Mamá estimula: Adultismo y adultocentrismo, ¿qué son y cómo evitarlos?

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CON LOS HIJOS

Claudia Guimaré propone pensar en cómo criar desde una perspectiva respetuosa y quebrar con la inercia del paradigma adultocentrista.

“A mí no me contestes”, “soy tu madre, te digo lo que quiero”, “no me importa lo que opines, en casa se hace lo que yo digo” o “soy tu padre, no tengo por qué darte explicaciones”, son frases que aún hoy seguimos escuchando de muchos padres y madres que no encuentran otra forma de afirmar su autoridad en momentos cruciales de la crianza, justo cuando de contar con genuina autoridad o con las herramientas idóneas para lograr una comunicación efectiva, empática y profunda, las mismas no serían necesarias.

Cuando los adultos recurren a estas frases, están recurriendo en realidad a una asimetría de poder que detentan versus los niños y las niñas, cuando se sienten “patinar” en su rol de liderazgo y confunden tener poder, con tener verdadera autoridad. Y por supuesto, es muy fácil demostrar y hasta abusar del poder con respecto a los más chicos. Al fin y al cabo, dependen en absoluto de nosotros y si así lo queremos, podemos dejarlos sin salidas, sin juguetes, sin diversión, y hasta sin comida hasta que hagan exactamente lo que queremos.

Sin embargo cuando vemos esas conductas en por ejemplo una persona contra su ex pareja, o en un cuidador contra el anciano al que cuida, nos horrorizamos sin lugar a dudas.

Algo similar sucede cuando escuchamos a muchas personas decir que no les gustan los niños, y no sólo no nos choca, sino que nos puede llegar a parecer entendible o hasta gracioso. Al fin y al cabo, si será común que hasta hay restaurantes y hoteles que no aceptan niños, tal como antes se hacía con las mascotas o hace décadas atrás, con las personas de color. Imaginemos esa situación pero contra personas de determinada raza, religión, color de piel, orientación sexual….

¿Aberrante, no? ¿Por qué entonces no nos indigna cuando sucede con los niños y las niñas? ¿Por qué se habla de antisemitismo, racismo, sexismo, pero nunca de “adultismo”? Pues porque vivimos en una sociedad adultocentrista, que considera al adulto superior a los niños y niñas, quienes son tan sólo “proyectos de adultos” a quienes hay que formatear y no vale la pena escuchar demasiado porque “aun no saben nada de la vida”, lo que los reduce en su calidad de sujetos de derecho a ojos vista.

¿Qué es el adultismo entonces? Limitar o poner en duda las capacidades de los adolescentes, por el solo hecho de tener menos años de vida. “Cuando seas grande puedes dar tu opinión”, “cuando vos vas, yo ya fui y vine dos veces”, “es mejor que las decisiones las tome yo, porque tengo más experiencia que ustedes” son algunas de las frases más comunes que dan cuenta de esta visión.

El adultismo se produce porque los adultos no cuentan con las herramientas suficientes en su propia vida para orientar y enfrentar lo que están viviendo los más jóvenes en su época y no quieren perder el control, insistiendo en que lo que funcionó ayer puede seguir sirviendo para guiar a los jóvenes de hoy.

Contra esta perspectiva, en la que los adultos somos dueños y señores de la verdad y del destino de nuestros hijos e hijas, al punto de defender incluso muchos el “yo le pego por su bien y soy su padre, así que nadie puede decirme nada al respecto”, se alza con cada vez más fuerza la cultura de la crianza respetuosa, una crianza en la que se considera a los niños y niñas como semejantes nuestros en términos éticos, sin olvidar por ello, claro está, las diferencias y asimetrías reales y necesarias, una crianza alejada del viejo modelo en el que el cuestionamiento de los chicos, por ejemplo, y como señalan Nativ, Raschkovan y Schltz, en su reciente libro “De eso no se habla”, no era bienvenido, lo que implica un cambio radical de paradigma.

