MI OPINIÓN
Un lluvioso martes retornaba desde el Este hacia Montevideo a bordo de mi Porsche 911. La ruta era prácticamente mía, sin embargo adelante y en la distancia, pude divisar un par de luces rojas.
Con un rápido cálculo de nuestras velocidades relativas, logré deducir que quien estaba al volante, mantenía un ritmo similar al mío.
Exprimiendo un poco más la velocidad de mi 911, me fui acercando paulatinamente, pero la lluvia ligera y la luz del día, no me permitían determinar de qué coche se trataba.
Con su ritmo y bajo esas condiciones climáticas, sin dudas que el conductor debía ser experimentado. Lo seguí a distancia, disfrutando del andar de su vehículo; iba rápido, trazaba perfectamente las curvas, aminorando la velocidad con suaves levantamientos del acelerador en vez de torpes aplicaciones de los frenos. Al percatarse de que yo estaba detrás, el avezado chofer incrementó un poco más la marcha, sin descuidar la prolijidad en cada maniobra. Son contadas las veces que he visto en la rutas de Uruguay, una conducción tan esmerada. Felicitaciones al señor que al dejar el último peaje, me saludó encendiendo las balizas de su Audi A3 RS.