Rafa Cotelo: "Yo cambiaría todo por haber jugado un partido en la Primera de Cerro"

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Rafa Cotelo, un enamorado de Cerro

EL FÚTBOL Y YO

El estadio Tróccoli es su templo, los goles en los clásicos son los que recuerda haber gritado más y nunca olvidará la emoción que sintió al ver a Cerro jugando la Copa Libertadores en 1995.

El humorista, murguista y conductor uruguayo Rafa Cotelo nunca ocultó su amor por Cerro. Por el barrio y por el club. Hoy, que vive rodeado de hinchas de Rampla, siente que tiene a los mejores vecinos del mundo, porque la previa del fútbol se vive a la antigua. Con pasión, pero nunca va más allá de eso.

-Naciste en el Cerro, ¿la influencia familiar y del barrio fue determinante para tu amor por la Albiceleste?
-No y sí. Había un mandato barrial, cultural y familiar para que fuera hincha de Cerro. Para mi padre era la mayor preocupación, te diría. Más allá de las necesidades básicas que te cuidan, que a veces estaban y a veces más o menos, esa era la gran preocupación. Ahí si hay una especie de imposición, pero que agradezco.

-¿Todo el tiempo?
-Bueno, quizás por momentos podrás decir ‘pah, por qué no me hizo hincha del Real Madrid, del Juventus’. Pero en realidad hoy si tuviese la posibilidad de elegir, igual ya estoy todo tomado no puedo elegir, elegiría a Cerro y si no existiese Cerro elegiría un club como Cerro. Un club de barrio, chico, humilde, que pierda más de lo que gane y que no se destaque por sus logros deportivos ni nada se parezca, sino por el arraigo y la pertenencia.

-¿Lo que más te gusta es la identidad?
-Sí, ojo me encantaría que salga campeón de la Libertadores, pero eso es algo que no va a suceder nunca y quizás por eso mismo me conformo con esto otro. Pero no podría ser hincha de un club que solamente sea campeón de la Libertadores o del Uruguayo y no tenga esto otro.

-¿Por qué Cerro y no Rampla?
-El núcleo más duro de mi familia es de Cerro, por más que tenía un abuelo que decía ser de Rampla y cuando falleció me dejó en una cajita su carné de socio de Cerro porque también era de Cerro. Eso es algo de los viejos de antes, porque eran hinchas de los clubes del barrio. Y una tía que es mi madrina también es de Rampla, podría haber sido, capaz, pero no hubo chance. Mi padre hizo un gran trabajo, todos mis tíos son de Cerro, mis primos, mis vecinos. Yo vivía en una zona donde, mis padres viven ahí todavía, los hinchas de Rampla son una rareza. Y eso pasa en el barrio, donde hay zonas o manzanas en las que encontrar un hincha del otro cuadro es muy raro. Los hay y está divino porque son vecinos de toda la vida y en realidad hasta es una alegría porque es con el que podés chicanear y joder cuando hay clásico. Por ejemplo, donde vivo ahora yo estoy rodeado de hinchas de Rampla. Soy un rara avis. Estoy a dos cuadras del Olímpico, frente a la cancha de baby fútbol. Todos mis vecinos, que a parte son los mejores vecinos que tuve en mi vida, son todos unos cracks, son todos de Rampla. Me llevo divino con ellos. Espectacular. Uno hasta me regaló una camiseta de Cerro de la década del 60. Y con otro, que el suegro es hincha de Cerro, me dijo: ‘vo, no encuentro donde comprar una camiseta y le conseguí yo una’. Es la vieja vecindad, el viejo barrio, a la antigua y funciona. Entendemos todos y obviamente en los Cerro-Rampla cada uno quiere el triunfo de su equipo y no pasa más de ahí.

-¿A partir de qué momento empezaste a seguir a Cerro en la cancha?
-Desde que nací. Muy, muy chiquito. No tengo recuerdos de no ir a ver a Cerro. Yo exageré un poco con mi hija mayor porque la llevé a los 14 días de nacida. Era en mayo y en un partido de la B contra Racing. Pero yo fui siempre. Después estudiando un poco con terapia fue el vínculo más sólido y estable con mi padre. Mi padre era docente pero también tenía otro trabajo y se levantaba a las 4.30 de la mañana, se iba a las cinco y volvía a las 11.30 de la noche de laburar. Entonces, la posibilidad de vernos era en el Tróccoli o si él me llevaba a los partidos del baby fútbol. Eso va tomando un significado, una carga afectiva que va más allá de cómo salgan los partidos.

-¿El fútbol se convirtió en la unión con tu padre?
-Sí, claro.

