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Magdalena Díaz, nieta del escultor español de Eduardo Díaz Yepes, aprendió el arte en vidrio en Barcelona y volvió a Uruguay a dedicarse a hacer obras y difundir lo aprendido con talleres.
En 1999, Magdalena Díaz (46 años) sintió que había cumplido una etapa. Se había recibido de profesora de Historia, había ejercido un año y trabajaba en el Museo Torres García organizando exposiciones. Pero le faltaba algo.
Nieta del escultor español Eduardo Díaz Yepes, aprovechó que mucha de la obra de su abuelo había quedado en España para armar las valijas e irse con su prima a Barcelona a rastrear e investigar ese legado. “Fui a eso, pero sabía que me iba a quedar”, cuenta con risa cómplice. “Después de vagabundear un poco por distintos lugares, de hacer el Camino de Santiago y de estar medio perdida también, decidí quedarme en Barcelona a estudiar alguna técnica”, agrega.
Fue así que se topó con el Centre del Vidre. “En un principio me gustaba el mosaico, pero cuando encontré esta escuela, dije ‘no, es acá, encontré lo mío’”, apunta sobre este centro especializado en enseñar el arte de trabajar el vidrio.
Allí estuvo estudiando dos años. Recuerda a una profesora japonesa con una cabeza para el diseño súper interesante o las clases de Historia del Arte o Historia del Vidrio. Había distintas técnicas para elegir, ya fuera escultura en vidrio en masa, restauración de vitrales o la parte de termoformado, “que es como el vidrio en el espacio”, explica.
Magdalena eligió estudiar vitral contemporáneo en esa escuela que lamenta que ya no exista más, víctima de una crisis europea que hizo que se terminaran los fondos para financiar artes y oficios. Cuando terminó los estudios partió a Granada con su pareja de entonces, que también se dedicaba a los vitrales, y juntos armaron un taller donde hicieron mucha obra.
Pero quedó embarazada y quiso que su hijo naciera en Uruguay, así que sacó pasaje de vuelta. Era el año 2003, “todo el mundo se iba por la crisis económica y yo volvía”, dice.
De todas formas fue una buena decisión porque la situación le permitió empezar a dictar muchas clases y cursos. “En los momentos de crisis como que la gente necesita conectar con algo más, con una ilusión, con la creatividad… entonces ahí arrancamos con los talleres del Museo Torres García y después armamos nuestro propio taller que es donde estoy ahora, en el Buceo”, señala de aquella aventura que empezó con su pareja, pero que desde hace 10 años, tras separarse, lleva adelante sola.
Trabajos por encargo y muchos cursos
“El taller en sí es la exposición”, dice Magdalena al explicar por qué hace tiempo que no hace exposiciones y no lo extraña. La última fue en Florida, Estados Unidos, hace dos años.
“Me tomo mi tiempo para hacerlas, cada tres o cuatro años. Es una exigencia muy grande, lleva mucha energía y a veces dinero. Entonces voy tranqui y canalizo mi necesidad de mostrar de otra manera”, agrega.
Tiempo no le sobra, entre las clases, lo que produce y los trabajos que tiene por encargo, que son muchos. “Hago esculturas, vitrales”, cuenta. También tuvo una etapa de accesorios (caravanas, colgantes, anillos) que solo mantiene para el Museo Torres García.
Dificultades que supo sortear.
Al inicio, le costó encontrar materiales en Uruguay. “No había nada de lo que usaba en Barcelona, donde trabajábamos con vidrios alemanes o franceses”, recuerda.
El obstáculo la obligó a investigar e inventar. “Estuvo bueno porque de última todo lo que hago y lo que he ido desarrollando es como muy de investigación”, destaca.
Con el tiempo fueron apareciendo materiales, pero no tantos como desearía y aún hoy siguen siendo caros, sobre todo los más específicos, como los que usa la vitrofusión.
Magdalena se las ingenia para producir su propia materia prima. “Uso vidrio común, el de ventana, y lo transformo. Recurro a cosas más básicas, como óxidos o fundentes que se pueden encontrar más fácil. Ahí preparo mis esmaltes, las cosas que voy a poner para fundir. No dependo del mercado”, señala.
Como artista pasó por diferentes etapas. Primero hacía todo como flotando en el espacio, vinculando el vidrio con el papel, con alambre; luego trabajó en la superposición de capas y volúmenes de vidrio en la luz, y actualmente va de un lado a otro.
Sea crear, trabajar o dar clases, para Magdalena lo fundamental es la fuente de inspiración, que en su caso pasa por la naturaleza.
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“Todas las imágenes que surgen y que después se materializan en las obras vienen de esa parte intuitiva, interna, que conecta con la naturaleza. Siempre es algo abstracto, no trabajo con nada humano sino con imágenes que están ahí, como almacenadas en las células y que surgen a la luz”, destaca de su muy apreciado arte en vidrio.
Meditaciones guiadas y talleres de arte
Hace 10 años que Magdalena dicta cursos en su taller del Buceo. Todos los años propone un tema diferente. “Este año, con los grupos que venían del año pasado, propuse iniciar un proyecto que tiene que ver con el volumen, o sea con el vidrio en el espacio”, cuenta.
Aclara que sus clases no son solo de trabajar el vidrio, sino que aprovecha lo aprendido en el curso de medicina china que tomó, para incoporar meditaciones guiadas y trabajo corporal.
“A la medicina la aplico como marco teórico, como una manera de ver el mundo, un marco espiritual. A veces uso ejercicios de respiración, pero para ayudar a que la gente se sienta bien y conecte”, explica.
En la buhardilla desarrolla toda la parte de meditación y en el taller enseña cómo resolver con las técnicas del vidrio lo experimentado ese día con el cuerpo.
“Trabajamos siempre a partir de emociones o imágenes que tiene la persona en ese momento de conexión. O sea que la pieza tiene un sentido, surge de esas imágenes internas”, detalla.
Los grupos son de no más de seis personas, pero no responde a las restricciones de la pandemia, sino a que Magdalena le gusta que sus alumnos tengan espacio y atención personalizada.
En lo que sí incidió la COVID-19 en su caso, es en que notó que las personas están precisando el tipo de experiencias que ella ofrece. “Cuando el año pasado la gente sintió por lo menos psicológicamente que podía salir, había una gran necesidad de encontrarse, de hacer cosas, de conectar con algo más”, recuerda.
Recalca que para ella las clases son una instancia muy rica, por eso hoy no tiene tanta necesidad de hacer exposiciones. Lo que hace cada tanto es organizar actividades de puertas abiertas para que la gente pueda visitar el taller. “Es un lugar muy lindo para estar”, señala.
En internet y redes sociales
En su sitio web magdalenadiaz.com se pueden encontrar muchos datos de su obra y trayectoria. Además tiene cuenta en Instagram y Facebook.