REALEZA

Tras su muerte el jueves 8 de septiembre, el ataúd de la reina Isabel II, monarca del Reino Unido por 70 años, realizó un largo viaje desde el Castillo de Balmoral (en Escocia), hasta su lugar de descanso final en Windsor.

En los 10 días que duró su despedida, su cuerpo pasó por Edimburgo, luego el Palacio de Buckingham, Westminster Hall, la Abadía de Westminster y el Castillo de Windsor. Miles de personas presentaron sus últimos respetos a la reina en ese período hasta que el lunes se concretó el funeral de Estado al que asistieron líderes de todo el mundo.

Luego de ello se celebró un servicio de entierro un poco más íntimo en la capilla de San Jorge, donde el ataúd de la reina se colocó en la bóveda real. Allí mismo yacen muchos monarcas anteriores como los reyes Jorge III, IV y V, Guillermo IV y otros.

Antes de bajar el ataúd a la bóveda, el rey Carlos III puso el estandarte de la reina, de la orden de Guardias Granaderos de la Monarca, sobre el cajón. Luego, Lord Chambelán quien es el cargo más alto de la Casa Real, rompió la vara de Mando de la reina y la colocó encima. Mientras el ataúd bajaba a la bóveda, el decano de Windsor pronunció un salmo y el rey de Armas Principal de la Jarretera pronunció los nombres y títulos de la reina.

Este fue el cierre de las ceremonias públicas en su honor pero no de las conmemoraciones privadas porque la bóveda no es el lugar de descanso final de la reina Isabel II.

Por la noche del mismo lunes, la familia más allegada de la monarca celebró una despedida privada en la que trasladaron el ataúd a la cripta de la capilla del rey Jorge VI, padre de Isabel. Allí descansan además de ambos, los restos de la la reina madre, la princesa Margarita y el príncipe Felipe (que también fue trasladado en esta oportunidad). 

Esta capilla suele estar abierta al público así que los británicos y turistas que así lo deseen podrán visitar el lugar y presentar sus respetos.