El movimiento Slow Food cuenta con más de un millón de activistas de 160 países. Así es el trabajo que realizan los integrantes de la comunidad uruguaya.
Un movimiento que nació como una forma de alimentarse y de vivir para contrarrestar la comida rápida y el estilo de vida que la acompaña. Una asociación ecogastronómica sin fines de lucro que pone sobre la mesa el trabajo de los productores locales y la calidad de los productos. Una organización que valora el disfrute de la comida fresca, casera, sin apuro. Todo eso, tan importante para mantener vivas las tradiciones gastronómicas locales, es Slow Food.
La agrupación fue fundada en Italia en 1989 por Carlo Petrini y un grupo de gastrónomos. Con el paso del tiempo, llegó a otros lugares y actualmente son 160 los países adheridos, cada uno con grupos locales. Desde 2004 Slow Food está en Uruguay y cuenta con seis comunidades: dos en Montevideo, una en Canelones, otra en Colonia, una en Rocha y otra en Maldonado.
Laura Rosano, cocinera y productora agroecológica de frutos nativos, es la coordinadora de Slow Food a nivel nacional.
“Slow Food es una organización global que trabaja por el fomento de los alimentos buenos, limpios y justos, por la producción local y la cultura alimentaria. Busca contrarrestar el desinterés general sobre los alimentos que se consumen, su procedencia y la forma en la que nuestras decisiones alimentarias afectan el mundo que nos rodea”, explicó Rosano a El País.
Los integrantes de este movimiento destacan que la alimentación está relacionada con muchos aspectos de la vida, entre ellos la cultura, la política, la agricultura y el medioambiente.
“A través de nuestras elecciones relacionadas con el consumo de alimentos podemos ejercer una influencia colectiva sobre la forma en la que se cultivan, se producen y se distribuyen generando, en consecuencia, un gran cambio”, señaló la uruguaya.
Las acciones de Slow Food en Uruguay.
Las acciones que realizan las agrupaciones que funcionan alrededor del mundo son variadas. En Uruguay, la lista es larga. Organizan seminarios de temas diversos: desde 2011 comenzaron a hacer charlas sobre etiquetado de transgénicos, hicieron otros de medioambiente, agua, tierra, semillas y cultura.
“A través de estos seminarios se formó un grupo multidisciplinario que comenzó a trabajar con el etiquetado de transgénicos, escribiendo un anteproyecto de ley, que se presentó en el Parlamento en 2013 y también se presentó a la división Salud de la Intendencia de Montevideo. Allí sí se aprobó y se le dio forma de decreto departamental, siendo el etiquetado de transgénicos obligatorio a los alimentos con más de 1% de organismos genéticamente modificados en sus ingredientes. Fue implementado en 2015 y revisado en 2018”, detalló Rosano a El País.
Slow Food Uruguay participa de la comisión de cuenca de la Laguna del Cisne; también lo hizo en la comisión por el derecho de la alimentación adecuada del Parlamento y en la organización de varios eventos junto a iniciativas similares como Red de Agroecología, Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas.
Rosano contó que en el año realizan diferentes encuentros: “Se hace junto a distintas organizaciones locales un encuentro de semillas, también Mercados de la Tierra; algunos itinerantes siempre arman un mercado el día de los seminarios. Luego tenemos desde hace unos meses un mercado fijo los sábados en Colonia, en el establecimiento La Vigna, donde también se hizo un encuentro de semillas y el Slow Cheese que es un encuentro de queseros artesanales”.
Para promover la pesca artesanal, la organización forma parte de Slow Fish, una instancia que se realiza en Punta del Diablo en la que hacen degustación de platos a base de pescado y charlas con pescadores y expertos del Centro Universitario Regional del Este. El próximo de estos encuentros, si la situación sanitaria lo permite, será en enero.
Otro encuentro que se realiza anualmente desde 2014 es el Slow Camp, que dura cuatro días y es para socios de Slow Food Uruguay y del Cono Sur. Allí hacen intercambios y se planifican las actividades del año.
También trabajan en las escuelas públicas con actividades como los Talleres del Gusto o Terra Madre day, en el que se cocina y se planta.
Y se tiene el Arca del gusto, un catálogo internacional de productos que se dejaron de consumir o se consumen muy poco y a través del cual fomentan su uso y cultivo, con participación de cocineros de la alianza de Slow Food y productores.
Contacto directo con los productores locales.
