HISTORIAS
Hay un grupo de fotógrafos, profesionales y aficionados, que todavía es fiel a una forma de sacar y revelar fotos que ha ido desapareciendo con el tiempo.
"El momento en que estás en el cuarto oscuro y aparece la imagen no te lo olvidás por el resto de tu vida”, dice Diego Espondaburu con entusiasmo. Cuenta que lo suyo es la “fotografía artística” y dentro de esa definición encierra, no solo lo que capta su cámara, sino todo un proceso de revelado e impresión que se fue perdiendo con la llega de la fotografía digital y arrebató la magia del cuarto oscuro.
Varios fotógrafos siguen manteniendo esa forma de trabajo y la mayoría se conoce entre sí. Es así que muchos de ellos decidieron en 2012 crear el colectivo FUERA de fotógrafos analógicos.
“Empezamos a involucrarnos más con los procesos alternativos de la fotografía. Armamos nuestro laboratorio, sacamos dos publicaciones y tuvimos que aprender a encuadernar; hacíamos serigrafía también… hacíamos muchas cosas”, recuerda Diego sobre un grupo que no existe más porque la vida los ha llevado por distintos caminos. “Llegamos a participar de muestras en San Pablo y Barcelona”, acota.
Fue ese mismo colectivo FUERA el que comenzó a notar que había materiales que ya no llegaban al Uruguay y, los que había, empezaban a escasear. “Entonces decidimos colectivizar un poco las compras hacia afuera, los químicos, todo… y ahí empezamos a investigar mucho sobre el tema. El colectivo se disolvió y seguí yo con Barbas Films como un camino para traer los materiales al país, cosas que no existían”, relata el fotógrafo haciendo referencia a su tienda de fotografía analógica, una de las pocas que quedan en Montevideo.
El nacimiento de Barbas Films, ubicada en el barrio de La Blanqueada, coincidió también con la etapa en la que empezaron a cerrar los grandes laboratorios, a lo que se sumó la muerte de Ricardo Sosa. “Era un laboratorista y el mecenas del grupo Montevideo Film Society, trabajaba en la Kodak de Uruguay. Eso marcó un recambio en la escena local de fotografía en el que entran Barbas Films y Eter Laboratorio, entre otros, y continúa Foto Total a cargo de gente más de mi edad”, detalla quien cumplió 40 años e identifica a esta generación de analógicos como de “treintañeros y cuarentones”.
Pocas casas analógicas y todas conectadas
“Las casas analógicas en Uruguay son bien pocas. Entre tiendas analógicas y laboratorios deberemos andar en menos de 10 en Montevideo; de hecho, funcionamos en red”, cuenta Diego Espondaburu. En su lista figuran en la capital uruguaya: Underground Film Lab, Foto Total, Montevideo Film, Tienda Analógica, Enshel Lab, Eter Laboratorio, Analoga Estudio y Barbas Films (todas con cuenta en Instagram y alguna con página en Facebook también). Se nuclean en el grupo de Facebook Montevideo Film Society, para amantes de la fotografía analógica. Organizan actividades, muestras y talleres.
In crescendo.
“La fotografía para mí es un hobby, una pasión… un canal de expresión”, afirma Diego con orgullo. Formado en diseño gráfico en la Facultad de Bellas Artes, actividad de la que vive, su acercamiento a la fotografía es el de un aficionado. “Me formé artísticamente y hago cosas para mí”, dice.
Por eso, decidirse a montar una tienda de fotografía analógica fue embarcarse en una aventura en la que cada día fue aprendiendo algo nuevo. “En los primeros tiempos funcionábamos más bien online y los productos se retiraban en lo que decimos es nuestra segunda casa, el local de tatuajes y piercings Luces y Sombras, ubicado en Vázquez y 18 de Julio. Allí funcionamos durante dos años”, acota.
Así ocurrió desde el 16 de julio de 2016 hasta mediados del año pasado, en que comenzaron a armar el local de la calle Estero Bellaco que, hasta el día de hoy, sigue “en construcción”.
“El local como tal tiene un año; por estas fechas empecé a armar la estantería y atender gente acá”, recuerda Diego y anuncia que para más adelante tiene previsto montar un laboratorio. Él cuenta con uno de uso personal.