De rebote

Los problemas por Cerro

-¿Tuviste líos por Cerro?
-Sí… es que es imposible no tener líos por Cerro. Lamentablemente. Soy pasivo, pero un decidido opositor de las barras bravas e incluso de toda la cultura de la barra brava. Qué canten, está todo bien, porque cada uno siente el fútbol a su manera, pero nunca curtí barra brava. Muy pocas veces fui en camión o me metí en líos de barras. Me vi metido capaz, alguna vez. Es porque hay enfrentamientos contra la Policía y cosas así y algún lío me comí.

-¿De rebote?
-Sí, de rebote. Yo siempre viví el fútbol con angustia y pasión, no con agresividad y violencia.

-¿Vestido de Cerro fuiste o vas?
-En algún momento sí, pero después empecé a sospechar que me traía mala suerte y no fui más. Después me di cuenta que no era mi indumentaria la que determinaba la derrota de Cerro, que igual perdía. Entonces es muy raro que vaya con la camiseta de Cerro. Capaz que si ahora llevo a las nenas, como ellas tienen su camiseta, vamos todos con camiseta. Pero, por ejemplo, los partidos en el Estadio o contra Nacional y Peñarol no lo hago. De cualquier manera esos son partidos, más allá de la pandemia, hace algunos años a los que prefiero no ir.

-¿Por la violencia?
-Sí.

-¿Te reconocen y te gritan cosas?
-La carpeada es esa, pero la manejás me parece. Pero igual desde el anonimato te podés comer un garrón. Y se los han comido. El episodio de Héctor Da Cunha es terrible. Estamos hablando de un laburante, un obrero del transporte con su mujer, su hijo, esperando el ómnibus porque había ido a ver un partido tranquilazo. Estaba sentado en la parada y lo matan delante de su mujer y de su hijo. Él no participó en ningún momento en nada violento, en nada de nada, el tipo más pacífico del mundo y se comió un garrón. Yo no digo que me vaya a pasar eso, pero si lo puedo evitar…

-¿Te sabés las canciones?
-No. Me puedo saber alguna bien vieja, que tienen todas las hinchadas: ‘Jugadores, jugadores con la camiseta de Cerro hay que ganar o morir’ o ‘cómo me voy a olvidar de Líber Vespa’ y alguna más. Pero ninguna más. Yo soy de los que cantan cuando canta la Olímpica, digamos. ‘Soy de Cerro’ ‘Y dale, dale Cerro dale’. Esas canciones son las que canto yo, las que canta la hinchada de Cerro no las sé.

Hasta las lágrimas
La Copa Libertadores y el descenso
Club Atlético Cerro - Copa Libertadores 1995 -Cerro (Uruguay)0- River Plate (Argentina)1.

-¿Qué partido te generó la mayor emoción?
-Pah, muchísimos. Hubo algunos clásicos que recuerdo con muchísimo cariño, goleadas o triunfos en la hora en el Tróccoli y en el Olímpico. Muchos me provocaron las lágrimas. Hay un partido que le ganamos a Defensor Sporting en el Centenario que nos permite clasificar a la Copa Libertadores de 1995, definición por penales, y yo no lo podía creer. A parte no era tan común como ahora entrar a copas internacionales. El primer partido de esa Copa en el Tróccoli fue contra River Plate argentino con (Enzo) Francescoli en cancha. Creo que todo el mundo recuerda ese partido porque fue como una cosa hasta pintoresca. Cuando sale Cerro a la cancha y que estuviera Cerro jugando la Libertadores estuve muy emocionado. Esos seguros. El descenso de 1996 fue traumático, Cerro llevaba 50 años en Primera. Le habían descontado muchos puntos por los problemas con Nacional y la muerte de Tosquelas, baja Cerro el 1° de noviembre de 1996, un partido Nacional-Rentistas sospechoso, se inaugura la Rambla de Cerro, toca Jaime Roos y al otro día juegan Cerro-River y ese día lloré mucho de tristeza.

-¿Alguna vez te preguntaste para qué vine acá?
-El 80% de los partidos y las veces. Sí, claro. Hay un momento que vos decís, ‘estoy sufriendo, estoy pasando mal, tengo calor, salió un huevo la entrada, me caliento, pierdo toda la tarde, capaz que hasta en casa me putean porque me perdí toda la tarde, vuelvo caliente’ pero… es adjudicarle razón a algo que es una pasión. Es al pedo.

-¿Con qué jugadores te identificás? Si hubieras sido jugador te hubiera gustado ser..
-Cualquiera. A veces agarro a jugadores que conozco o a esos que pasan nada más que seis meses sin pena ni gloria y les digo: ‘Vo, no entendiste que cumpliste el sueño de mi vida. Yo cambiaría todo por haber jugado un partido en la Primera de Cerro. Obviamente nunca tuve las condiciones para hacerlo. Igualmente te digo que hay varios, pero hay uno que nos representa a todos que es Líber Vespa. Pero después jugadores como (Richard) Pellejero, OJ (Óscar Javier Morales) o (Mario) Regueiro mismo que vuelve al club para ayudarlo a mantenerse en Primera. (Diego) Godín por más que estuvo muy pocos años cuando era joven, el ‘Popi’ (Rodrigo) Muñoz. Hay un montón de jugadores. Pero Líber por lo que significó como jugador, por la manera de jugar, que nunca perdió un clásico y también por su triste desenlace, creo que está un escalón por encima de todos.

