Un duelo diferente: América contra Europa en la Copa del Mundo

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Alemania-Brasil
Reuters

HISTORIAS MUNDIALES

Al final del siglo XX los de este lado del Atlántico dominaban la estadística pero todo ha cambiado

Qatar será un campo neutral en la competencia que desde 1930 sostienen América y Europa en el marco de la Copa del Mundo. Y que hasta ahora marca 12 títulos europeos contra nueve americanos (en los hechos, sudamericanos).

Cuando terminó el siglo XX, la ventaja era de los seleccionados de este lado del Atlántico, pero el historial cambió de bando rápidamente desde 2006, porque ya no hubo nuevas copas en las vitrinas de los sudamericanos.

Ese cambio de tendencia no es casual: responde a varias razones, en especial las crecientes diferencias económicas entre los profesionalismos de Europa y América (ver aparte).

Tradicionalmente, los europeos eran campeones cuando jugaban en su continente y los americanos cuando lo hacían en su tierra. La única excepción a esa regla se había registrado en 1958, cuando Brasil obtuvo el título en Suecia.

Después del 2000, la FIFA comenzó a asignar sedes en otros continentes. El primero fue Corea-Japón en 2002, y nuevamente Brasil fue el coronado. Cuando se jugó en Sudáfrica, el ganador fue España.

La exclusividad americana en América se cortó en Brasil 2014, con el título de Alemania. La condición de local o visitante ya no pesaba tanto...

El duelo es deportivo, pero también político. En 1930 los europeos, luego de votar a favor de la candidatura uruguaya en el Congreso de Barcelona de 1929, que estableció la sede del primer Mundial, realizaron un boicot indisimulado y se negaron a viajar a Montevideo, con las excepciones de Francia, Bélgica, Yugoslavia y Rumania. Como represalia, Uruguay no concurrió a la Copa de 1934 en Italia.

Mucho más tarde, en 1974, los americanos, con el respaldo de muchas naciones africanas y asiáticas, impulsaron al brasileño Joao Havelange como presidente de la FIFA por el eurocentrismo que exhibía la organización.

ASÍ OCURRIÓ. En Uruguay 1930, la superioridad americana resultó notoria: los celestes fueron campeones, Argentina subcampeón y Estados Unidos semifinalista. Solo Yugoslavia se entreveró entre los cuatro mejores.

Para Italia 1934, la situación fue la contraria, pues de esta parte del mundo solo Brasil y Argentina concurrieron y quedaron rápidamente eliminados. Los cuatro primeros fueron Italia, Checoslovaquia, Alemania y Austria.

Brasil se entreveró entre los cuatro mejores en Francia 1938, donde el orden de clasificación fue Italia, Hungría, Brasil y Suecia.

El Mundial de 1950 se definió entre Uruguay y el local Brasil, y luego entraron Suecia y España.

En Suiza 1954, Uruguay se clasificó tercero. La final fue entre Alemania (entonces llamada “Occidental” o Federal) y Hungría, en tanto Austria le ganó a los celestes el encuentro por el tercer puesto.

Suecia 1958 marcó la victoria de Brasil como visitante, tanto por jugarse en Europa como porque su rival en la final era el dueño de casa. El tercer puesto fue de Francia y el cuarto de Alemania.

Chile 1962 marcó un nuevo título de Brasil y el anfitrión entró tercero, otro buen papel sudamericano. Checoslovaquia y vice y Yugoslavia cuarto.

En Inglaterra 1966 predominaron los europeos, aunque los arbitrajes perjudicaron a Brasil, Argentina y Uruguay (eso, precisamente, fue lo que inició el movimiento para llevar a Havelange a la FIFA). El orden de clasificación fue Inglaterra, Alemania, Portugal y Unión Soviética.

México 1970 tuvo dos americanos entre los cuatro primeros: Brasil campeón y Uruguay cuarto. Italia fue vice y Alemania tercero.

Alemania 1974 registró el triunfo del equipo local, que venció en la final a Holanda. Y Polonia le ganó a Brasil por el tercer puesto.

En 1978, dos sudamericanos entre los cuatro mejores: Argentina, local y campeón, y Brasil como tercero. Holanda fue el finalista derrotado e Italia el cuarto.

En España 1982, los cuatro primeros resultaron europeos: Italia, Alemania, Polonia y Francia. Sin embargo, muchos consideraron que el mejor equipo fue Brasil, eliminado en la segunda ronda.

México 1986 marcó el triunfo de Argentina, que dejó atrás a Alemania, Francia y Bélgica.

En Italia 1990, el campeón fue Alemania, el vice Argentina, el tercero Italia y el cuarto Inglaterra.

Brasil se impuso en Estados Unidos 1994, sobre Italia, Suecia y Bulgaria.

En Corea-Japón 2002 se metió entre los cuatro mejores, por primera y única vez, un seleccionado extracontinental: uno de los locales, Corea del Sur, cuarto. Brasil fue el campeón, Alemania el vice y Turquía tercero.

Cuatro europeos en las semifinales de Alemania 2006: Italia, Francia, Alemania y Portugal.

Sudáfrica 2010 tuvo un solo sudamericano entre los mejores: Uruguay, cuarto. España le ganó la final a Holanda y Alemania el tercer puesto a los celestes.

Alemania se quedó con el título en Brasil 2014, marcando el hito ya señalado. Argentina fue el finalista derrotado, Holanda tercero y Brasil cuarto.

Rusia 2018, el antecedente más cercano, presentó un dominio total de Europa: Francia primero, Croacia segundo, Bélgica tercero e Inglaterra cuarto.

ANÁLISIS

Por qué ahora dominan los europeos

Con el título de Francia en Rusia 2018, el fútbol europeo conquistó su cuarta Copa del Mundo consecutiva, algo inédito en la casi centenaria historia de los mundiales. No es un fenómeno casual.
La primera razón de ese predominio europeo es económica: sus clubes manejan sumas mucho mayores y pueden contratar a los mejores futbolistas del mundo (los mejores sudamericanos también), lo que eleva el nivel de sus competencias de clubes. Mejores partidos, mejores equipos, mejores jugadores: todo ello beneficia a las selecciones.
Además, varias federaciones europeas desarrollan desde hace años trabajos con sus futbolistas jóvenes para perfeccionar la técnica y el funcionamiento colectivo de sus selecciones, empezando por las juveniles. Francia, Bélgica e Inglaterra, tres semifinalistas de 2018, cumplen programas especiales, pero también lo hacen desde Alemania hasta la lejana Islandia.
Por otra parte, cada vez más seleccionados europeos crecen gracias al aporte multiétnico: los futbolistas hijos de inmigrantes o extranjeros naturalizados, sobre todo africanos. Estos jugadores suman a sus condiciones técnicas las ganas de superar su origen modesto en los suburbios de las grandes ciudades.
El fútbol sudamericano, en tanto, sufrió durante años la corrupción en la Conmebol, que desvió millones de dólares a los bolsillos de los dirigentes. Ese dinero pudo haber mejorado las finanzas de los equipos sudamericanos y promover el desarrollo de nuevas figuras.

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