“Barbas Films es una tienda de fotografía analógica. Vendemos todos los formatos de películas, materiales de laboratorio, luces, flashes, proyectores, retroproyectores, papel fotográfico, cámaras nuevas y usadas y hacemos service”, detalla sobre el local que nunca dejó de funcionar a pesar de la emergencia sanitaria por coronavirus. “Estuvimos trabajando online con servicio de cadetería, pero ya estamos abriendo normalmente, de lunes a viernes de 14 a 20 horas. Proyectamos ampliar el horario”, agrega.
Sus socios en la empresa son los técnicos Walter Chocho y Ernesto Cucci, “que son como íconos de la fotografía, son los únicos que arreglan determinados tipos de equipos”, destaca.
En tanto la licenciada en Artes Visuales, Alejandra Bacigalupi, se ocupa de todo lo que tiene que ver con la imagen audiovisual de la tienda, sobre todo en redes sociales.
Una pelea entre lo analógico y lo digital
“Me gusta la fotografía artística como un tipo de expresión personal. Busco la manera de armar un relato, de generar una historia, armar series. La otra rama que también me gusta mucho es la fotografía callejera”, confiesa Diego. En 2012, junto a su amigo Gonzalo Meetzoobeeshe, presentó la muestra Asimetría. “Él trabajaba lo digital y yo lo analógico, entonces planteábamos como una pelea. Generamos ocho imágenes, cuatro él y cuatro yo”, describe sobre la muestra que durante un par de años se expuso en diferentes lugares (Bellas Artes, el Museo del Gaucho y la Moneda).
Clientes.
Está claro que para que estas tiendas puedan funcionar tiene que existir mucho más que la pasión o el romanticismo de sus dueños por una forma artesanal de hacer fotografía; tienen que haber clientes que también demanden eso que lo digital no ha terminado de matar.
“Tengo un público bien variado”, dice Diego. “Hay un público amateur y un público profesional. En cuanto a edades, tengo gurises desde 13 años hasta gente de 70. Ahora está creciendo un poco por moda y un poco como respuesta a la inmediatez de lo digital, a eso de tener el último equipo y seguir la vorágine de las redes sociales”, añade. Y no se olvida de los coleccionistas aunque aclara que son los casos más puntuales.
La mayoría es gente que saca fotos y que puede tener uno, dos o tres equipos o está buscando una determinada cámara (ver recuadro). Sea analógica o digital, la fotografía siempre fue un hobby o una actividad cara.
“La analógica tiene su costo y para hacerla rendir hay que meterse y estudiar”, explica el dueño de Barbas Films. Eso sin contar que Kodak, la principal fuente de películas, ha subido los costos a nivel mundial, aunque “hay caminos para hacerlo más amable”, señala a El País.
Todo vale a la hora de lo que Diego resume como un “volverse a conectar”. “Hay mucha gente que había dejado la fotografía analógica y vuelve y otra que no la conoce y se acerca. Es gente que maneja un tiempo más lento, que busca una imagen más romántica, que creo que fue lo que nos atrajo a todos y por eso estamos en el mundo analógico”, arriesga como explicación de una tendencia que parece atravesar un nuevo empuje.
Cámaras viejas, nuevas y de todos los precios
Los socios de Diego Espondaburu en Barbas Films, Walter Chocho y Ernesto Cucci, ya tenían sus tiendas de fotografía por lo que la nueva empresa heredó su gran stock de viejos equipos. “Los equipos usados salen a la venta después de un service porque hay que hacerles muchos ajustes. Uno puede conseguir una cámara en la feria por dos pesos y tener la suerte de apretar el botón, disparar y que el obturador ande y así sacar la foto. Pero puede pasar que no, que los lentes estén llenitos de ondas, la cámara totalmente desulfateada... entonces hay que hacerle todo un service y después ponerla a la venta”, explica Diego. Barbas Films es además importadora y distribuidora de la línea Lomography, que es una marca que apunta a la fotografía amateur. En este caso son equipos nuevos. “Es lo que se llaman toy cameras, cámaras de juguete. Son equipos que vienen de fábrica con su packing, sus instrucciones, etc. También les hacemos el service”, detalla a El País.
En cuanto a los precios de los equipos, estos son muy variados, ya sea se trate de cámaras viejas o nuevas, usadas o a estrenar. “Tenés cámaras de $ 1.500, que son automáticas y son de los años 70, de los 80 o de los 90, hasta equipos en la línea de los US$ 1.000, como las alemanas Leica, que son las mejores. También hay cámaras que se usaban toda la vida para la publicidad, de muy buena calidad, y hay un público que las demanda”, cuenta.