Un problema

La violencia y la rivalidad con los grandes

-¿Qué sentís cuando se identifica a Cerro con violencia? ¿O cuando los hinchas de Peñarol y Nacional les dedican canciones ofensivas?
-Eso es algo que sucede y que tiene buenos motivos de ser, multicausales, que responden a enfrentamientos de hinchas violentos que se identifican con Cerro, Peñarol y Nacional. Sinceramente, yo desearía que Cerro no tuviese ese componente de hinchas violentos, pero Cerro es un club básicamente de barrio donde la violencia, la agresividad, la exclusión social, la injusticia, la desigualdad está muy presente y sangrando desde hace décadas y eso es un componente de nuestra sociedad que no podés ocultar ni tapar ni expulsar. Desconocerlo no solo sería un error sino que hasta sería revictimizarlos y volver a excluirlos. Creo que el desafío que tenemos todos como sociedad es que las injusticias se terminen, la desigualdad desaparezca, pero más allá de eso en la comarca y en el club es cómo incorporar y trabajar con ese sector de la hinchada para que no se manifiesten con agresividad y violencia. Entiendo que muchas veces esa es la manera en la que saben manifestarse y expresarse porque su lenguaje es ese. Así nacieron, crecieron y se manejan. Sus códigos de convivencia son distintos. Pero hay que trabajar con eso, pero decidirse a trabajar y tener un trabajo metódico, planificado y ordenado multidisciplinario. No se arregla cerrando una puerta y diciendo 'vos no entrás más'.

-¿Te animás a hacer el once ideal de Cerro?
-Por qué no me dijiste antes y te lo preparaba con tiempo. Roverano y el ‘Pïpa’ Rodríguez de arqueros. Voy a poner línea de cuatro. Wilson González, de los primeros laterales que vi en Cerro, Luciano Barbosa (Cafú), de zagueros Godín, Bártora, Melo, Daniel De los Santos, el 'Guille' De los Santos. Qué difícil me la hiciste. El ‘Manco’ (Néstor) Blanco, Próspero Silva, Lucas Hernández. En el medio el Líber, Danilo (Baltierra), 'OJ o Cafuringa' en Cerro, el ‘Teño’ Brum que ahora volvió. Henry Homann la descosió en Cerro, el ‘Teño’ Artigas. Después podría poner a varios jugadores que no están tan identificados con Cerro pero cuando jugaron vos decías ‘vo, estos locos juegan bien de verdad’. Ligüera, Grosmüller, Peralta, el ‘Tola’ Luzardo. Adelante el ‘Pocho’ Acosta, Mario Regueiro, Álvaro Pintos que es el goleador histórico de Cerro que no tiene rival, el Gaby Camacho que la dejaba chiquita, Rodrigo Mora, el ‘Beto’ Ortega.

Para quedarse sin garganta
Los clásicos
El festejo de los jugadores de Cerro ante Rampla Juniors. Foto: Marcelo Bonjour.

-¿Cuál fue el gol que gritaste más?
-Muchos. Los de los clásicos, sobre todo.
-¿Te come el clásico?
-Sí, lo que pasa es que para el hincha de Cerro o de Rampla, que el 99% de los campeonatos no los jugás para ser campeón, el partido que te queda es el clásico. Hubo uno de Rodrigo Mora en un 2-2 pasada la hora y hubo uno de Fabricio Núñez con el que ganamos 2-1 en el Olímpico pasada la hora, minuto 94, lo grité muchísimo. Algunos del 5-0 como el de Planchón o Pallante.
-¿Te quedaste sin garganta?
-Sí, claro. Llanto, todo completito el combo.

-¿Para vos el Tróccoli qué es?
-Es un templo, sí. Es la casa de reunión de mis padres y mis amigos. En el Tróccoli opera mucho eso de que se repite el lugar en el que te sentás. Mirás para todos lados y preguntas: ‘¿Qué pasó no vinieron? Ah no, se sentaron más atrás’. Yo, sin mirar, porque me vendás los ojos, te digo ‘ahí están mis amigos, mi viejo. Estamos todos’. Se extraña. Terrible. Espantoso. Por suerte cada vez lo vivo con menos pasión, con esa pasión desenfrenada porque estoy más grande y de a poquito vas entendiendo que la vida no pasa por ahí, pero igual, el amor al club permanece.

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