HISTORIAS
Florencia es una uruguaya que vivió durante varios años en distintos países y en todos aprendió sobre el café, una bebida que es mucho más que una bebida y que hoy comparte en su propia cafetería.
Guatemala, Arabia Saudita y Suiza son tres lugares bastante alejados en el mapa y diferentes entre sí. Idiomas distintos, costumbres distintas, comidas distintas. Pero tienen varias cosas en común como, por ejemplo, ser regiones que están marcadas por una fuerte cultura de café, y también haber sido hogar de una uruguaya que hoy comparte sus conocimientos y amor por esta bebida en Flor de Kaffe, su propia cafetería, en la Ciudad Vieja de Montevideo.
En su paso por remotas partes del mundo, Florencia Brignoni aprendió que cuando se habla de “un café” se puede estar hablando de múltiples bebidas, aromas, colores y momentos, según el lugar en el que estemos. Entendió “que la forma de prepararlo y tomarlo también depende del entorno”, pero que hay algo que no cambia, que se mantiene en cualquier rincón del planeta.
“Lo que es común en todos lados es la sensación que se experimenta al beber un café. Es un momento de tranquilidad, un momento para compartir, un momento para pensar y mucho más”, dijo a El País.
Su paso por Centroamérica.
Por motivos familiares, esta uruguaya madre de tres hijos, que siempre había tenido trabajos relacionados al marketing, se mudó en 2001 a Guatemala, donde estuvo viviendo cinco años. Fue allí donde comenzó a meterse en el mundo del café, visitando lugares y probando diferentes preparaciones.
“En Guatemala hay muchísimas cafeterías buenas, algunas tienen hermosos patios coloniales, con fuentes y muchas plantas, en las que te sentás a tomar un café y eso es un todo. Además, al estar ahí nos movíamos por otras partes de Centroamérica, entonces pude probar cafés de El Salvador, Honduras, Nicaragua, toda esa zona”, contó.
A ella siempre le gustó el café, como simple consumidora, pero en Guatemala su paladar se empezó a enamorar de esta bebida y junto con la curiosidad que le despertaba el tema siguió aprendiendo gracias a charlas que tenía con otras personas, a lecturas y cursos.
Adaptarse a la cultura de Arabia Saudita.
Luego de cinco años en Centroamérica e incontables tazas de cafés encima, Florencia volvió por un corto tiempo a Uruguay, pero ya se anunciaba otro destino: Arabia Saudita. “Era otro mundo, en muchos sentidos, en lo vinculado al café y en otros aspectos. Hay un montón de cosas, por ejemplo, que para nosotras las mujeres uruguayas son comunes. Nunca me había cuestionado el hecho de que puedo votar, puedo conducir un auto, o todas esas cosas que acá una puede hacer y andar sola, pero allá no podía”, recordó.
Las tradiciones en su nuevo hogar le cambiaron la rutina: “Para ellos, por ejemplo, si yo no estaba con el padre de mis hijos, quien quedaba como mi representante legal era mi hijo mayor, que en ese momento tenía 6 años. Estar allá me empezó a abrir la cabeza hacia muchas cosas que damos por sentadas acá, porque nacimos con ellas”, sostuvo.
La vestimenta, cubrirse con una túnica negra y que no se vea el cabello, fue otra de las tradiciones a las que se debió amoldar.
“Eso en la calle es obligatorio para las mujeres y si viene la policía religiosa hay que ponerse el velo”, detalló.
Florencia contó que tanto en las cafeterías como en otros lugares suele haber sectores diferenciados, uno solamente para hombres y otro para familias, que es donde pueden ir las mujeres si están solas.
Así como se debió acostumbrar a ciertas restricciones a lo largo de los tres años que vivió en Arabia Saudita, Florencia destacó que “también tienen muchas cosas buenas como, por ejemplo, una gran amabilidad”. Y añadió: “Si sos extranjero para ellos sos un huésped. Lo primero que hacen cuando alguien llega a su casa o a una tienda, en cualquier lugar, es ofrecerte un café”.
Florencia explicó que al decir “café” en Arabia Saudita, más allá de que tienen distintas preparaciones como en otras partes del mundo, se refieren al café árabe: “Ahí empecé a ver que el café puede ser muchas cosas. Lo que yo llamo café puede ser algo distinto para otro. El café árabe que te ofrecen es uno que se hace en una especie de olla y con granos menos tostados que el que estamos acostumbrados en Uruguay. Le ponen cardamomo, a veces azafrán, y lo sirven en unas tazas pequeñas”.
Esta bebida en Arabia Saudita es un agasajo, es motivo de reunión y se toma en todos lados, incluso en medio del calor del desierto, contó. Para ella, beber café en aquellas tierras también era sinónimo de libertad: “Ir a una cafetería era para mí literalmente un refugio, porque yo allá no podía ni manejar, entonces me iba a determinadas cafeterías que ya conocía y podía estar sola”, señaló.
Suiza y el placer de un café a solas.
Pasados tres años, llegó una nueva mudanza: Suiza. Nuevamente, al igual que en Guatemala, allí encontró en las cafeterías un lugar para compartir, para ir con amigos, pero también para tomarse un café con ella misma, con la diferencia que ahora no había sectores diferenciados y nadie la miraba de forma extraña.
“Descubrí el placer de ir a tomar un café sola, sin que nadie te moleste, sin que a nadie le importe lo que hacés o lo que no hacés. Y ahora en el mundo eso es más común, pero a veces en Uruguay, por ejemplo, todavía pasa que si vas sola te preguntan si esperás a alguien o les parece raro que estés sola, aunque ya no sucede tanto”, sostuvo.
Fue entonces cuando la idea que hacía tiempo le rondaba por la cabeza de poner su propia cafetería en su país, comenzó a tomar cada vez más fuerza: “Quería tener un lugar que le permita a la gente viajar a través de los sentidos”, señaló.
Un lugar para viajar con los sentidos.
Luego de vivir varios años en Guatemala, Arabia Saudita y Suiza, Florencia volvió a Uruguay y la idea de instalar su propia cafetería era algo que cada vez se fortalecía más.
Con su espacio, al que bautizó Flor de Kaffee, y que abrió en plena pandemia, logra que los visitantes viajen con los sentidos tanto a través de la estética como con el menú, que ofrece distintos cafés, bebidas frías y preparaciones tanto dulces y saladas tradicionales de lugares como Colombia, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Francia, Suiza, Alemania, Rusia, Hungría, Austria y por supuesto también Uruguay. El equipo se completa con Fabiana, a quien Florencia conoció trabajando en una empresa local, y Jeff, un francés que también ha viajado por distintas partes del mundo y que actualmente está radicado en Uruguay. Usan café de especialidad, Amor Perfecto.
“Al café también lo hace el entorno, y elegí Ciudad Vieja porque es un lugar muy particular, es como un museo a cielo abierto”, contó Florencia en diálogo con El País.
Flor de Kaffee abre de lunes a viernes de 10 a 21 y los sábados de 17 a 21 horas. Están en Bacacay 1333, Ciudad Vieja, y su cuenta de Instagram es @flordekaffe.