Pero para que los chicos y las chicas puedan no sólo ser protagonistas de sus vidas sino ser reconocidos como sujetos de derecho por todas las personas que los rodean, los adultos debemos desandar caminos llenos de prejuicios y tradiciones adultocéntricas.

¿Y qué es entonces el adultocentrismo? Pues la relación social que prioriza la necesidad adulta mediante la dominación y la ostentación del poder. ¿Y por qué es algo que debemos combatir en la crianza? Porque socava la confianza y el diálogo entre padres e hijos, e instala una crianza basada en la lógica de los golpes, los chirlos, los castigos y las amenazas, todas prácticas que, como señalan las autoras, levantan barreras y dañan los vínculos, y privan a los más pequeños de la posibilidad de crecer acompañados y cuidados, y fundamentalmente, los priva de que sepan que pueden pedir ayuda siempre que la necesiten.

“Vivimos en una sociedad en la que los chicos son ciudadanos de segunda” sostiene Silvia Guijarro, educadora y autora del blog Criar con sentido común, un mundo en el que “los niños y las niñas no cuentan en tiempo presente sino que son importantes solo por el hecho de que serán la generación adulta del futuro, los los futuros médicos, las futuras abogadas, los futuros periodistas… Pero ¿por qué ponemos siempre el foco en la etapa adulta? ¿Es que no es importante lo que son ahora? Niñas y niños.

Patinadores, pintoras, deportistas, poetas, músicos, matemáticas… ¿no pueden ser todas estas cosas ya? ¿No lo son, de hecho, aunque nosotros no le demos importancia?

Según Unicef, el adultocentrismo tiene tres características bien marcadas:

*Ve a los niños y niñas como ciudadanos y ciudadanas de segunda ya que marca la existencia de relaciones de poder asimétricas entre los diferentes grupos de edad en favor de los adultos, es decir, donde éstos se ubican en una posición de superioridad y gozan de privilegios por el solo hecho de ser adultos, porque la sociedad y su cultura así lo han definido. Por ejemplo, si un adolescente rompe un vidrio por error, recibe una sanción de parte del adulto (grito, reto, castigo o golpes), si este adulto comete el mismo error, no recibe castigo de parte del adolescente e incluso puede asumir que fue un accidente y, en el mejor de los casos, decir que tiene derecho a equivocarse.

* Ve al adulto como el modelo ideal de persona ya que es el modelo acabado al que se aspira para el cumplimiento de las tareas sociales y la productividad en la sociedad, mientras que los adolescentes y jóvenes todavía no están preparados para serlo por lo que aún no tienen valor. Esta visión del mundo, explica Unicef en su manual “Superando el adultocentrismo”, se ha construido sobre un orden social, denominado patriarcado, el cual se caracteriza por relaciones de dominación y opresión establecidas por los varones, quienes dominan la esfera pública, gobierno, religión, y la privada (el hogar) mientras se somete o excluye a las mujeres por razón de género y a los más jóvenes por la edad.

* Ve a niños, niñas y adolescentes como proyectos inacabados de adultos, que están aún en preparación y que por ende, recién cuando lleguen a serlo podrán incorporarse con plenos derechos a la sociedad y poder ahí sí, ser plenamente respetados.

¿Cómo criar desde una perspectiva respetuosa y quebrar con la inercia del paradigma adultocentrista? En nuestra próxima columna, charlaremos sobre los cambios sociales de las últimas décadas que hacen que los padres de hoy se sientan más perdidos en su rol que ninguna otra generación anterior, qué tipos de paternidades surgen en respuesta a estos cambios sociales y qué herramientas utilizar para convertirnos en verdaderos aliados de nuestros hijos y no en sus amigos ni en sus carceleros.

CONOCÉ A NUESTRA COLUMNISTA
claudia guimaré
Claudia Guimaré

Socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación. Fundó Mamá estimula y desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres. Su comunidad cuenta con más de 300.000 integrantes.

Mirá cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos. Podés leer otras notas de Guimaré acá.

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