COPA LIBERTADORES
Tuvo una leve mejoría porque remató más al arco que en el anterior juego, pero su nivel futbolístico sigue siendo muy bajo y ni siquiera lo salvó el penal del que dispuso.
Aun a riesgo de que el lector caiga en la cuenta de que el recurso ya está gastado, vale la pena parafrasear una vez más a Mauricio Larriera: “El Peñarol campeón de 2021 murió”. El técnico aurinegro lanzó esta frase cuando se estaba en el primer tercio del Torneo Apertura y los resultados no se le daban, pero tiene vigencia absoluta.
No hay ni un atisbo de aquel Peñarol que por momentos avasallaba a los rivales, que movía la pelota, que generaba muchas situaciones de gol y que además convertía muchas de ellas. Nada.
Un equipo que estaba obligado a ganar anoche para seguir con aspiraciones de avanzar a los octavos de final de la Copa Libertadores apenas hizo cuatro remates peligrosos en los 90 minutos del empate 0-0 con Cerro Porteño y uno de ellos fue un penal fallado.
Claro que si se compara esta estadística con la del pasado fin de semana ante Plaza Colonia hubo una mejoría notoria, porque en el triunfo ante el Pata Blanca hizo un solo disparo en todo el partido y fue el penal anotado por Pablo Ceppelini para ganar 1-0.
Hasta ahora las ejecuciones desde el punto blanco habían sido la tabla de flotación del conjunto aurinegro, pero esta vez ni ello lo salvó de hundirse, porque el propio Ceppelini (goleador del equipo con seis de los 13 tantos que tiene el equipo en la temporada) recibió una falta en el área, se hizo cargo de ella y mandó la pelota alta para que se estrellara en la parte superior del horizontal y se marchara afuera. Y eso es todo un símbolo, porque el máximo anotador aurinegro del año falló dos de los últimos cuatro penales que remató, ya que minutos antes de embocar el del triunfo 1-0 sobre Wanderers había marrado (en realidad se lo atajó Mauro Silveira) otro ante los bohemios.
¿Se puede rescatar algo positivo de Peñarol? Sí, que otra vez mantuvo el cero en su arco. En los últimos siete juegos por toda competencia solo le anotaron dos veces y lleva 327 minutos (tres partidos completos y 57 minutos) sin ser vulnerado. Pero claro, los partidos se ganan con goles y también hay que hacerlos y es ahí donde está el gran déficit aurinegro.
Ignacio Laquintana corre y gana los mano a mano, pero sus entregas son deficitarias y aunque anoche Agustín Álvarez Martínez tuvo más protagonismo, le siguen llegando muy pocos balones.
Peñarol fracasó en la Libertadores y no debe doler la palabra. No logró su objetivo y eso lo convierte en fracaso. Lo preocupante es que si continúa en esta línea deficitaria de juego y resultados, seguirá sumando frustraciones.