BAJO LOS TRES PALOS
JUAN PABLO ROMERO
Serio y siempre con la sensación de estar concentrado, sin darse lugar a distraerse o a que lo vean por los lugares comunes del hotel de Uruguay. Así se muestra Diego Alonso en el exterior. Se lo ve muy poco, solo cuando es momento de entrenar o de jugar.
En Santiago de Chile tuve la posibilidad de estar muy cerca del banco de suplentes de Uruguay, porque el estadio San Carlos de Apoquindo es muy pintoresco, pero también muy pequeño. Entonces vimos detalles que con la lejanía del Centenario cuesta más percibir.
De forma reiterada habla con sus colaboradores, en especial con Gabriel Raimondi, pero también con Darío Rodríguez, que fue con el que más conversó cada vez que pensaba un cambio. Celebró con determinación cuando Chile falló en la salida producto de una presión alta de su equipo. Gesticula, va y viene. Quiere hasta ser parte del juego, pero se aguanta.
Independientemente de lo bueno mostrado en cancha, Alonso transmite y convence con su idea a todo el que se le cruce por delante. Pero no es solo un gran motivador, también demostró que se había preparado para ser el entrenador de la selección uruguaya.