Uno de los proyectos realizados este 2020 que Rosano resaltó es la creación de la página web deRed de Cercanías del Uruguay (Recerca), en la que hay un listado de productores agroecológicos y productores artesanales.
“Mucha gente necesitaba saber dónde comprar directo al productor y conseguir este tipo de productos; no había en ese momento ninguna herramienta que brindara ese servicio”, dijo a El País.
En este listado se encuentran los productores, cuentan quiénes son, qué producen, dónde se ubican y dónde venden. “Están todos los datos y el contacto se hace directo con ellos, explicó Laura Rosano.
Además, agregó la cocinera y productora, este año realizaron “una campaña 2X1, compre dos y lleve uno, en las ferias agroecológicas para apoyar los comedores barriales; el consumidor compraba dos productos y uno lo donaba a las ollas populares. Funcionó muy bien, pensábamos que otra forma de apoyar a las olla para que obtuvieran verduras frescas y agroecológicas”.
Ejemplo de otros países de la red mundial.
A pesar de las cosas negativas que trajo la pandemia por el coronavirus, Rosano reconoció que algo positivo fue que “la gente tuvo tiempo en pensar más en lo que come y en su salud”. Por eso, desde Slow Food notaron la necesidad y oportunidad de crear Recerca, “una herramienta válida para acercar los consumidores a productores, y acercar productos caseros y de buena calidad”, señaló.
La cocinera y productora destacó también que en los últimos meses se hicieron varias reuniones virtuales que fueron muy concurridas donde se planeó estrategias para ayudar, por ejemplo, a las ollas populares “desde nuestros conocimientos de cocineros, productores o académicos”.
También hicieron intercambios con otras redes para apoyar diferentes iniciativas: Recerca y el 2x1 que organizaron con productores locales fueron apoyadas por la Red de Agroecología del Uruguay y por Slow Food Internacional, tomando este ejemplo para otros países de la red mundial.
Alimentación buena, justa y limpia.
Slow Food es una organización internacional que trabaja para que todas las personas puedan acceder a una alimentación buena, limpia y justa. Buena es que se pueda acceder a una alimentación que sea sabrosa y fresca, de temporada, que satisfaga los sentidos y forme parte de la cultura local.
Limpia es que la producción y el consumo de alimentos no perjudiquen ni el medioambiente, ni el bienestar animal, ni la salud humana. Y justa es una alimentación en la que los precios accesibles para los consumidores y sean justas las retribuciones para los productores.
Este movimiento cuenta con más de un millón de activistas en diversos rincones del mundo, cocineros, expertos, jóvenes, productores, pescadores y académicos de 160 países.
La importancia de la campaña #YoQuieroAgreoecología
Slow Food Uruguay se sumó a la campaña de Asociación Barrial de Consumo (ASOBACO) que en los últimos meses es compartida en redes sociales: #YoQuieroAgroecología.
El reclamo y la lucha es por el acceso a alimentos buenos, limpios y justos para todos. Lo que se pide al gobierno, explicó Rosano, es un presupuesto para el Plan Nacional de Agroecología aprobado en 2018 y elaborado en 2019 por la comisión honoraria y los grupos de trabajo en los que particiarpon varios miembros de Slow Food.
“El plan quiere promover y fomentar la agroecología en varios ámbitos como, por ejemplo, ayudar a productores familiares para que se conviertan a agroecológicos si no lo son, con apoyo económico y técnico. Se busca que los productos agroecológicos lleguen a la poblaciones vulnerables como los Centros de Atención a la Infancia y la Familia (CAIF), a las escuelas públicas, hospitales, que se contemplen en las compras públicas”, detalló.
Este plan promueve, además, que el estudio de la agroecología se encuentre en la universidad en otros ámbitos, que los saberes de los agricultores pueda ser escuchado y preservado.
“Pero sin presupuesto no se va a poder llevar adelante. Nosotros seguiremos haciendo agroecología como hace más de 30 años, pero para que sea un cambio real y llegue a todos deben haber políticas de Estado dirigidas a este fin”, sostuvo la cocinera y productora uruguaya.
Mientras el presupuesto no aparece, Slow Food no se queda de brazos cruzados: “Estamos por arrancar un nuevo proyecto Chacras Slow, en el que se mapean las chacras agroecológicas, que brindan diferentes servicios y sean socias de Slow Food; se piensa organizar una circuito de visitas y actividades en estas chacras”, contó la cocinera y productora uruguaya.