tesis, la restauración de libros o la encuadernación de fascículos.
Un espacio que los obliga a reinventarse
El lugar donde seguro se encuentra a Melón o Sandía es la feria Ideas+, considerada por Fernando como “la feria”. “Es la que nos catapultó en el sentido de llevarnos a un nivel un poco más arriba del estilo de cuadernos que hacíamos”, dijo. Es un espacio que los obliga a reiventarse y generar ideas continuamente y les da gran libertad para la creación. Están hace 6 años. “Tenemos la gente que vuelve para llevarse su cuaderno todos los años, ya sea para regalar o para sí mismo”, destacó. También estuvieron en la peatonal Sarandí y vendiendo a cruceros en la calle Yacaré, pero dejaron por falta de tiempo.
Una atención familiar muy valorada por la gente
El taller funciona en La Blanqueada (Luis Alberto de Herrera y Avenida Italia), en el mismo lugar en el que viven, así que se muda si ellos lo hacen. Antes estaban en el Prado. “No queremos local propio, no es la idea; la idea es que se mantenga como un lugar familiar, íntimo. Acá recibimos a la gente, nos sentamos y conversamos. La gente no entra y sale, sino que entra y se queda; hay como un ida y vuelta”, señaló Fernando.
Ese trato tan estrecho se traduce en las buenas calificaciones que reciben en la web y en las redes.
Tienen su sitio en Instagram y una página en Facebook.
Puertas de casas montevideanas.
Cuando la pareja ya se había instalado en Montevideo, la mirada de Na-Deni, que es mexicana (su nombre significa “capullo en flor” en otomí), empezó a dejar de ser la de una turista o visitante ocasional. Fue así que en un paseo en bicicleta por la ciudad con Fernando comenzó a notar que las puertas de las casas montevideanas tenían un sello propio.
“Esas puertas tan altas, ese trabajo de ebanista que, si bien hay en otros países, es muy clásico de lugares como la Ciudad Vieja, Cordón, Palermo Sur…”, describió el fotógrafo sobre lo que llevó a que su esposa le dijera: “Para mí tenés que hacer algo con eso”.
Fernando empezó a sacarles fotos sin ánimo, en principio, de hacer nada con ellas. Igual se propuso seguir un método: usar determinado lente, sacar a determinada distancia para que todas quedaran iguales. Después de eso surgió la idea de usar las puertas para armar cuadernos y decorarlos. Finalmente apareció la idea de realizar imanes y la cosa explotó.
“Vendíamos, vendíamos y vendemos un montón. Nos empezaron a comprar del MAM y del Mercado del Puerto para vender al turismo. Desde que empezamos con esto, hace unos seis, siete años, llevaremos vendidos unos 10 mil imanes”, señaló con orgullo.
Con el tiempo fue agregando detalles, como fotografiar puertas que han ido cambiando con el tiempo, ya sea porque las pintaron, las reconstruyeron o las sacaron para colocar otras que nada tienen que ver con las anteriores.
“Se empezó a generar como una historia”, apuntó Fernando, quien siempre viaja con un cuaderno para anotar direcciones de puertas que va encontrando por si en ese momento no tiene la cámara con él, “cosa rara”, según dijo.
También sumó algunas puertas del interior del país, como de Bella Unión, a donde ha tenido que ir por trabajo, o Colonia del Sacramento, a donde fue en plan paseo familiar. “Hicimos unos imanes, repartimos y algunos nos compraron, pero el turismo argentino ya no estaba siendo el mismo. Entró en una crisis, bajaron las ventas en general y decidimos dejar el proyecto por ahí”, agregó.
Las puertas han sido también protagonistas de un afiche, que vende en Ideas+, pero su próximo gran objetivo es que se conviertan en un libro aprovechando lo aprendido en un taller de fotolibros que cursó en el Centro de Fotografía de Montevideo.
“Hice una maqueta que llegué a presentar a los Fondos Concursables. No quedó, pero fue un poco culpa mía porque lo presenté muy sobre la fecha, no planifiqué bien la presentación y no tenía quién me editara”, dijo y recordó que fue de apuro a pedir ayuda a la librería Lautremont. Se la dieron, pero ya era muy tarde para armar algo dentro de los parámetros exigidos.
De todas formas el sueño sigue intacto y quizás vaya por él nuevamente este año. Si no lo logra con los Fondos Concursables, existe la posibilidad de que busque la financiación por otro lado dado ya que considera que es una publicación que no solo puede tener valor turístico sino también patrimonial.
“Es un libro de formato vertical, alargado, bien como de puertas y tiene como un juego de un antes y un después de esas puertas, de cómo estaban seis años atrás y cómo están ahora. Está muy lindo, pero hay que darle mejor estilo”, reconoció el artesano.
Quizás se concrete este año, quizás no, pero su cámara seguirá fotografiando puertas y contando historias. Puede que terminen en ese libro, en un imán o en uno más de los tantos cuadernos que Fernando y Na-Deni diseñan con tanta dedicación.
La fotografía lo llevó a México y su vida cambió
Cuando Fernando empezó a estudiar fotografía, en el taller Aquelarre, trabajaba en una empresa naviera. Era estudiante de Ciencias Económicas, carrera para que le falta una materia para recibirse. No lo hizo porque en 2002 se fue a México a hacer un curso de fotografía. “Me fui por seis meses y me quedé ocho años”, contó. Estudió en varios institutos, hizo cursos cortos, hasta que la reconocida Escuela Activa de Fotografía le extendió la beca para que completara la licenciatura allí. Decidió quedarse, montó su estudio y empezó a trabajar. Ya había formado pareja con Na-Deni, a quien conoció a los pocos meses de llegar a México. En 2013, el matrimonio resolvió venir a vivir a Uruguay. Fernando se dedicó a la docencia, pero como solo con eso no alcanzaba económicamente se hizo cargo de la camioneta escolar que durante muchos años manejó su padre. Es una tarea que le gusta porque le da libertad para administrar sus tiempos. Por ejemplo, en verano, que no hay clases ni escolares que transportar, puede irse a México a visitar a la familia que quedó allá. Hace casi cuatro años nació Emma, su primera hija y a la que tienen ganas de darle un hermanito muy pronto. Na-Deni es bailarina de ballet clásico, trabajó en la Compañía Nacional de México y llegó a audicionar para entrar al Ballet del Sodre cuando lo dirigía Julio Bocca. No quedó y no siguió insistiendo, incluso por un tema de edad; actualmente da clase, pero a los amigos.
Fuera de lo clásico
Sus diseños escapan a los cuadernos que se suelen encontrar en ferias o exposiciones. Realizan combinaciones de telas o telas y papel; les ponen accesorios como diapositivas, cosas antiguas y fotos de puertas. Todo eso hace que la gente vuelva por más cuadernos.
Trabajos profesionales
También recurren mucho a Melón o Sandía para trabajos de tipo más profesional, como encuadernación de tesis o fascículos o restauración de libros. Fernando Ariano hizo un taller de fotolibros que lo ayuda mucho a la hora de encarar los distintos trabajos que les encargan.
Puertas que piden libro
Hace seis años, Fernando empezó a fotografiar puertas de casas de Montevideo que se transformaron en imanes y en un conocido afiche. El próximo paso es lograr hacer un libro, para el que este año buscará apoyo de los Fondos Concursables u otro tipo de financiación.