CON LOS HIJOS
Claudia Guimaré explica la importancia de detectar algunas conductas negativas para criar desde la calma, el respeto y la armonía
No importa que seamos primerizas o tengamos cinco hijos, no importa que los hayamos tenido muy jóvenes o que cuando llegan nos encuentren ya maduras y grandecitas, no importa que leamos decenas de libros de crianzao incluso que hayamos tenido una vasta experiencia como maestras, hermanas, niñeras o tías. Hay algunas trampas en las que en mayor o menor medida, todas caemos cuando se trata de la crianza de nuestros hijos y de las que nos cuesta salir.
Entenderlas, para tratar de identificarlas cuando nos pasan, tener claro que claudicar ante ellas no sirve, y sobre todo, tener a mano algunas estrategias para evitarlas, puede ser de gran ayuda para criar desde la calma, el respeto y la armonía, pero también con límites claros en la educación de nuestros hijos e hijas.
¿Cuáles son algunas de las trampas más comunes que debemos evitar?
1- Tratar de usar la razón cuando están desregulados
Todos sabemos que es difícil razonar cuando las emociones se apoderan de nosotros y cuando eso sucede, por más que intentemos poner paño frío a nuestras emociones, por más que alguien nos trate de calmar con mil argumentos de peso, muchas veces simplemente no podemos dejar de sentirnos tristes, enojados o alterados completamente. Si a nosotros nos sucede, a los niños, que además de contar con menos experiencia e información que nosotros, están en pleno proceso de desarrollo de su cerebro y sobre todo de las áreas responsables del autocontrol por así decirlo, les sucede muchísimo más.
Hasta los 7 años el cerebro de los niños se basa en las emociones y comienza paulatinamente a desarrollar el aspecto racional con el paso de los años. Por ende, que expresen sus frustraciones y su voluntad férrea con lo que para nosotros son excesos de emocionalidad es normal ya que son conductas evolutivas, propias del desarrollo del menor ante una situación de frustración, impotencia o malestar.
Por ello es fundamental que entendamos que no sirve de nada intentar razonar con un niño que está emocionalmente desregulado, porque sencillamente no puede escucharnos en ese momento. Todos los hermosos argumentos racionales que intentemos utilizar es probable que sólo frustren más al niño y a nosotros mismos, porque nada más incómodo que dar mil razones y que no te entiendan ni una sola de ellas.
Si en cambio tenemos claro que primero hay que atravesar el berrinche para recién luego, más tarde, una vez apagado el fuego, ahí sí charlar sobre lo sucedido para sembrar las enseñanzas que creamos necesarias, podremos poner el foco en acompañarlos verdaderamente cuando más nos necesitan.
2- Caer en “la escalada”
“Al final me tengo que enojar para que me hagas caso!” ¿Cuántas veces nos hemos escuchado decir algo por el estilo? Sobre todo cuando ya pedimos de buenas maneras 5 veces que vayan a lavarse los dientes, que apaguen la tele, que se sienten a la mesa, y sólo logramos que lo hagan cuando los decibeles suben considerablemente y uno ya se siente Doña Florinda en la vecidad del Chavo.
“El problema aquí –sostiene Matthwe Rouse, psicólogo del Child Mind Institute de EEUU- es que el niño le está enseñando a sus padres que no hará caso hasta que ellos hagan una “escalada” y usted está aprendiendo que la única forma de hacer que ellos hagan lo que usted quiere que hagan es gritando, y ellos están aprendiendo que la primera vez que usted dice algo realmente no cuenta”.
Pero esta trampa también puede darse en sentido inverso, cuando es el niño el que aprende que sólo obtendrá lo que quiere cuando haga él mismo una “escalada”. Este es el típico ejemplo del niño que hace una pataleta en el supermercado para que le compren un chocolate y ante el llanto que aumenta y la mirada atenta de la cajera y del resto de los clientes, el padre o madre finalmente cede con tal de escaparle a la situación, y donde el niño, sostiene Rouse, “termina aprendiendo que la forma en la que obtiene el caramelo o es haciendo cada vez más un berrinche más y más grande, lo que aumenta las posibilidades de que la próxima vez que se encuentre con un “no” y esté frustrado, probablemente intente la misma estrategia”.
La receta, tan fácil de enunciar como difícil de aplicar, es armarse de paciencia y mantenerse firme en el NO, sin perder el control, esfuerzo que bien vale la pena no sólo para permitirnos acompañar emocionalmente a nuestro hijo o hija sino como inversión a futuro, sentando las bases de una relación sana y una crianza con límites claros pero a la vez respetuosa.
