HISTORIAS MUNDIALES
Aunque todo indica que en las próximas horas resolverán sus destinos, tanto Martín Cáceres como Edinson Cavani siguen sin equipo a 97 días del debut de la Celeste en Qatar 2022.
Si bien los plazos se abrevian y el mercado de pases europeo, el más importante del mundo, avanza hacia su cierre el 31 de este mes, la lógica indica que Edinson Cavani y Martín Cáceres solucionarán sus contratos y estarán en condiciones de ser citadospara Qatar 2022 mientras integran el plantel de un club.
Pero si no fuera así y ambos continuaran entrenando por su cuenta hasta noviembre, no habrá obstáculos, al menos teóricos, para que puedan concurrir al Mundial. Nunca ocurrió con un futbolista uruguayo en la Copa del Mundo, pero hubo casos de jugadores de otros países que llegaron a la máxima cita del fútbol como “desempleados”.
Existen numerosos ejemplos de jugadores que concluyeron su contrato en vísperas de un mundial, al cerrarse la temporada europea, y por eso llegaron en condición de libres, si bien las guías mundialistas los seguían vinculando a su último club pues no habían llegado a acuerdo con otra institución. A veces fueron apuestas de los propios interesados, esperando que la visibilidad que da la competencia les permitiera acceder a mejores acuerdos. La particular fecha de Qatar, sobre fin de año y tres meses después de iniciadas las ligas europeas, altera esta costumbre.
El ejemplo más notorio de un hombre sin club que jugó una Copa es el del argentino Alberto Tarantini en 1978, no solo porque estaba efectivamente en esta situación desde hacía seis meses sino porque terminó siendo campeón mundial. En las planillas oficiales, donde debía anotarse el equipo de pertenencia solamente decía “AFA”.
Tarantini, lateral de Boca a mediados de la década de 1970, aprovechó el reglamento entonces vigente: si durante dos años continuaba cobrando su antiguo contrato más un ajuste mínimo al final quedaba en libertad de acción. En tiempos de elevada inflación, su salario “real” se redujo significativamente, pero su idea era negociar el pase por su cuenta tras el Mundial.
A fines de 1977 quedó efectivamente libre, en medio de un conflicto con Boca, pero eso no afectó su participación en el Mundial organizado por Argentina: todos los jugadores citados por el técnico César Menotti quedaron desafectados de sus respectivos equipos a comienzos de 1978 y se incorporaron al seleccionado para iniciar una larga y meticulosa planificación.
Luego de la conquista de la Copa del Mundo, Tarantini se fue a Europa a buscar club, aunque no le resultó fácil. Barcelona, por ejemplo, quiso incorporarlo pero la condición era que se casara con una española para adoptar la nacionalidad. Al final arregló con el Birmingham inglés. Dos años más tarde estaba en River…
El otro plantel argentino campeón del mundo, el de México 1986, también tuvo un jugador no ligado a un club con un contrato "tradicional", aunque el caso fue distinto. El defensa José Luis Brown, ex Estudiantes, era un hombre de confianza del técnico Carlos Bilardo. Había sido transferido al Brest de Francia, que sin utilizarlo lo cedió al Nacional de Medellín. Allí tampoco jugaba, por lo cual regresó a Argentina para prepararse para el Mundial en Deportivo Español. Supuestamente no iba a ser titular en México, pero un problema estomacal de Daniel Passarella lo llevó al equipo y no lo sacaron más.
Un caso singular fue el del arquero norirlandés Pat Jennings en esa misma Copa del Mundo. Con 41 años, había completado su contrato con el Arsenal al terminar la temporada 1984-1985 y anunció su retiro, pero quería jugar el Mundial con su selección. Entonces firmó con Tottenham Hotspur, que había sido su anterior club, con el objetivo de mantener su estado. Quedó como suplente y no jugó ningún partido oficial más de club, pero llegó a México con su seleccionado y fue titular.
México 1986 pareció ser el torneo el torneo de las oportunidades para los futbolistas “desempleados”, porque en este torneo se registró el récord de jugadores sin club en un seleccionado. Se trató de Canadá, con seis: el arquero Sven Habermann, los defensas Bruce Wilson y Randy Samuel y los mediocampista Randy Ragan, Greg Ion y Jamie Lowery. La mayoría del plantel canadiense jugaba en la North American Soccer League, una liga que incluía equipos de Estados Unidos y Canadá y se disolvió por quiebra en 1985. Muchos no consiguieron enrolarse en otras ligas, por lo cual pasaron a jugar al fútbol de salón para mantenerse en estado.
Está visto que quedarse sin club no impide jugar la Copa del Mundo. Sin embargo, una normativa propia (y bastante absurda) casi deja a Inglaterra sin el capitán, Bobby Moore, en vísperas de su Mundial en 1966.
Moore jugaba entonces por el West Ham, que no era un aspirante al título de liga. Por eso planteó irse al Tottenham. Pero su club se negó a darle el pase y se generó una diferencia con el jugador.
El 30 de junio, a 11 días del debut ante Uruguay por la Copa del Mundo, el contrato de Moore con West Ham finalizó. En esa época, ello no implicaba que quedara en libertad de acción. El jugador más bien cayó en una especie de limbo reglamentario, que según las normas de la FA inglesa no le permitía integrar la selección. Entonces, el técnico de esta, Alf Ramsey, reunió a Moore con los dirigentes del West Ham para obligarlos a llegar a un acuerdo.
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El curioso caso del camerunés Milla
El futbolista africano más famoso de la historia de los mundiales seguramente es el camerunés Roger Milla, figura en Italia 1990 a los 38 años y todavía goleador en Estados Unidos 1994 a los 42.
Milla (nacido en 1952 con el apellido Miller, que luego lo cambió) llegó a la Copa del Mundo del 90 en una curiosa situación de semiempleo futbolístico.
El delantero había desarrollado una larga carrera profesional en Francia, donde su último equipo había sido el Montpellier en la temporada 1988-1989. Después, con la idea de disfrutar de su retiro en un lugar turístico, se fue a vivir a la Isla de la Reunión, un departamento francés de ultramar ubicado en el océano índico. Para pasar el rato se anotó en el Jeunesse Sportive Saint-Pierroise, un equipo amateur, como todos los de la isla.
Un día de 1990 lo llamó el presidente de Camerún, Paul Biya, para que se sumara al seleccionado que iba a jugar el Mundial en Italia, porque no le tenía confianza al equipo. Miller aceptó y participó en la Copa del Mundo, primero como suplente y luego como titular. Marcó cuatro goles y fue clave en la gran campaña del equipo.
Convertido casi en un héroe nacional, regresó a Camerún y firmó por el Tonnerre Yaoundé para volver a jugar profesionalmente. Así estuvo en condiciones para disputar otra Copa del Mundo, en 1994. A su selección no le fue muy bien, eliminada rápidamente, pero él se dio el gusto de convertir un gol a los 42 años, un récord no superado.