3- Creer que lo hacen para manipularte
Cuando nació mi hija, la primera advertencia de la pediatra de la unidad Neonatal al visitarnos en la habitación del hospital fue “los bebés no lloran para manipularnos”. Es algo que siempre recuerdo porque me quedé helada porque me di cuenta de que si esa era su primera enseñanza, era porque la consideraban necesaria. Lamentablemente hemos naturalizado el escuchar a los adultos hablar de la manipulación psicológica de la que supuestamente los niños son capaces, al parecer incluso desde su nacimiento, con una liviandad de cuerpo que espanta.
Ya quisiera yo saber cómo se supone que un ser que tiene 4 horas de nacido puede expresar su hambre, dolor, miedo, frío, incomodidad etc, si no fuera a través del llanto. Claro que los niños aprenden a entender mucho antes de a hablar, qué cosas nos generan alegría, ternura, enojo, miedo etc. Y puede que incluso jueguen con ellas a fin de provocar esas reacciones con nosotros, como forma de aprender de qué se tratan. Sin ir más lejos, anda circulando un video muy gracioso en las redes donde un niño de dos años asusta a su madre con una mano de Hulk, y la madre se finge hiper asustada y el niño ríe como loco ante la reacción de espanto de ella para luego mostrarle que se trataba sólo de un guante. El problema es que a los adultos nos cuesta entender que esa misma inocencia y curiosidad para descubrir nuestra respuesta, también se esconda detrás de picardías más grandes que asustarnos con un guante.
En todo caso, una cosa es un niño que está acostumbrado a conseguir cualquier cosa porque carece de límites y otra muy distinta es interpretar cualquier llanto tristeza puchero o reacción, bajo el manto de la manipulación pura y dura. Creer que está fingiendo y encima, con intención de sacar provecho de ti, sólo conseguirá alejarte emocionalmente y culpabilizarlo de algo que quizá no sea más que una necesidad insatisfecha que lo tiene a él muy angustiado.
“No saldrá nada positivo de pensar en sus hijos como las mentes maestras y en usted como la víctima”, sostiene Rouse, y recomienda, primero que nada, eliminar de nuestro vocabulario la palabra “manipulador” en referencia a nuestros hijos, y cuando sus hijos se portan mal, recordar que no han desarrollado el autocontrol del adulto y que hacer un berrinche suele ser menos calculado que desesperado. Lo que necesitamos hacer en realidad, dice el psicólogo estadounidense, es intentar entender el origen de la conducta y que función tiene ella para el niño y ésta será una forma de mantener la cabeza fría y luego planificar cómo le gustaría responder de forma efectiva.
4- Pensar que “es sólo una fase”
Muchos padres y madres justifican conductas reprochables de sus peques diciendo con una sonrisa “está pasando por esa fase, ya se le va a pasar”, “está preadolescente, pero es sólo una etapa”… El problema es que si no intervenimos, esa etapa puede durar veinte años y ya no querrás sonreír al recordarla. Lo que estamos haciendo muchas veces en realidad es minimizar una situación para para justificarla, para esquivarla.
Es cierto que los niños están aprendiendo a manejar sus emociones y su cuerpo y necesitan entender que pegar hace daño al otro y que no deben hacerlo y también es cierto que este aprendizaje lleva tiempo. ¿Pero te imaginas qué sucedería con ese niño que empieza a pegar a sus compañeros de jardín si por pensar que ya se le va a pasar, nadie lo corrige ni le explica ni lo frena? Muchas veces dejamos pasar por alto algunas conductas, actitudes o respuestas de nuestros hijos porque no podemos estar todo el día haciendo de todo un tema, y está bien. Al fin y al cabo lo mismo hacemos a diario con nuestras parejas, familia, amigos o compañeros de trabajo. Pero cuidado, que los chicos, están aprendiendo. Y somos nosotros los que debemos ayudarles a hacerlo y es por ello que en ciertas ocasiones, la rapidez con que sí tomemos cartas en el asunto puede ser también la clave para determinar la rapidez con que dichas conductas desaparezcan, o no. Corregir constantemente es agotador, y necesitamos que no todo sea una alerta roja, pero dejar pasar oportunidades importantes de aprendizaje por cansancio o pereza, nunca es la salida correcta.
Educar es una tarea ardua y difícil, pero cuando te agobies por intentar entender si lo estás haciendo bien, recuerda que otra gran trampa de la crianza en la que las madres solemos caer, es creer que necesitamos ser perfectas. Y de esa trampa, también hay que intentar escapar a tiempo.
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.
Conocé cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos.